Fina Torres le apuesta fuerte a los personajes femeninos. Aun más: pone todo su interés en la rebeldía de mujeres en situaciones decisivas. Lo hizo en su celebrada Oriana (1985), lo repitió en Mecánicas celestes (1995), lo reiteró en Las mujeres arriba (2000) y ahora lo replantea en Habana Eva, una coproducción entre Cuba y Venezuela que tiene dos protagonistas ubicadas en dos niveles. En el primero se halla Eva, una chica que quiere ser diseñadora de moda en la sociedad cubana contemporánea, y el segundo La Habana, la ciudad donde habita y sobrevive como costurera en medio de las restricciones de la burocracia. Ser humano y hábitat que parecen correr paralela y autónomamente, pero cuyas trayectorias se entrecruzan. Pero lo más importante del film de Torres es que profundiza en la necesidad femenina de liberarse de los cánones tradicionales, ya sea en el trabajo y en los prejuicios sociales y, sobre todo, en la afectividad. Eva es una mujer en proceso de transformación íntima e impostergable como la sociedad donde trascurre su rebeldía.
El personaje de Eva se desarrolla a través de las relaciones que establece. Por una parte se encuentra su gran amiga Teresa, una chica que gana más por una noche de diversión que todo el sueldo mensual de Eva como obrera. Por la otra se halla Ángel, su novio de años, comprensivo, honesto y solidario pero sin ambición. Un poco más allá se ubican sus compañeras de la fábrica, más pendientes de la telenovela de moda que de las limitaciones del trabajo y las imposiciones de sus maridos. En medio de estas condiciones se presenta Jorge, un joven turista nacido en Cuba cuyos padres lo llevaron a Venezuela a los 6 años. Es evidente el surgimiento del romance con Jorge aunque ella mantenga su relación con Ángel. Surge el gran dilema. Dicho de otra forma, el recién llegado se convierte en el detonante de las transformaciones de Eva. Todo cambia: el amor, el trabajo, la amistad, la familia. Los sueños comienzan a materializarse. Devienen en el territorio de lo posible. Y Eva toma sus propias decisiones desafiando lo que se espera de ella. ¿Por qué debe elegir entre uno y otro hombre?
Sobre la base de esta historia, Habana Eva teje algunas reflexiones sobre la femineidad en un mundo determinado por el control —del amor, de la familia, del proceso productivo, de lo aceptado— con un estilo realista matizado por un tono fantástico en algunas de sus secuencias. Viéndola recordé a ratos la hermosa Jules et Jim (1962), pequeña joya de la nouvelle vague firmada por un joven François Truffaut, aunque en rigor el film de Torres evade el carácter trágico de la película francesa. Más bien le otorga alegría y esperanza al viejo trauma del triángulo amoroso. Pero también me hizo recordar Doña Flor y sus dos maridos y Gabriela, clavo y canela, novelas inolvidables del brasileño Jorge Amado en las que la exaltación del amor y la sensualidad se convierten en herramientas de la liberación personal. Porque la opción de Eva es completa y celebrativa, ajena a la tragedia. Es una mujer que exige, que sabe lo que quiere y que no renuncia a su felicidad.
La película vive dos grandes momentos. En el primero propone los elementos básicos de la trama y las características de los personajes de una manera convencional, muy al estilo de la comedia romántica tradicional, casi de forma predecible. El malecón, La Víbora, el hotel Sevilla, La Habana Vieja, el Parque Central, se despliegan en la pantalla como postales de una ciudad que se niega a morir a pesar del deterioro. El plateado Audi del capitalista Jorge contrasta con el viejo cacharro del socialista Ángel. La audacia moral y ética de Teresa destaca sobre la mediocridad de las trabajadoras de la fábrica. La ambición de Eva se centra en su sueño de diseñar su propia moda en un país donde todo es igual.
Pero en la segunda mitad de la película la trama cambia considerablemente y se torna más osada, más trasgresora y recurre a elementos fantásticos que hablan del futuro de unos seres humanos y de una sociedad. La transformación de Teresa en ángel guardián de Eva, la presencia de dos ancianas tías que expresan un pasado que persiste en la memoria colectiva y la conformación de una situación de enfrentamiento a las normas constituyen los factores que enriquecen notablemente la película. La historia plantea interrogantes que cada cual puede responder. En la Cuba de hoy, donde los cambios sociales están en marcha más allá de las directrices políticas, hay una mujer que entiende que sus sueños y deseos pueden ser realidad. Una metáfora no sólo hermosa sino necesaria.
Impresiona el rigor técnico de Habana Eva, desde la fotografía de Héctor Ortega, realizada en video de alta definición pero que parece 35 mm, con gran belleza plástica y expresiva, hasta la conformación de la banda musical con expresiones musicales urbanas y contemporáneas, que exponen la movida rebelde de la juventud habanera. La actuación de la venezolana Pratriki Maduro como Eva es sólida, convincente, con mucha fuerza interior, como lo es también la de la cubana Yuliet Cruz como Teresa. Ambas constituyen el eje femenino que mueve la trama. En cambio, las interpretaciones del venezolano Juan Carlos García como Jorge y el cubano Carlos Enrique Almirante como Ángel son correctas pero sin brillo. Es evidente que las actrices dominan por completo la historia.
El cuarto largometraje de Torres mantiene la coherencia con sus filmes anteriores, aunque el tono de su Oriana haya sido marcadamente dramático, a diferencia de Mecánicas celestes y Las mujeres arriba. La comedia le brinda la oportunidad de ser imaginativa y en el caso de Habana Eva le permite además ser celebradora del amor y la vida.
HABANA EVA, Cuba y Venezuela, 2010. Dirección: Fina Torres. Guión: Jorge Camacho, Julio Carrillo y Fina Torres. Producción: Delfina Catalá, Marcos Mundaraín, Fina Torres y Camilo Vives. Fotografía: Héctor Ortega. Montaje: Robin Katz. Música: Bárbara Cohen. Elenco: Prakriti Maduro, Yuliet Cruz, Juan Carlos García, Carlos Enrique Almirante, entre otros. Distribución: Cines Unidos.
Me parecio fresca, inteligente, Latina y muy bien lograda. La fotografia es excelente. La Habana a pesar de sus males tiene ese encanto caribeño que embruja. Mucha gente la rechaza por ser filmada en Cuba, pero no toca la politica para nada. Una pelicula que extrae una sonrisa al mas aburrido de los seres, la recomiendo sin duda…