A sus casi 81 años, Clint Eastwood manifiesta una actitud de búsqueda creativa poco usual al abordar en Más allá de la vida un tema tan difícil como la existencia después de la muerte. Lo hace desde una perspectiva más humana que fantástica. El trigésimo primer largometraje dirigido por este actor, director y músico californiano propone un significativo giro temático en su trayectoria pero mantiene su estilo narrativo fundamentado en el realismo. Marie Laley, periodista de la televisión francesa, estuvo a punto de morir durante el tsunami que asoló el sur de Asia a finales de 2004 y asegura haber visto algo diferente cuando fue arrastrada por las aguas. En Londres Jacky, madre soltera, drogadicta y perseguida por el Servicio Social británico, pierde a Jason, uno de sus gemelos de diez años en un accidente de tráfico, y Marcus, el otro chico, siente que su hermano sigue vivo. En San Francisco George, obrero de la construcción, tiene el don de comunicarse con los muertos, de leer los pensamientos y tener visiones pero se siente prisionero de esa condición. Se niega a explotarla comercialmente. Este hombre significará la posibilidad de encontrar respuestas y consuelo para esas dos mujeres. Los personajes construyen sus propias historias hasta converger en un punto dramático muy alto. Una película para gente que no cree en el más allá pero siente curiosidad sobre la forma como los seres humanos mantenemos la esperanza hasta en los peores momentos.
Escrita por el inglés Peter Morgan —reconocido por sus guiones de Frost contra Nixon, La reina y El último rey de Escocia, entre otros—, Más allá de la vida establece como personajes principales a la periodista parisiense, al chico londinense y al trabajador californiano, pero no se limita a ellos. Por el contrario, corre el riesgo de la complejidad y amplía su rango de acción hacia las periferias afectivas de cada uno. Las experiencias sentimental y profesional de Marie Laley surgen como el marco de su frustración y como el estímulo de sus dudas ante lo desconocido. Simultáneamente, la muerte de su hermano significa para Marcus la pérdida de la persona más cercana a sus emociones —más que su madre, en constante rehabilitación hospitalaria— en un torbellino de pobreza y acoso social que parece condenarlo a lo peor. En otro espacio diferente y distante, la necesidad de ser normal se convierte en una obsesión para George, quien busca una relación amorosa sin atreverse a “leer” la mente de la mujer que le atrae, quien a su vez necesita de forma casi desesperada creer en alguien. Son seres humanos en conflicto con sus emociones más internas e intransferibles.
Eastwood tuvo el buen tino de narrar su película en inglés (tanto el norteamericano como el británico) y francés, los idiomas que hablan sus personajes, como énfasis de su estilo realista, Algo que no es nuevo en su filmografía si recordamos Cartas desde Iwo Jima (2006), totalmente hablada en japonés. Lo cierto es que trabaja este tema fantástico como un drama de triple vertiente de una forma delicada e inteligente, sin incurrir en excesos ni hace concesiones a la sensiblería. Toma algunos riesgos como narrador y permanece al borde de la desmesura, pero el film logra un equilibrio dramático muy bien sustentado.
En primer lugar, en el trabajo guionístico de Morgan, que distribuye sus historias de forma paralela pero afín con un diseño de personaje prolijo y rico en detalles. La historia medular, repartida en tres líneas argumentales, se nutre de subtramas que enriquecen el planteamiento. Las interioridades del mundo de la televisión francesa, con sus dudas y fragilidades, sumadas a la vida afectiva de la periodista, conforman un punto de interés no desdeñable. Las pequeñas hazañas de los niños ingleses para proteger a su madre realmente conmueven. Y las clases de cocina que toma George hablan de su necesidad de ser normal, aunque cortar un tomate parezca algo tan complejo.
Después, en las actuaciones sobresalientes del estadounidense Matt Damon, la belga Cécile de France y el niño inglés Frankie McLaren, integrantes de un elenco muy compacto, como corresponde cuando un actor dirige a otros actores. Cada personaje tiene el rostro y los gestos adecuados. Son intérpretes que expresan sus personaje desde adentro, tanto los principales como los secundarios. Todos tejen una red de emociones y definiciones dramáticas.
Finalmente, en la magnífica capacidad de realización de Eastwood. Se mantiene fiel a su estilo narrativo y le añade una espectacularidad que no rompe con la coherencia de la obra. Esa sobriedad define que se trata de una película que no pretende especular sobre el tema metafísico sino plantear los problemas reales de la gente que está en este mundo, con sus problemas y necesidades, y no detrás de la muerte. Habría que destacar también los altos valores de producción, entre los que se destaca el trabajo armónico de sus habituales colaboradores: el director de fotografía Tom Stern, el montador Joel Cox y el director de arte James Murakami. El propio Eastwoood compuso la banda musical, evocadora de misterios.
Muchos espectadores se sorprenderán con un tipo de tema no común en estos días y menos en un realizador de obras como Invictus, Río Místico o Los puentes de Madison. Algunos saldrán desconcertados de la sala, incluso. Pero quedará en ellos el sabor de algo incierto pero palpable, si es que eso es posible.
MÁS ALLÁ DE LA VIDA (Hereafter), EEUU, 2010. Dirección: Clint Eastwood. Guión: Peter Morgan. Producción: Clint Eastwood, Steven Spielberg, Kathleen Kennedy y Robert Lorenz. Fotografía: Tom Stern. Montaje: Joel Cox, Gary Roach. Música: Clint Eastwood. Director de arte: James J. Murakami. Elenco: Matt Damon, Cécile De France, Frankie McLaren, George McLaren, Jay Mohr, Bryce Dallas Howard, Thierry Neuvic. Distribución: Cinematográfica Blancica.
Acabo de ver «Más allá de la vida» (2010) «Hereafter» (titulo original) y aunque me ha gustado no he podido evitar la comparación con «Babel» (2006), Dos directores distintos con buenas propuestas cinematograficas que aunque parecidas, entretienen, hace meditar al espectador y tambien sentir cosas muy fuertes. La música de Babel esta mejor que la de Hereafter, desde mi subjetivo punto de vista. Me gusto ucho su articulo, espero tenga muchos exitos, saludos fraternales desde Trujillo, Perú.