El ministro de desarrollo humano de la India, Kapil Sibal se encuentra en estos días promoviendo cambios regulatorios para atraer y facilitar más inversión privada en la educación de su país, incluida inversión extranjera en la educación superior. Quiere que las mejores universidades del mundo se establezcan allí. Lo hace porque sabe que uno de los mejores negocios que un país puede hacer, es invertir masivamente en la cobertura y la calidad de la educación. Sabe también que esa es una tarea que trasciende por mucho las capacidades gerenciales y financieras de un gobierno. Por esa razón, busca formulas para incorporar más decididamente a toda la sociedad, incluido el sector empresarial privado y las organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro. Por eso busca trascender inclusive, las fronteras nacionales.
Kabil Sibal no es el único en saber el papel que el sector privado puede jugar en la educación. En algunos países como Chile, la mayor participación del sector privado en educación, que se ha dado en los últimos veinticinco años, ha contribuido notablemente a más que quintuplicar la oferta de programas de formación técnica y superior en ese país. También en Corea del Sur, esa otra nación obsesionada con la educación, ocurre otro tanto. La inversión privada está creciendo más aceleradamente que la pública.
En Venezuela el gobierno camina en dirección totalmente opuesta. Acorrala a los sectores no gubernamentales que han osado adentrarse en el negocio de la educación; los persigue, busca asfixiarlos, someterlos de distinta manera. Ve la educación no como un instrumento para la liberación de la pobreza y el desarrollo del país, sino como una herramienta para la dominación política e ideológica. Por lo tanto, quiere ejercer control monopólico sobre ella.
Será a un nuevo gobierno a quien le corresponda revertir esa tendencia. Deberá saber que si provee los marcos regulatorios adecuados, define políticas claras y supervisa los estándares de calidad, podrá y deberá estimular toda la participación privada que sea posible. Convencerlos, si hiciera falta, de que la educación es un buen negocio.
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