…y no es precisamente la de aquella Central de Inteligencia que se abrevia CIA. Tampoco es empresario de alguna compañía capitalista yanqui, vendepatria, agente del imperialismo, y mucho menos corrupto banquero bolivarista. No. El periodista y escritor Ariel Segal me recuerda al menos tres de sus antecedentes de marca literaria mayor, aunque deseamos intensamente que no lo agreguen de verdad-verdad a esa honorable celda virtual. Y sus acompañantes, entre otros, son:
Milan Kundera, quien por su obra La Broma, 1965, se vio obligado al exilio en Francia, perseguido por el régimen comunista checoslovaco. Luego, en 1978, publicó su magistral El libro de la risa y el olvido.
Martin Amis, polémico escritor inglés contemporáneo, marginado por muchos intolerantes debido a sus obras muy sarcásticas y crudas, en especial Koba el Temible, que describe al detalle los crímenes de Stalin durante el Terror Rojo, donde y cuando reir ante una simple referencia al supremo líder, costaba la vida.
Salman Rushdi, cuyos Versos Satánicos, 1988, de muy leve y fina ironía, está condenado al ostracismo perpetuo para que no lo desaparezca del mapa su verdugo, el fanatismo islámico.
No se sabe en cuál liceo, universidad o centro doctrinal se han formado algunos de los actuales componentes del llamado Alto Gobierno. Por lo que sería recomendable que para comenzar a lavar su cerebro de tanta cartilla colorada, leyeran estas obras mayores, precisamente durante esas interminables horas cuando se ven obligados a presenciar en vivo bostezo, cadenas presidenciales de risa obligatoria ante chistes ordinarios y más que ofensivos, degradantes.
Laureano Márquez no está solo. Estamos todos con él.