«Baby, you’re a richman, baby, you’re a richman… too», cantaban The Beatles a finales de los años sesenta del siglo pasado. Con este estribillo concluye de manera irónica la nueva película de David Fincher que acaba de recibir los cuatro mejores premios de la Asociación de Críticos de EEUU: película, director, guión adaptado y actor principal. Narra una historia de la vida real que parece una fantasía juvenil. No hace una década, apenas a finales de 2003, un estudiante de Harvard llamado Mark Zuckerberg dio los primeros pasos de una idea precaria y limitada al principio —trasladar la data de los miembros de su universidad a la red— y luego totalmente transformadora de las relaciones humanas en el siglo XXI llamada Facebook. Todo indica que aquel muchacho no sabía entonces los alcances de su idea, pero en algo así como cinco años se convirtió en el multimillonario más joven de la historia. «Baby, you’re a richman.. now». Este es el punto de partida de La red social, apasionante film que se ha convertido en un fenómeno en sí mismo al contar la historia del muchacho que puso de moda “hacer amigos” en todo el mundo —más de 500 millones de usuarios actualmente— aunque él mismo haya padecido severos problemas de relación personal y de adaptación social. Es, además, un estudio de la codicia en todas su formas y no sólo en el plano económico. La codicia convertida en obsesión por el éxito a cualquier precio. La batalla por el dominio de las redes sociales ha dejado muchos cadáveres en el camino. No, no es un documental ni un reportaje de televisión, sino una obra de ficción… aunque no demasiado.
La película goza de un montaje excelente que alterna dos momentos de la historia y ofrece sendas vertientes argumentales claramente definidas. Por una parte se encuentra la recreación del nacimiento de Facebook en enero de 2004, a partir de la travesura de un muchacho judío que en un alarde de inteligencia inútil había roto la posibilidad de ligar con una muchacha. Un resentido afectivo —el guión no cuenta mucho sobre su pasado— que pretendía exponer a las “chicas más buenas” de la universidad y que encontró cierto apoyo financiero en su amigo Eduardo Severin para catapultar una idea tan sencilla hasta los cielos del estrellato. Por la otra —la más importante— se ubica la responsabilidad ética de quienes crearon y manejan la red que amenaza a Google —si no la ha superado ya— en su capacidad para establecer vínculos verdaderamente globales y a la vez particulares.
La primera línea narrativa constituye la anécdota del film, ya conocida, es decir, plantea la menos sorprendente de sus historias. Mucho se ha especulado y discutido alrededor de la personalidad de Zuckerberg y son vox populi los problemas generados a partir de su ambición, más allá del dinero. No obstante, la capacidad narrativa de Fincher —realizador de Seven (1995), El club de la pelea (1999) Zodíaco (2007) y El extraño caso de Benjamin Button (2008)— convierte esta historia más o menos conocida en un sorprendente estudio de la personalidad de un “multimillonario accidental” y las condiciones de su entorno. Lo hace gracias al guión de Aaron Sorkin —escritor de la memorable Juegos de poder (“Charlie Wilson’s war”, 2007) de Mike Nichols y de 154 episodios de la muy aguda serie de televisión The West Wing— que adapta la novela de Ben Mezrich e indaga no sólo en el proceso de gestación de Facebook sino en las acciones legales desplegadas después entre los personajes medulares de la trama. Un edificio dramático muy bien construido con traiciones, venganzas y toda suerte de pasiones al estilo de Shakespeare. Tiene un componente adicional: el resentimiento social entre los miembros privilegiados de Harvard, que constituyen una suerte de aristocracia del dinero y del conocimiento, y los estudiantes que se han abierto paso en un mundo cada vez más duro y competitivo.
Aquí interviene la segunda vertiente de La red social, aquella que se sumerge en las limitaciones y las desmesuras del grupo de jóvenes que pusieron en marcha un vínculo —que une seis años después a millones de personas— para impulsar sus expresiones sin ningún tipo de obstáculos. Podría decirse que Facebook conforma el estandarte de la libertad, el instrumento que brinda conexiones a millones de seres humanos sin voz en el mundo de la comunicación global, la expansión sorprendente de la comunicación individual en un espacio colectivo. Sin embargo, esas no fueron las intenciones de Zuckerberg ni de su amigo financista Eduardo Severin ni de Sean Parker, famoso creador de Napster. Para unos era simplemente un negocio y nada más. Para el chico genial y malhumorado era algo más personal. Es obvio que Factbook se convirtió en una de esas ideas que se les va de las manos a sus creadores. No sospecharon que usted, yo, el vecino y cualquiera podemos estar conectados en este momento con nuestra comunidad de “amigos” sin que hayamos cruzado una palabra antes. Paradojas del mundo contemporáneo. Lo medular de Red social se ubica en la confrontación entre los valores de la libertad de expresión y los alcances de la responsabilidad ética.
Llama la atención que el film de Fincher es esencialmente masculino. Sus personajes principales son muchachos en pugna o en franca relación de semejanza. Celos y lealtades, traiciones y condescendencia tejen una red de odios y amores entre Zuckerberg y su primer socio Eduardo y entre aquel y su nuevo socio Parker. Son relaciones afectivas y competitivas entre hombres, con algunos rasgos misóginos e incluso homosexuales. En la historia las chicas conforman una especie de excusa argumental, un ornamento oportunista, una muestra casi tópica de la población femenina. Salvo Erika Albright, la primera chica que rechazó a Zuckerberg, más dueña de su dignidad. La misma a la que el genio sin inteligencia emocional sigue tratando de convertir en su amiga para obtener su reconocimiento.
Jesse Eisenberg construye fantásticamente el personaje de Zuckerberg y se convierte en el dueño de la atención del público, con garra y dominio, acompañado de manera notable por Andrew Garfield como Severin, el gran amigo traicionado por Zickerberg, y Justin Timberlake como Parker, su propulsor de negocios.
La red social es un film prominente en el plano conceptual, de realización y de interpretación, con un raro equilibrio entre realidad y ficción. Cuando salimos del cine sentimos que acabamos de ver algo en pleno desarrollo, con un ritmo que nadie puede controlar y con consecuencias aún incalculables.
LA RED SOCIAL (“The social network”) EEUU, 2010. Dirección: David Fincher. Guión: Aaron Sorkin, adaptación de la novela “The Accidental Billionaires”, de Ben Mezrich. Producción: Dana Brunetti, Ceán Chaffin, Michael De Luca, Scott Rudin. Fotografía: Jeff Cronenweth. Montaje: Kira Baxter, Angus Wall. Música: Trent Reznor, Atticus Ross. Director de Arte: Curt Beech, Keith P. Cunnimgham. Elenco: Jesse Eisenberg, Andrew Garfield, Max Minghella, Justin Timberlake. Distribución: Cinematográfica Blancica.
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