Al releer el libro Benesuela versus Venezuela. El combate educativo del siglo, escrito por José Luis Cordeiro, hace poco más de diez años, uno se reencuentra con el desolador diagnóstico de aquel entonces, pero con el agravante de soportar hoy en día un proceso político que pretende liquidar cualquier atisbo de pluralidad. La utilización de la palabra soportar no es casual. Buena parte de la sociedad democrática venezolana ha soportado el creciente número de violaciones a la Constitución Nacional, la instrumentalización de la justicia, el desconocimiento de la voluntad popular, la pérdida de la majestad presidencial. En fin, hechos que evidencian una clara deriva autoritaria y la imposición de un régimen socialista o, sin mayores florituras, comunista.
No obstante, en el ámbito educativo, miles de maestros, profesores, estudiantes, padres, representantes y autoridades, han hecho suya una palabra mucha más digna que soportar. Esa palabra es resistir. Y no es lo mismo soportar que resistir. Soportar se traduce en pasividad, en aceptar algo que molesta o, lo que es peor aún, en padecer lo impuesto por falta de referencias. Resistir en cambio exige plantearse nuevas opciones para oponerse, para ofrecer alternativas. Resistir es pensar, crear y actuar.
Mucho se ha hablado de las carencias de nuestro sistema educativo, lo cual resulta evidente una vez que analizamos las estadísticas y evaluamos cualitativamente nuestro capital humano, pero quizás vaya siendo hora de valorar el pluralismo político que disfrutamos los nacidos y educados en democracia. Un pluralismo que respetaba y protegía las convicciones y opciones vitales de cada persona y que evitaba que cualquiera de ellas pretendiera convertirse en la perspectiva oficial de la República. Un pluralismo cuya cara más visible ha sido, hasta ahora, la del movimiento estudiantil.
La amenaza de imponer una Ley Orgánica de Educación que facilite la aplicación del Curriculum Bolivariano o Curriculum Comunista es hoy una realidad, pero habrá que resistir más allá de la valiente presencia en las calles. Venezuela debe convertirse desde ya en una gran aula de clase. Un aula donde podamos aprender varias lecciones, pero en particular una ofrecida por un maestro conocido como Mahatma Gandhi: «Hasta a los gobiernos más despóticos les es imposible permanecer en el poder sin el acuerdo de sus gobernados. Es verdad que el déspota cuenta muchas veces, gracias a la fuerza, con el consentimiento del pueblo. Pero apenas el pueblo deja de temer la fuerza del tirano, su poder se derrumba».
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