Edgar Cherubini Lecuna LA KEFIYA, LA SOLIDARIDAD Y LA MODA*

La típica kuffiyeh, kefiya o kefia a cuadros blancos y negros, es lo que conocemos como el pañuelo o bufanda palestina. Arafat le imprimió una personalidad única y la convirtió en emblema del movimiento palestino. La kefiya, informa también del grupo al que se pertenece: la roja identifica a las facciones más cercanas al Frente Popular para la Liberación de Palestina. La blanca y negra, la más clásica, identifica a los seguidores de Al Fatah, el movimiento que fundó Arafat. Los militantes de las organizaciones terroristas de Hamás y Hezbullah usan también kefias verdes ceñidas al cuello sobre sus pasamontañas.

Los ministros y diputados del gobierno de Chávez, que aparecieron recientemente en un acto de solidaridad con Hamas en la mezquita de Caracas, portando kefiyas, lo hicieron en solidaridad automática con Hamas en contra de Israel, desconociendo la complejidad geopolítica de ese entorno y sin esperar que entre los mismos palestinos se pusieran de acuerdo. Mahmud Abbas, jefe de la Autoridad Palestina, acusó a Hamás de la responsabilidad de iniciar el conflicto en Gaza, por haber roto la tregua, lanzado por la borda las negociaciones entre ambas partes y por exponer a civiles inocentes a las represalias por las agresiones permanentes de ese grupo terrorista lanza contra esa nación desde centros poblados.

Recordemos que durante la ocupación de Israel contra el Líbano, el presidente Zapatero quien trató de hacerse el simpático pronunciando un discurso portando una kefiya en los hombros, fue duramente criticado por la mayoría de los españoles, al desaprobar la intención de trasladar ese conflicto a su país y considerar bufonesca su actuación. Acto por demás inócuo pues, para ese momento, la kefiya estaba de moda en las discotecas españolas.

Fer del Portillo, nos dice en su blog que “el fenómeno es ya palpable en antros, escuelas y centros comerciales atiborrados de mozalbetes emperifollados con kefiyas, que lejos de ser compradas en un mercado en Palestina, son adquiridas en tiendas de moda. Un artículo que simbolizaba hermandad o soporte para Palestina, ahora es algo bonito, coqueto, stylish e indispensable para el guardarropa”.

No es de extrañar que por estos lares, a partir de ahora y en lo cotidiano, los militantes del chavismo comiencen a usarla. La gente de nuestro gobierno puede aparcer disfrazada con burkas si lo prefieren, pero otra cosa es solidarizarse con un grupo terrorista en lugar de aliarse con los gobiernos y las organizaciones internacionales que buscan una salida política al drama de la guerra en el medio oriente.

Hablando sobre la banalidad de algunas solidaridades superficiales, Guy Debord (La société du spectacle), afirma que “la hostilidad abstracta hacia su propia sociedad los lleva a admirar o a apoyar a quienes son, a primera vista, los más grandes enemigos de ésta”.

Hamás es una organización palestina, considerada como terrorista por Israel, los Estados Unidos y la Unión Europea. Su nombre significa “Fervor” en árabe y es un acrónimo de Harakat al-Muqawama al-Islamiya, Movimiento de Resistencia Islámico. Un jeque parapléjico, Ahmed Yassin, la fundó en 1987, adoptando la doctrina de los Hermanos Musulmanes, movimiento islámico extremista egipcio. En 1991 Hamás creó su brazo militar, las Brigadas de Izzedin-al-Kassam. En 1994 Hamás inició una campaña de atentados suicidas a los cuales Arafat dio aprobación tácita. Esa táctica de terror fue copiada por la Yihad Islámica y por las brigadas Al-Aksa de Fatah. En las elecciones de enero del 2006 los palestinos, hartos de la corrupción e ineficiencia de los líderes de Fatah, y tal vez, convencidos por su agresividad hacia Israel, le dieron mayoría a Hamás en las elecciones parlamentarias. Desde ese momento se inició, al principio en pequeña escala pero cada vez con mayor violencia, una lucha entre los dos movimientos que culminó a principios de junio del año 2007 año en la aplastante derrota de Fatah en Gaza, que tuvo un costo de cientos de muertos y heridos. Gaza está hoy totalmente en manos de una organización terrorista que se niega a reconocer Israel o llegar a un acuerdo pacífico con la creación de dos estados, uno judío, otro palestino. Sus líderes han declarado repetidamente que no les interesa tal solución y que no descansarán hasta la destrucción total del Estado Judío.

Hamás, pasando por encima de la Autoridad Palestina, no reconoce la existencia del Estado judío y se ha trazado como objetivo su aniquilación, reflejado claramente en los artículos de su Constitución, aprobada en el mes de agosto de 1988, el cual es un documento que revela el fanatismo de esta organización. En el Preámbulo de la misma expresa que «Israel existe y seguirá existiendo hasta que el Islam lo extermine, tal como ha exterminado a otros anteriormente”. En el Artículo Siete: “Hamás es uno de los eslabones en la lucha contra el invasor sionista. El Profeta ha dicho «El Día del Juicio Final no llegará hasta que los musulmanes maten a todos los judíos que se esconden detrás de piedras y árboles. Las mismas piedras y árboles dirán, ¡Oh, musulmanes! Hay un judío detrás de mí. Ven y mátalo».

Expresar solidaridad automática con una organización que declara en su Constitución cosas como ésta: “No hay ninguna solución para la cuestión palestina, excepto el Jihad (Guerra Santa), todas las iniciativas, propuestas y conferencias internacionales son en vano y constituyen una pérdida de tiempo”, es salirse de las reglas de la comunidad internacional y transitar por el camino del fundamentalismo, de la guerra y del terrorismo.

Para trabajar a favor de la paz en el Medio oriente, entorno geopolítico de gran complejidad donde dos pueblos luchan desde hace 60 años por la construcción y supervivencia de un estado democrático, Israel, y el derecho a la conformación de un Estado Palestino, es necesario evitar las posturas superficiales de incondicionalidad y de solidaridad automáticas que sólo contribuyen a agudizar el conflicto. Esta actitud lo que refleja en algunos no es otra cosa que una enorme miopía política, desconocimiento del orden internacional, así como el deseo de aliarse con nihilistas destructores. Para otros es cuestión de moda o simple banalidad. Como afirma Glucksmann, “en el Medio Oriente, no se lucha sólo para hacer respetar unas reglas del juego, sino para establecerlas”

* Publivado en www.analitica.com.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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Una respuesta a Edgar Cherubini Lecuna LA KEFIYA, LA SOLIDARIDAD Y LA MODA*

  1. Cecilia Rico dijo:

    De las piedras de David a los tanques de Goliat
    By José Saramago
    Este artículo fue publicado por primera vez hace algunos años. Su paño de fondo es la segunda intifada palestina, en 2000. Me atrevo a pensar que el texto no ha envejecido demasiado y que su “resurrección” está justificada por la criminal acción de Israel contra la población de Gaza. Por eso, ahí va.
    DE LAS PIEDRAS DE DAVID A LOS TANQUES DE GOLIAT
    Afirman algunas autoridades en cuestiones bíblicas que el Primer Libro de Samuel fue escrito en la época de Salomón, o en el período inmediato, en cualquier caso antes del cautiverio de Babilonia. Otros estudiosos no menos competentes argumentan que no sólo el Primero, sino también el Segundo Libro fueron redactados después del exilio de Babilonia, obedeciendo su composición a la denominada estructura histórico-político-religiosa del esquema deuteronomista, es decir, sucesivamente, la alianza de Dios con su pueblo, la infidelidad del pueblo, el castigo de Dios, la súplica del pueblo, el perdón de Dios. Si la venerable escritura procede del tiempo de Salomón, podremos decir que sobre ella han pasado, hasta hoy, en números redondos, unos tres mil años. Si el trabajo de los redactores fue realizado tras el regreso de los judíos del exilio, entonces habrá que descontar de ese número unos quinientos años, más arriba, mes abajo.
    Esta preocupación de exactitud temporal tiene como único propósito ofrecer a la comprensión del lector la idea de que la famosa leyenda bíblica del combate (que no llegó a producirse) entre el pequeño David y el gigante filisteo Goliat, está siendo mal contada a los niños por lo menos desde hace veinte o treinta siglos. A lo largo del tiempo, las diversas partes interesadas en el asunto elaboraran, con el consentimiento acrítico de más de cien generaciones de creyentes, tanto hebreos como cristianos, toda una engañosa mistificación sobre la desigualdad de fuerzas que separaba los bestiales cuatro metros de altura de Goliat de la frágil complexión física del rubio y delicado David. Tal desigualdad, enorme según todas las apariencias, era compensada, y luego revertida a favor del israelita, por el hacho de que David era un jovencito astuto y Goliat una estúpida masa de carne, tan astuto aquél que, antes de enfrentarse al filisteo, buscó en la orilla de un riachuelo que había por allí cerca cinco piedras lisas que se metió en la alforja, tan estúpido el otro que no se dio cuenta de que David venía armado con una pistola. Que no era una pistola, protestarán indignados los amantes de las soberanas verdades míticas, que era simplemente una honda, una humildísima honda de pastor, como ya las habían usado en inmemoriales tiempos los siervos de Abrahán que le conducían y guardaban el ganado. Sí, de hecho no parecía una pistola, no tenía cañón, no tenía barrilete, no tenía gatillo, no tenía cartuchos, lo que tenía era dos cuerdas finas y resistentes atadas por las puntas a un pequeño trozo de cuero flexible en la parte cóncava en la que la mano experta de David colocaría la piedra que, a distancia, fue lanzada, veloz y poderosa como una bala, contra la cabeza de Goliat, y lo derrumbó, dejándolo a merced del filo de su propia espada, ya empuñada por el diestro fundibulario. No por ser más astuto el israelita consiguió matar al filisteo y darle la victoria al ejército del Dios vivo y de Samuel, fue simplemente porque llevaba consigo un arma de largo alcance y la supo manejar. La verdad histórica, modesta y nada imaginativa, se contenta con enseñarnos que Goliat no tuvo siquiera la posibilidad de ponerle las manos encima a David, la verdad mítica, emérita fabricante de fantasías, nos acuna desde hace treinta siglos con el cuento maravilloso del triunfo del pequeño pastor sobre la bestialidad de un guerrero gigantesco al que, finalmente, de nada podía servirle el pesado bronce del casco, de la coraza, de las perneras y del escudo. Por lo que podemos concluir del desarrollo de este edificante episodio, David, en las muchas batallas que hicieron de él rey de Judá y de Jerusalén y extendieron su poder hasta la margen derecha del río Eufrates, nunca más volvió a usar la honda y las piedras.
    De las piedras de David a los tanques de Goliat
    Enero 9, 2009 by José Saramago

    Tampoco las usa ahora. En estos últimos cincuenta años han crecido de tal manera las fuerzas y el tamaño a David que entre él y el sobrancero Goliat ya no es posible reconocer ninguna diferencia, hasta se puede decir, sin ofender la ofuscadora claridad de los hechos, que se ha convertido en un nuevo Goliat. David, hoy, es Goliat, pero un Goliat que ha dejado de cargar pesadas y en definitiva inútiles armas de bronce. El rubio David de antaño sobrevuela en helicóptero las tierras palestinas ocupadas y dispara misiles contra objetivos inermes, el delicado David de otrora tripula los más poderosos tanques del mundo y aplasta y revienta todo lo que encuentra por delante, el lírico David que cantaba loas a Betsabé, encarnado ahora en la figura gargantuesca de un criminal de guerra llamado Ariel Sharon, lanza el “poético” mensaje de que primero es necesario aplastar a los palestino para después negociar con lo que reste de ellos. En pocas palabras, en esto consiste, desde 1948, con ligeras variantes meramente tácticas, la estrategia política israelí. Intoxicados por la idea mesiánica de un Grand Israel que realice finalmente los sueños expansionistas del sionismo más radical; contaminados por la monstruosa y enraizada “certeza” de que en este catastrófico y absurdo mundo existe un pueblo elegido por Dios y que, por tanto, están automáticamente justificadas y autorizadas, en nombre también de los horrores del pasado y de los miedos de hoy, todas las acciones propias resultantes de un racismo obsesivo, psicológica y patológicamente exclusivista; educados y entrenados en la idea de que cualquier sufrimiento que hayan infligido, inflijan o puedan infligir a otros, y en particular a los palestinos, siempre estará por debajo de los que sufrieron en el Holocausto, los judíos escarban interminablemente su propia herida para que no deje de sangrar, para hacerla incurable, y enseñarla al mundo como si se tratase de una bandera. Israel hizo suyas las terribles palabras de Jehová en el Deuteronomio: “Mía es la venganza, y yo les daré su merecido”. Israel quiere que nos sintamos culpables, todos nosotros, directa o indirectamente, de los horrores del Holocausto, Israel quiere que renunciemos al más elemental juicio crítico y nos transformemos en dócil eco de su voluntad, Israel quiere que reconozcamos de jure lo que para ellos es ya un ejercicio de facto: la impunidad absoluta. Desde el punto de vista de los judíos, Israel no podrá nunca ser sometido a juicio, dado que fue torturado, gaseado y quemado en Auschwitz. Me pregunto si los judíos que murieron en los campos de concentración nazis, esos que fueron masacrados en los pogromes, esos que se pudrieron en los guetos, me pregunto si esa inmensa multitud de infelices no sentiría vergüenza de los actos infames que sus descendientes están cometiendo. Me pregunto si el hecho de haber sufrido tanto no sería la mejor causa para no hacer sufrir a otros.
    Las piedras de David han cambiado de manos, ahora son los palestinos quienes las lanzan. Goliat está al otro lado, armado y equipado como nunca se ha visto a soldado alguno en la historia de las guerras, salvo, claro está, al amigo norteamericano. Ah, sí, las horrendas matanzas de civiles causadas por los terroristas suicidas… Horrendas, sí, sin duda, condenables, sí, sin duda, pero Israel todavía tiene mucho que aprender si no es capaz de entender las razones que pueden hacer que un ser humano se transforme en una bomba.
    Gaza
    By José Saramago
    La sigla ONU, todo el mundo lo sabe, significa Organización de Naciones Unidas, es decir, a la luz de la realidad, nada o muy poco. Que lo digan los palestinos de Gaza a quienes se les están agotando los alimentos, o se les han agotado ya, porque así lo ha impuesto el bloqueo israelí, decidido, por lo vistos, a condenar al hambre a las 750 mil personas registradas allí como refugiados. Ni pan tiene ya, la harina se ha acabado, y el aceite, las lentejas y el azúcar van por el mismo camino. Desde el día 9 de diciembre los camiones de la agencia de Naciones Unidas, cargados de alimentos, aguardan a que el ejército israelí les permita la entrada en la faja de Gaza, una autorización una vez más negada o que será pospuesta hasta la última desesperación y la última exasperación de los palestinos hambrientos. ¿Naciones Unidas? ¿Unidas? Contando con la complicidad o la cobardía internacional, Israel se ríe de recomendaciones, decisiones y protestas, hace lo que viene en gana, cuando le viene en gana y como le viene en gana. Ha llegado hasta el punto de impedir la entrada de libros e instrumentos musicales como si se tratase de productos que iban a poner en riesgo la seguridad de Israel. Si el ridículo matara no quedaría de pie ni un solo político o un solo soldado israelí, esos especialistas en crueldad, esos doctorados en desprecio que miran el mundo desde lo alto de la insolencia que es la base de su educación. Comprendemos mejor a su dios bíblico cuando conocemos a sus seguidores. Jehová, o Yahvé, o como se le diga, es un dios rencoroso y feroz que los israelíes mantienen permanentemente actualizado.
    Esta entrada fué posteada el Diciembre 22, 2008 a las 12:05 am y está archivado bajo El cuaderno de Saramago.

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