Cada vez que el cine adapta un musical teatral surgen todas las dudas. De manera injusta el film se halla condicionado por la obra original. En su momento West Side Story, La novicia rebelde y My Fair Lady superaron la prueba y hoy son considerados clásicos del cine. En otra vertiente, un ex coreógrafo convertido en cineasta como Bob Fosse alcanzó la gloria con su adaptación de Cabaret y luego con All that jazz, piezas fundamentales de los dramas musicales. Y una comedia cinematográfica como Los productores dio pie a un musical teatral de mucho éxito. Pero no es lo usual. Por eso el estreno de Mamma mia! ha suscitado toda suerte de reacciones, desde aquel que la acusa de no recoger la esencia del play de éxito en Nueva York y Londres hasta quien encuentra en la película una visión más fresca y divertida que en el teatro, pasando por quienes no hemos tenido el gusto de ver la pieza original, que somos la mayopría de los espectadores del mundo. Entonces, no nos queda más que analizar el film sin compararlo con otra arte. Y en este campo Mamma mia! sale ganando.
Sobre la base de una selección de canciones de la banda pop sueca ABBA, la libretista de televisión y dramaturga inglesa Catherine Johnson creó para el teatro Mamma mia! que desde 1999 se presenta en Broadway y el West End londinense. Ella misma escribió la adaptación al cine y le confió la dirección a Phyllida Lloyd, una muy respetada directora de teatro y ópera del Reino Unido. En el film Donna es una madre soltera que gerencia un pequeño hotel en una hermosa y remota isla griega y cuya hija de 20 años, Sophie, está a punto de casarse. Para la boda, Donna invita a sus dos mejores amigas, Rosie y Tanya .Por su parte, Sophie también ha hecho tres invitaciones muy especiales pues quiere saber quién es su padre y para hacerlo invita a tres hombres que visitaron la isla 20 años atrás y conocieron a su madre. Uno de ellos es el autor de sus días aunque ninguno de los tres hombres sabe que tiene una hija en Grecia. Un equívoco aquí, un enredo más allá, mucha música, mucho baile, pasión y erotismo y ¡zaz! tenemos una comedia musical que divierte sin querer convertirse en un clásico.
Debo confesar que nunca fui fan de Abba. Me parecía una banda un tanto almibarada y convencional. Conozco sus canciones como a las de cualquier otra agrupación pop. Por eso también confieso que ingresé a la sala con cierto prejuicio y con la disposición de «salir de esto». Pero me encontré con un producto bastante divertido, muy bien actuado y con un tono fresco y desenfadado que uno agradece en una comedia. Su historia es superficial —concedo— pero no es tonta. Quizá eso se deba a la propia adaptación de su autora y a la notable dirección de la señora Lloyd, quien no pretendió experimentar sino realizar una puesta en cámara efectiva.
En la película se torna importante no sólo la efectividad de las canciones de Abba—Benny Anbdersson es uno de sus productores— y la espectacularidad de las islas griegas, sino el trabajo interpretativo de un elenco muy bien seleccionado. Lo primero que hay que decir es que Meryl Streep, como Donna, y Pierce Brosnan, como uno de los «candidatos» a padre, demuestran —a sus edades— un insospechado talento para cantar y bailar. Como respaldo actoral se hallan las norteamericanas Julie Walters y Christine Baranski, el inglés Colin Firth y el sueco Stellan Skarsgård. Pero quien realmente destaca es Amanda Seyfried en el papel de Sophie: fresca, encantadora, romántica, ingeniosa. Ella es el alma que mueve Mamma mia!.
MAMMA MIA! («Mamma Mia!») Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania, 2008). Dirección: Phyllida Lloyd. Guión: Catherine Johnson, sobre su propia obra. Producción: Benny Andersson, Tom Hanks, Judy Craymer y otros. Fotografía: Haris Zambarloukos. Música original: Benny Andersson. Edición: Lesley Walker. Diseño de producción: Maria Djurkovic. Elenco: Meryl Streep, Pierce Brosnan, Amanda Seyfried, Colin Firth, Julie Walters, Christine Baranski y Stellan Skarsgård. Distribución: UIP.
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