Una década atrás, Cate Blanchett, una joven y relativamente poco conocida actriz australiana, se apropió de la férrea personalidad de Isabel I, la reina que marcó la división religiosa de Inglaterra a mediados del siglo XVI. Producida de manera independiente, Elizabeth ganó varios premios internacionales y se convirtió en un éxito casi inmediato sobre la base de la fascinante y legendaria presencia de la «reina virgen», la dirección del británico de origen paquistaní Shekhar Kapur y la desmesurada capacidad interpretativa de Blanchett. Personaje, director y actriz regresan con Elizabeth, la edad de oro, una secuela que intenta repetir del éxito de la antecesora. Lamentablemente lo hace sólo parcialmente.
La acción se inicia en 1585 en una Inglaterra gobernada por una protestante y con la mitad de una población que aún profesa la fe católica. El Papa había declarado una guerra santa contra Isabel I mientras Felipe II de España, conductor del el imperio más poderoso de entonces, estaba decidido a asesinar y sustituir a la reina virgen por su prima María Estuardo, reina de Escocia, fervorosamente católica. El complot falla y el monarca español opta por lanzar su legendaria Armada Invencible para acabar con la Inglaterra protestante. No obstante, sorpresivamente, las fuerzas navales de Isabel I destrozaron la flota de Felipe II. La gran victoria significó su consolidación en el trono. La soberana inglesa estaba en lo que se llamó su época dorada. Este es el escenario histórico donde se desarrolla Elizabeth, la edad de oro. A partir de estos elementos se levanta un guión con bastantes licencias que combina la política de Estado, las conspiraciones palaciegas y una especie de triángulo amoroso entre Isabel I, una mujer que según la historia tenía 52 años en aquel momento, sir Walter Raleigh, que apenas cruzaba la treintena, y una de las jóvenes damas de la corte, con quien el político y marino inglés tuvo una hija. Con estos elementos William Nicholson y Michael Hirst pretendieron escribir una especie de historia épica con rasgos románticos que, por sobre todas las cosas, debería dejar muy bien parada a la hija de Enrique VIII y Ana Bolena.
Sin embargo, esta Isabel I parece más un personaje de ficción que de la realidad histórica. Al comienzo del film la reina virgen ya está consolidada en el trono, aunque los sectores católicos siguen siendo una amenaza para su vida y para la subsistencia del Estado. El guión trata de mostrar a la reina como una elocuente defensora de la libertad de fe, mientras que presenta a Felipe II como “la voz sibilina del mal”. Este planteamiento esquemático deriva en un maniqueísmo excesivo que resta credibilidad a la historia, más allá del manejo de cierta espectacularidad sentimental y patriota. Mientras tanto se construye otra línea dramática con la aparición de Walter Raleigh, quien regresa del Nuevo Mundo y lleva, entre otros presentes, el tabaco y las papas a la Corte inglesa, producto de su actividad como pirata contra la Corona española. Guapo, galante y arrojado, se convierte en el objetivo afectivo y sexual de una reina que es aún famosa por su virginidad. Pero Raleigh se fija en una de sus cortesanas, en una especie de sublimación de los deseos de la monarca. En cambio, la relación de Estado que Isabel I establece con su consejero sir Francis Walsingham, a todas luces más importante desde el punto de vista político e histórico, es apenas mostrada como una intriga de palacio. Un desequilibrio que parece originarse en las ambiciones comerciales de esta coproducción entre el Reino Unido y Francia.
El principal problema de Elizabeth, la edad de oro reside en su afán magnificente para narrar una suerte de epopeya mítica para los ingleses, al menos para los que creen en la monarquía. La puesta en escena de Shekhar Kapur es grandilocuente, excesiva, sin mesura, de gran belleza plástica, pero más atenta a lo formal que a la importancia de lo narrado. Las actuaciones de Blanchett, Geoffrey Rush (Walsingham), Clive Owen (Raleigh) y Abbie Cornich (la chica de la corte) poseen fortalezas expresivas evidentes y plausibles que, no obstante, son insuficientes apara elevar el nivel de ligereza del film.
ELIZABETH, LA EDAD DE ORO («Elizabeth, the gholden age»), Reino Unido y Francia, 2007. Dirección: Shekhar Kapur. Guión: William Nicholson y Michael Hirst. Producción: Tim Bevan, Eric Fellner y Jonathan Cavendish. Fotografía: Remi Adefarasin. Montaje: Jill Bilcock. Música: Craig Armstrong y A.R. Rahman. Dirección de arte: Guy Hendrix Dyas. Elenco: Cate Blanchett (Elizabeth I de Inglaterra), Geoffrey Rush (sir Francis Walsingham), Clive Owen (sir Walter Raleigh), Abbie Cornish (Bess Throckmorton), Samantha Morton (María Estuardo), Jordi Mollà (Felipe II), Rhys Ifans (Robert Reston). Distribución: The Walt Disney Company.
Debe estar conectado para enviar un comentario.