Mucha gente, sobre todo del lado del chavismo, dicen con frecuencia que la mayor debilidad de la llamada oposición es su falta de líderes. La verdad es que si algún sector muestra una aguda carencia de liderazgo es el chavismo, y no precisamente la oposición.
En efecto, nadie puede poner en duda los atributos liderescos de Chávez. Con ellos logró imponerse en 2008, en las elecciones que por primera vez lo pusieron en Miraflores. Fueron esas dotes de líder las que calaron en los votantes, especialmente en los estratos más pobres, pero también en densos sectores de clase media, y hasta en algunos representantes de la alta burguesía criolla, de los medios intelectuales y de los económicos. Terreno abonado para esos atributos fue el estruendoso fracaso de los partidos AD y Copei, que habían convertido en un desastre la democracia conquistada en 1958.
Pero el liderazgo de Chávez está hoy en franco declive. Muy pronto millones de venezolanos de la clase media y de sectores de más arriba cayeron en el desencanto y se descubrieron engañados por el nuevo caudillo. En los sectores populares, en particular en los estratos más pobres, el desengaño ha sido más lento, pero ya es detectable. La caída del chavismo en las cifras de votos en las sucesivas elecciones es indesmentible. Y como de ese lado el único líder existente ha sido el propio Chávez, es obvio que el chavismo se va quedando irremediablemente sin liderazgo.
En cambio, en los diversos sectores de la oposición ha sido lo contrario. Allí han surgido líderes jóvenes, con un pensamiento novedoso, que se han ido arraigando nacional, regional o localmente. Incluso en los viejos partidos el liderazgo tradicional, en gran parte responsable de lo que ha ocurrido en la última década, se ha retirado a rumiar su fracaso, y ha dado paso a jóvenes dirigentes forjados al calor de los hechos, que han sabido asumir sus funciones con dignidad e inteligencia. Lo cual ha ocurrido también en los nuevos partidos y demás agrupaciones políticas surgidos al paso de los acontecimientos.
Sólo es de esperar que esos nuevos líderes asimilen cabalmente las lecciones de la historia, de la presente y de la pasada. Uno de los más notorios defectos de la dirigencia política venezolana ha sido su improvisación y la forma olímpica como se ignoran las lecciones de la historia. Los políticos venezolanos, con muy contadas excepciones, han sido soberanamente incultos, y han exhibido un verdadero horror al estudio y a la lectura. Se han dado sólo al disfrute de los beneficios del poder cuando lo han tenido, o a la búsqueda afanosa del mismo.
Si nuestras nuevas generaciones políticas superan esos vicios y defectos, y se preparan para las funciones de gobierno, podremos tener la convicción de que nuestro país entrará, de verdad, en una nueva etapa.
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