Cine VIOLENCIA, AMOR Y OTRAS COSAS

Enemigos públicos 1

Eran los tempranos años treinta del siglo pasado, en la mitad de la Gran Depresión. La crisis económica azotaba a los norteamericanos. Los grandes hombres de negocios habían fracasado en su intento de impedir el crack financiero que condujo al caos de toda la economía, a la recesión, al desempleo. En ese marco histórico, un hombre que había nacido en Indiana en los albores del siglo XX, huérfano de madre a los tres años y víctima de la violencia de su padre, se convertiría en una suerte de héroe popular que no se dedicaba al secuestro ni a las drogas ni a la extorsión sino a robar bancos, es decir, a los banqueros culpables de la crisis social y económica del país. John Dillinger era un delincuente pero también una leyenda, un hombre que no robaba a los pobres como hacían otros gángsteres de Chicago sino a los ricos. Un Robin Hood urbano que tenía una peculiar forma de redistribuir la riqueza: gastándola a manos llenas. Pero también fue la época de J. Edgar Hoover, quien buscaba convertir su Bureau de Investigaciones en una oficina federal: el FBI. El mismo que designó a Melvis Purvis como el hombre que habría de cazar al enemigo público número uno. Ese es el punto de partida de Michael Mann en su Enemigos públicos, suerte de homenaje al cine de gángsteres realizado con gran clasicismo narrativo y mucha fidelidad a la preceptiva básica del género, pero expresada desde una perspectiva contemporánea. Dillinger vuelve a la carga, esta vez con el rostro apasionado de Johnny Depp.

Este célebre bandido ha inspirado una decena de películas con suerte desigual y con varios intérpretes. Gracias a la delación de Anne Sage, rumana que regentaba un burdel en la capital de Illinois, la noche del 22 de julio de 1934 los agentes de Purvis esperaron a la salida del cine Biograph de Chicago —después de que Dillinger hubiese visto Melodrama en Manhattan, célebre película de la época, con Clark Gable; William Powell y Mirna Loy—y lo acribillaron cuando intentó resistirse. Su muerte avivó su leyenda pero sólo fue once años después, en 1945, cuando Hollywood comenzó a trabajar su figura en Dillinger, dirigida por el alemán Max Nosseck y protagonizada por Lawrence Tierney. De entonces a hoy, casi de forma espasmódica, su figura ha visitado las pantallas con distintos enfoques. La versión que entrega Mann revela un gran cuidado, a partir del guión coescrito con Ronan Bennett y Ann Biderman, en la reconstrucción de un período muy corto de su larga trayectoria: desde su fuga de una cárcel de Ohio en septiembre de 1933 hasta la noche de su muerte en el julio siguiente. En ese lapso Dillinger asalta bancos, incrementa su leyenda, se enamora de Billie Frechette y se enfrenta a Purvis, hasta que fue traicionado por Anne Sage.

Mann construye una historia que discurre con agilidad sobre la base de escenas de acción filmadas con detallismo elocuente y de la elaboración de un discurso romántico que vive con Billie. Dos polos opuestos de un mismo hombre. Violencia y amor. Lo cual alimenta la leyenda sin que exista la posibilidad de un desmentido histórico. El Dillinger que presenta el director de Collateral y Heat es un hombre dividido que lleva hasta sus últimas consecuencias cada acto de su vida, incluso a riesgo de delatarse ante la justicia. Una de las escenas más desconcertante es aquella que muestra la visita de incógnito del bandido a las oficinas del Bureau de Investigaciones y se permite bromear sobre el score de un partido de béisbol con algunos agentes. O aquella que narra la detención de Billie y la presencia desesperada del propio Dillinger, obnubilado por su desesperación, caminando en la calle y entre los policías, sin que éstos percaten de su existencia. Una conducta impulsada por su necesidad de retar a las autoridades y por su pasión hacia la chica que recibía los abrigos en un night club de Chicago.

Esa paradoja entre violencia y amor se expresa a través de tres factores narrativos. El primero se halla en la deslumbrante fotografía del italiano Dante Spinotti, que reproduce el estilo visual y la iluminación del cine de gángsteres de los años cuarenta, aunque con el uso contemporáneo del color. El segundo factor se encuentra en la excelente banda sonora, que además de los efectos especiales incluye la música compuesta por  Elliot Goldenthal, que también recrea el estilo de los blues de la época pero con instrumentación actual. Finalmente, las actuaciones de Johnny Depp y Marion Cotillard cubren la pantalla con puro sentimiento, de una manera intensa. Este Dillinger de Depp será recordado como uno de sus mejores trabajos interpretativos.

El único punto débil del film se evidencia, paradójicamente, en el guión de Bennett, Biderman y Mann, que no logra traspasar su fascinación por el personaje y no profundiza en los rasgos específicos de cada personaje. Por el mismo hecho de que se limita a menos de un año en la vida de Dillinger, echa de lado las causas que motivaron su carrera como asaltante de bancos. Tampoco el personaje de Billie está desarrollado. No conocemos su pasado ni por qué se enamora de un tipo peligroso. Incluso en ciertos personajes secundarios, plenos de significaciones, apenas percibimos ciertos detalles. Tal vez en Estados Unidos, donde ambos son leyendas del género, esto no haga falta. Pero baste recordar Bonnie & Clyde, mítica película de Arthur Penn de 1967, para encontrar un ejemplo de una historia contada de forma completa. A pesar de estas fragilidades, Mann logró un film que atrapa en ese homenaje al cine de gángsteres y de una leyenda indeleble.

ENEMIGOS PÚBLICOS (Public enemies), EEUU, 2009. Dirección: Michael Mann. Guión: Ronan Bennett, Michael Mann y Ann Biderman. Producción: Michael Mann y Kevin Mister. Fotografía: Dante Spinotti. Montaje: Jeffrey Ford y Paul Rubell. Música: Elliot Goldenthal. Elenco: Johnny Depp, Christian Bale, Marion Cotillard, Jason Clarke, Rory Cochran, Billy Crudup, Stehen Dorff y Stephen Lang. Distribución: UIP.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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