Uno de los mayores humanistas de todos los tiempos, George Steiner —que por 120 años siga pensando— escribe en Errata que la música es un infinito vacío repleto porque cada quien lo llena con lo que ella le sugiere, inspira o reprime. Muchos miles del culto pueblo alemán ideologizados por el nazismo liquidaron a millones de seres humanos inspirándose en la música clásica y tarareando a Wagner. Melómano por principio, Steiner, judío franco-universal, seguro que disfrutó mucho el concierto propiciado por Juanes en la Plaza de la Revolución habanera porque ciertamente junto a la interpretación monótona del rap carente de contenido que cantó un muy joven conjunto isleño, la sensación que deja la actual música cubana es la de que en verdad el son se fue de Cuba, con aquella su ternura, su sensualidad, sus raíces afroespañolas y caribeñas, su picardía transgresora. La hermosa trova cubana de los inicios también perdió su originalidad y esencia lírica.
Pero la inteligente estrategia de Juanes y quienes lo secundan permite apreciar entre compases, silencios, gritos y manos agitadas, que buena parte de la juventud y la sociedad cubanas desea integrarse al mundanal ruido de notas y letras personales, subjetivas, escritas en yo de pasiones íntimas, así sean cursis, en fin, contrarias a insulsas y pseudo solemnes piezas musicales de frases huecas. Quieren canto y vida sin paredes, muros ni fronteras ideológicas. No es casual que el artista Juanes insistiera en dirigirse expresamente a los “jóvenes”, vocablo que repitió sin cesar.
Ya es mucho que en efecto, un millón de jóvenes alegres aplaudan pasionalmente y en persona a Juanes y su equipo, como hace medio siglo sus abuelos y padres aplaudieron ciegamente a Fidel Castro quien comandó el asesinato local del divino y eterno son cubano.
Esta nueva posibilidad del mensaje verbalizado al aire libre, con el Che al costado pero no en el centro de la tarima , entre líneas libertario, puede abrir el camino para una limpieza de almas conscientes, capaces de expresar tanta represada energía creadora borrando al fin frases hechas, consignas memorizadas y mentirosas imágenes sacralizadas. Eso si el régimen que permisó el evento no se arrepiente.
Es una primera y ligera impresión, muy inmediatista, sobre este concierto interesantísimo, importante, sabio, sin dudas histórico, que marca muy fuerte a la nación cubana, dentro y fuera de la isla.