Silvia Dioverti OBAMA OSAMA

Cada cual en este mundo
cuenta el cuento a su manera
y lo hace ver de otro modo
en la mente de cualquiera.

La tirana

“Tite” Curet Alonso

Bendito aquel que tiene un trono, bendito aquel que tiene una silla,

¡ay de aquel que no tiene dónde sentarse!

George Ivanovich Gurdjieff

 

Mucho tiempo antes y mucho tiempo después de que se publicara A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, de Lewis Carroll, antes también de que J.L. Borges escribiera: Yo que sentí el horror de los espejos, lo especular ha jugado y juega en nuestras mentes con su poder de inversión. Como el libro (Jabberwocky) que Alicia encuentra al pasar del otro lado del espejo y que solo puede ser leído si se lo refleja en él, la lectura de la realidad tiene también sus artimañas, sus lecturas invertidas.

No sé qué malestar me produjo, y me produce todavía, que los marines echaran el cuerpo de Osama al mar, tanto no lo sé y tanto me incomoda que casi no me atrevo a confesarlo, no vaya a pensarse que… No sé siquiera si siento lo que dice el texto publicado por Al Fajr Media Center, principal sitio de propaganda de Al-Qaeda, que fue un “enorme error” y “un gran pecado”, aunque ambas cosas parezcan posibles en el espejo en que cada quien mira la realidad.

¿Error?, sí, porque imagino que ese descenso obligado a las profundidades puede desatar una especie de nuevo mito de Poseidón, una cierta sacralización de todo mar (ya se sabe lo mucho que se mueven las corrientes marinas) en la que los propios marines se verían en figurillas para seguir transitando tan libremente como siempre lo han  hecho por esos mares de(l) dios. Eso sin contar a las flotas pesqueras japonesas, a los piratas somalíes, a los barcos del Greenpeace y hasta a nuestros locales peñeros caribeños, que podrían ser objeto de requisas sin número si llegara a crearse un escuadrón a tal propósito (la requisa e investigación de todo cuerpo u objeto encontrado en el mar) cada vez que volvieran de aguas adentro. Y si escribo “u objeto” no es por catalogar con eufemismo insidioso los restos del hombre de Al-Qaeda, sino porque no tenemos más que esa imagen (que parece de juego de video), en la que, desde un barco, cae un paquete con forma humana al agua. Porque bien pudiera ser que todo eso no sea más que virtual y al cuerpo, en realidad, lo hayan metido dentro de cualquier recipiente, ¿no? No lo sabremos nunca. ¿O sí? Otrosí digo: quizás el tono en que escribo esto pueda sonar injurioso e irónico, pero es solo una manera de hacerle una gambeta a la incomodidad que me produce no poder resolver por qué me incomoda tanto que echaran el cuerpo de Osama al mar.

¿Pecado?, sí, no más ni menos que el que se comete o ¿cometía? (otra cosa que tampoco sé) con los cuerpos de los suicidas a los que se les niega ¿o negaba? sepultura en campo santo. ¿Pecado?, sí, no más ni menos que el de esos cuerpos saltando al vacío que vimos el 11S y que quedarán para siempre en el imaginario de la especie como una quintaesencia de ese horror del que somos autores muy capaces los humanos. ¿Entonces? Entonces, y como siempre, soy de aquellos que no tienen dónde sentarse, de aquellos obligados a estar de pie frente a una humanidad (venturosa) que tiene sillas o tronos, que puede sentenciar, sin que haya asomo de dudas —y como leí ayer en un periódico aquí en Montreal—, que el que a hierro mata a hierro muere.

Para no alimentar demasiado las llamas de mi propia hoguera, aquella en la que querrán incinerarme algunos si digo que Obama no me caía mal, diré solamente que hasta el momento no me causaba demasiados sobresaltos o, en todo caso, me los causaba menos que su predecesor. Quizás porque es un hombre de color —este sí es un eufemismo del que, gracias a Dios,  no soy la autora—, quizás porque se atrevió a hacer la reforma sanitaria en los EEUU, quizás porque no cometió la gafe de que lo pescaran en una felación, quizás porque no sostuvo, como lo hizo Jimmy Carter (a pesar de la expresión desaprobatoria y asombrada de César Gaviria), que todo era transparente en las elecciones venezolanas de 2004, quizás porque sí y punto, después de todo, derecho que me asiste. En fin, que lo miraba al hombre con cierta indiferencia y hasta veía en él cierta bonhomía. Pero después de la larga noche del 2 de mayo en que lo vi asistir con el rostro impasible a la batalla virtual, mi percepción de él cambió. Siempre terminamos, como escribió Lawrence Durrell, mimetizándonos un poco con nuestros enemigos. Osama-Obama.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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2 respuestas a Silvia Dioverti OBAMA OSAMA

  1. Alfredo Sandoval dijo:

    Los extremos siempre se tocan y, a veces una sola letra puede colocarnos en el bando contrario, pero Obama y Osama (en el fondo) son lo mismo. A.S.

  2. Caricia dijo:

    Hola Silvia!!! Quisiera saber más de vos y espero tu respuesta…Me pasó algo muy loco; yo también pensé en este juego entre las letras…casualidad??? Un abrazo!! Escribime y compartimos algo más de nuestras vidas que se cruzan de tanto en tanto… 🙂

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