Humberto García Larralde CHÁVEZ

humberto-garcia-larralde-1Los resultados del referéndum sobre la enmienda constitucional ponen de manifiesto la formidable capacidad de Hugo Chávez para convertir cada consulta electoral en un plebiscito de dimensiones épicas en torno a su persona. No deja espacio para dudas de que el proyecto de la «revolución» bolivariana, su programa y su promesa de futuro, es el propio Chávez. Ya nadie discute la naturaleza del «socialismo del siglo XXI» o de sus proyectos definitorios: basta ahora con aguardar la próxima ocurrencia del Comandante en su programa Aló Presidente. Hace tiempo quedó engavetado  el «Congreso Ideológico» con que algunos ilusos de la izquierda postmoderna pensaban insuflarle aires frescos al «proceso». El Consejo de Ministros, órgano de coordinación y de toma de decisiones del Ejecutivo, dio paso a un cogollo de dirigentes del PSUV y de ministros —muchas veces la misma persona— que le hacen la corte. Es Chávez quien personalmente decide, otorga, crea y construye, amparado en la concentración y usufructo discrecional de los ingresos petroleros, en un marco de vacío institucional y de obsecuencia vergonzosa de los demás poderes que lo convierten en referencia única, imprescindible, a los ojos de amplios sectores del país.
El triunfo del «Sí» constituye un aldabonazo a la relación vertical, regimentada e incondicional que demanda Chávez de sus seguidores y que desea tener con la sociedad en general. Anticipo de ello es el PSUV, un partido carente de programa, de democracia interna, que aplasta cualquiera disidencia y organiza a sus militantes en batallones y patrullas que se uniforman de rojo para responder a las órdenes de Chávez. Su régimen interno es, en realidad, de naturaleza castrense y refleja la lealtad absoluta que privó entre caudillo y montonera en la Venezuela del siglo XIX. Como bien lo expresara, en entrevista a El Nacional, el dócil dirigente estudiantil oficialista, Robert Serra: «obedecería cualquier orden de Chávez, como fiel soldado»[1]. Asombra que tal relación no le presente serias angustias existenciales a quienes todavía se aferran a un imaginario de «izquierda» para justificar su postración ante un militar «Comandante en Jefe». 

El referéndum por la enmienda se enmarcó, para los chavistas, en la lucha maniquea, alimentada de simbolismos, a que han reducido la realidad. En ésta, los valores patrios propios de una venezolanidad pura, «quintaescencial», se enfrentan en conflicto mortal con los exponentes de la «anti-patria», enemigos históricos del Pueblo. La derrota de Chávez hubiese significado un retroceso de la Historia y, por antonomasia, la liquidación de los logros sociales –supuestas o reales- de su gestión. La destrucción de las instituciones le da credibilidad a este imaginario porque hace que cualquier beneficio aparezca como un favor de su graciosa y magnánima persona, incluyendo conquistas del período democrático de los últimos 40 años cuya paternidad también se arroga el Comandante. Su cultivada irreverencia frente a las élites empresariales, eclesiásticas, gremiales y académicas, y su irrespeto por toda consideración meritoria de quienes lo adversan –ofensas, insultos personales y descalificaciones de por medio- es la respuesta esperada por muchos venezolanos resentidos por el colapso de las promesas tejidas en torno a la «siembra del petróleo» y por la desidia de los últimos gobiernos. Representa la «dulce venganza» contra los responsables de sus males. Por ello los mensajes de odio proyectan a Chávez como campeón de los históricamente humillados y cimienta un lazo afectivo, una afiliación «natural» con sus seguidores que responde a las emociones, no a la razón. Chávez ES el Pueblo.

El ventajismo grosero que representó el uso descarado y masivo de los recursos del Estado para apoyar el «Sí», la intimidación de empleados públicos y vecinos para conminarlos a votar en ese sentido y la represión abierta de estudiantes y otros proponentes del «No» deben verse como una expresión del liderazgo así fomentado. Es, lamentablemente, un dato del sistema fascista que se intenta afianzar. Si bien estas prácticas deben ser denunciadas enérgicamente, el desafío para la alternativa democrática debe ir bastante más allá. Es menester desarmar el cepo ideológico, oscurantista, que le sirve de legitimación a las pretensiones desmedidas de poder de Chávez entre sus seguidores y que los lleva a votar, gustosamente, para que se instale una dictadura.

La defensa de la democracia venezolana requiere de la presentación de un proyecto alternativo de gobierno coherente y creíble, de profundo contenido social, que contribuya a desmantelar la noción según la cual sin Chávez todo está perdido, y que responda a las expectativas de justicia y libertad del pueblo. Las costuras que la corrupción, el desprecio por los derechos humanos, la ineficiencia y la desidia le han abierto a la propuesta política chavista ofrecen una oportunidad que no debe ser desaprovechada, más cuando la caída en los ingresos petroleros habrá de desnudar la impostura del clientelismo bolivariano. Existen numerosos estudios y propuestas de académicos y de otros analistas que esperan ser tomadas en cuenta. ¿Qué esperan los partidos para convocar a una gran jornada nacional para la construcción de una propuesta alternativa que sirva de plataforma para la derrota política de Chávez?

*Humberto García Larralde, economista, profesor de la UCV, humgarl@cantv.net

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[1] El Nacional, Pág 2, AL Día, 25/01/09.

 

 

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Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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