En España y en muchos países de Latinoamérica se designa cuco o coco a lo que en otros lugares se conoce como el viejo de la bolsa o el come niños, ese impreciso —pero eficaz— terror de la infancia con el que se nos amenaza cada vez que desobedecemos. Cuco (Cuculus canorus) es también ese pájaro de Europa Central que parasita en los nidos de otras aves y que los ornitólogos checos —debido a que la especie sufre una rápida disminución cuyas causas se ignoran— declararon como ave del año 2010.
Mira tú nomás, me dije, como lo que allá disminuye aquí aumenta. Debe de ser, supuse, por el cambio climático. Pero como quiera que una no puede andar conjeturando cosas así como así, me dediqué a buscar en Internet conceptos tan peregrinos como: invasión de nidos ajenos, ocupación de los ídem, expropiación, intrusión y toda otra palabra relacionada con lo que el cuco hace, es decir, ocupar los nidos de otras aves. Trascribo un párrafo: “Durante una temporada la hembra pone alrededor de 25 huevos en nidos ajenos, buscando especialmente los de los pájaros cantores, como el carricero, el petirrojo y el colirrojo real. El polluelo de cuco, inmediatamente después del nacimiento, desplumado, ciego, absolutamente indefenso, es capaz de empujar fuera del nido los huevos o las crías de los padres adoptivos. Si no lo hiciera, el cuco se vería en aprietos, porque no sabría competir por la alimentación con los demás polluelos y perecería de hambre”.
Pero, como ya he confesado, el sujeto de búsqueda era bastante peregrino y otro de los links que se abrieron fue: Pisos ocupados en Barcelona, España. Mira tú nomás, me dije, como en todos lados se cuecen habas, quién hubiera dicho que también en el Primer Mundo andaba el cuco haciendo de las suyas.
Los barceloneses llaman a la ocupación de viviendas “vivir de patada” debido a que para entrar a los pisos sociales públicos que llevan hasta nueve años vacíos (el énfasis es mío) la emprenden a patadas contra las puertas. A medida que iba abriendo diferentes links se me fue complicando la cosa, parecía cosa de magia, porque al final vino a resultar que del cuco asusta niños al cuco pájaro se estableció una serie de vasos comunicantes en la cual las expresiones “vivir de patadas”, “amenaza cuando desobedecemos”, “parasitar en nidos ajenos” terminó por configurar un piélago en el que me perdí.
Mira tú nomás, me dije, como el que mucho abarca poco aprieta, así que delimité mi búsqueda y volví a la etimología de la palabra cuco o coco. Según lo señala Arturo Ortega, la palabra surge por primera vez en el Cancionero de Antón de Montoro, en 1445. O sea, parece que el asusta niño, coco o cuco, vino a Latinoamérica desde la Madre Patria.
Claro que una cosa lleva a la otra y la expresión Madre Patria me llevó a preguntarme si nosotros, sus ex hijos, íbamos a seguir, a estas alturas, copiando sus patrones de conducta, me refiero a las conductas cuqueriles. Pero sin que tuviera tiempo de responderme, otra ventana se me abrió en la cabeza y me acordé del Horóscopo Chino y de sus años simbolizados por animales. No pude averiguar por qué los chinos, tan sabihondos ellos, no le dedicaron al cuco uno de los años, será por falta de perspectiva, me dije. El Horóscopo Chino me llevó al Libro de las Mutaciones o I Ching y a sus sesenta y cuatro exagramas que representan todas las posibilidades que pueden acontecer en una vida, desde el nacimiento hasta la muerte. No encontré ninguno relacionado con ocupación, invasión o expropiación de nidos ajenos. Entonces se me ocurrió preguntarle a El Libro de las Mutaciones qué podía significar que el 2010 haya sido declarado año del cuco. Me salió el hexagrama 36, El oscurecimiento de la luz, cito lo esencial: (…) “Surge de ello una enseñanza para quienes en época de tinieblas no pueden abandonar su sitio. Junto a una invencible perseverancia en lo interior deben duplicar su cautela hacia fuera para sustraerse al peligro.” ¡Vaya con el año del cuco, habrá que cuidar los nidos!, me dije.