Son los pobres venezolanos los que están para recibir ayuda de los ingleses no al revés En un artículo anterior conté la historia de una pareja que al regresar de un viaje, se encontró con la sorpresa de que durante su ausencia, la madre de uno de ellos, que padecía de cierta perturbación mental, había regalado a los vecinos del edificio los cuadros de la familia. La pareja recorrió el condominio explicando la situación de la señora y pidiendo que les devolvieran lo que aquella les había obsequiado. Algunos, muy decentemente lo hicieron, otros no.
Petróleo
Esta historia regresó a mi mente cuando leí la noticia sobre la decisión del nuevo alcalde de Londres de no renovar el convenio petrolero con el Gobierno venezolano, alegando que no le parecía correcto que una ciudad rica estuviese sacándole partido a un país pobre. Si quisiéramos enmarcar este hecho en la historia de la pareja, diríamos que la conducta del inglés equivaldría a la de un vecino que no esperó a que le fueran a pedir que devolviera los cuadros, sino que por propia voluntad, se presentó a la casa de la pareja a regresar lo que a él indebidamente le habían regalado.
Alguien podría alegar que lo que motivó al alcalde europeo no fue la ética sino la política, pero aunque fuese así, esa era éticamente la decisión correcta. Aún más, lo paradójico es que haya sido un alcalde de supuesta preocupación por los pobres del mundo, el que haya aceptado ese regalo del Presidente nuestro, siendo que son los pobres de Venezuela los que están para recibir ayuda de los ingleses y no al revés.
Seguid el ejemplo
Sería deseable que otros vecinos de nuestro edificio planetario, siguieran espontáneamente el ejemplo del inglés; pero también pudiéramos ser más proactivos y organizarnos para tocarle la puerta a los que están aprovechando la situación por la que atraviesa la familia venezolana actualmente y pedirles que nos devuelvan nuestros cuadros o dejen de recibirlos. Tal vez convertimos el gesto londinense en un síndrome de la decencia en cooperación internacional.
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