La pasión define a los personajes de El secreto de sus ojos, cinta argentina coescrita y dirigida por Juan José Campanella, que ganó el Oscar a la mejor película en lengua extranjera en 2010. Es lo esencial en ellos, lo que permanece, mientras que todo lo demás es accidente, como dice el oficial de tribunales Pablo Sandoval, interpretado por Guillermo Francella: “El tipo puede cambiar de todo, de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión”.
El personaje al que se refiere es Isidoro Gómez (Javier Godino), autor del crimen pasional —violación y asesinato por celos— de Liliana Coloto (Carla Quevedo), novia de pueblo a la que reencuentra felizmente casada con otro en la capital. La investigación del hecho se convierte en una obsesión para el primer oficial de tribunales Benjamín Espósito, interpretado por Ricardo Darín, un hombre enamorado del amor, que ama con la imaginación y que por ende es cautivado instantáneamente por el cadáver de la mujer que imagina que pudo ser Liliana. También por la manera como la amaba Ricardo Morales (Pablo Rago), su marido, quien es movido por ello a emprender un plan de búsqueda y venganza del asesino marcado por la enfermedad del amor que lo sigue consumiendo aun después de la muerte de su esposa.
Si la pasión amorosa lleva a Espósito a hacer de la causa de Morales una cruzada personal, lo paraliza en cambio frente a la joven doctora Irene Menéndez Hastings (Soledad Villamil), su jefa en el tribunal, aunque a ella, a pesar de estar comprometida en matrimonio con un hombre de la oligarquía a la que también pertenece, le mueve el piso la forma de ser de su subordinado y manifiesta lo que siente con claridad suficiente como para darse a entender. Por eso lo ayuda a seguir con la investigación de un caso cuyo archivo fue ordenado y en el que se topan con los grupos formados clandestinamente para liquidar a los militantes de la izquierda revolucionaria en Argentina desde antes del golpe de estado de 1976.
Que el relato sobre el inicio, detrás de la fachada de la democracia, de los crímenes cometidos por las fuerzas de seguridad quede así diluido en una mezcla de misterio con drama romántico ha sido una razón por la cual El secreto de sus ojos ha sido criticada.
Sin embargo, no sólo de los antecedentes del genocidio de la dictadura y de los obstáculos para el castigo de los culpables trata la cinta sino también de la dificultad de hablar de eso en el momento en que sucedía y de recordarlo en el presente, puesto que borrar ese pasado fue uno de los objetivos a largo plazo del terror sembrado por el régimen militar. Hay un chiste macabro al respecto: a una máquina de escribir en el juzgado no le funciona la A, letra de las siglas del grupo paramilitar por el que Gómez fue reclutado, Alianza Anticomunista Argentina, Triple A. Un lapsus al escribir una nota, al despertarse en medio de la noche en la época actual, indica que el problema ha calado hasta el inconsciente de Espósito, y sigue allí.
Lo que el relato tiene de novelesco, con eso de las pasiones, intenta ser justificado además porque está representado en la película como una novela mala que escribe el funcionario 25 años después aunque con la misma máquina sin A. La jubilación hace que le llegue el momento de confrontarse con lo que representó para él la causa de Morales y el tiempo de aquel crimen, y le permite acercarse de nuevo a Irene con el pretexto del libro. El filme plantea así que la memoria reprimida no retorna por razones históricas abstractas, mucho menos por mandato de un “prohibido olvidar”, por más justa que sea esa exigencia. Eso puede ocurrir o no colectivamente, pero sucede en la cinta por causas que lo vinculan con la vida de cada personaje, y cada uno recuerda de la manera que lo reclaman su experiencia de lo que fue vivir esa época, y sus pasiones del ayer y del presente, o no lo hace por causas igualmente individuales de esa “distracción”, como dice Espósito porque le ha sucedido.
Además cada quien se vale de una manera distinta del pasado. Al llegar al desenlace de la investigación, unos planos muestran al protagonista entre rejas, como dando a entender que los momentos culminantes de su vida han sido aquellos en los que ha estado atrapado por la obsesión de dar con el autor del asesinato de la mujer de cuyo amor estuvo enamorado, al igual que se halla cautivo aún del amor no consumado por Irene. No menos prisionero del recuerdo de su amada y del deseo de “justicia” sigue estando hasta entonces Ricardo Morales. Pero los personajes pueden quedar encadenados a perpetuidad al pasado, o indagar para saldar cuentas, librarse de él y cambiar como individuos. Eso lleva a afinar la crítica: si en la película hay una concepción atrofiada de la historia, que la reduce a un novelón romántico y de misterio, con todos los clichés del caso, se constata a través de ello que la nación capaz de forjar su propio destino, siendo consciente del pasado para transformar el presente, no es más que otra ficción. Si el filme no va por allí no es culpa del cine sino de la derrota de los que cultivaron esa utopía en la década de los años setenta y fueron masacrados por ello.
Hay también en El secreto de sus ojos un planosecuencia en el que la cámara llega volando a un estadio de fútbol en pleno partido, encuentra a Espósito y a su compañero en las gradas, quienes están allí a la búsqueda de Isidoro Gómez, y los sigue cuando descubren y persiguen al asesino de Liliana Coloto hasta los baños, primero, y luego hasta la cancha. El filme hace manifiesta así otra pasión: la de hacer un cine que cautive por su dominio de la técnica.
El problema es que el progreso del que se quiere hacer gala de esa manera está acompañado de una atrofia del lenguaje. Prueba de ello es que la pasión amorosa funciona narrativamente en el filme como una causalidad mecánica. Hasta los lapsus de Espósito son análogos a las fallas de una máquina, como se dijo. La cinta es por tanto tan prisionera del pasado de Hollywood como sus personajes son cautivos de las pasiones que los mueven. En ella se recurre una forma de narrar que permite contar con claridad una historia, y hacer una serie de planteamientos sobre el pasado y la memoria que pueden ser comprensibles para el público sin exigir demasiado esfuerzo. Pero ello es posible porque la explicación de la forma de actuar de los personajes se basa en una “psicología” de brocha gorda que excluye cualquier otro tipo de consideraciones acerca de ellos. ¿Acaso puede tomarse como algo serio que las pasiones sean la esencia de las personas y lo demás accidente, como dice Sandoval?
EL SECRETO DE SUS OJOS
Argentina-España, 2009
Dirección y montaje: Juan José Campanella. Guión: Juan José Campanella, Eduardo Sacheri, basado en la novela La pregunta de sus ojos de Sacheri. Producción: Juan José Campanella, Mariela Besuievski, Carolina Urbieta. Fotografía: Félix Monti. Sonido: José Luis Díaz Ouzande. Música: Federico Jusid, Emilio Kauderer. Elenco: Ricardo Darín (Benjamín Espósito), Soledad Villamil (Irene Menéndez Hastings), Guillermo Francella (Pablo Sandoval), Pablo Rago (Ricardo Morales), Javier Godino (Isidoro Gómez), Carla Quevedo (Liliana Coloto). Duración: 129 minutos. Formato: Redcode RAW con intermedio digital, exhibido en 35 mm anamórfico, 2,35:1, color, Dolby Digital.