Trino Márquez LO QUE VARGAS LLOSA NO VE

Mario Vargas Llosa se pronunció a favor de Ollanta Humala desde una perspectiva en la cual prevalece el punto de vista de un peruano, que ve con horror el retorno del fujimorismo que un eventual triunfo de Keiko podría conllevar. El peligro que advierte el premio Nobel existe. Después del golpe de Estado de abril de 1992, en Perú se instaló una satrapía que fue minando todas las instituciones de la nación andina. Los asesinatos, la desaparición de disidentes políticos y la violación en cadena de derechos humanos, la coacción y el chantaje como forma de gobierno, la corrupción de una camarilla vinculada al dictador, se convirtieron en la forma de mantener atenazada y atemorizada a toda la sociedad. Con Keiko esas prácticas podrían retornar.

Vargas Llosa se decanta por Humala argumentando que este antiguo y reincidente golpista, representante del nacionalismo de izquierda más cavernícola, ha avanzado hacia el centro democrático, y que si los partidos, grupos y personalidades, como él, que lo apoyen, le exigen con firmeza el respeto a los valores democráticos y al “Compromiso con el Pueblo Peruano”, que el militar en condición de retiro propone como programa de gobierno, tendrá que satisfacer esas demandas. En otras palabras: el gran escritor le da un voto de confianza al golpista fracasado. La credencial que exhibe para demostrar la fidelidad del giro es el “Compromiso …”, donde Humala asegura que respetará un amplio conjunto de libertades e instituciones democráticas y el apoyo que el candidato buscó en el expresidente Lula y en los asesores brasileños que apuntalan la imagen del Partido de los Trabajadores, organización que, en efecto, viró hacia el centro después de que Lula alcanzase el poder en 2002.

Los dirigentes políticos tienen todo el derecho a rectificar y enmendar antiguos errores. Humala, según Vargas Llosa, lo ha hecho. En Perú el caso más emblemático es el de Alan García quien llegó a la presidencia en 1985, intoxicado con todas las ideas del estatismo y el nacionalismo más trasnochado, hundió al país en el caos y la miseria, y sentó las bases para que Alberto Fujimori se entronizara por una década. Luego, en su segunda presidencia, corrigió proyectándose como un gobernante inspirado por ideas de cambio modernizador y equidad social. En nombre de ese mismo enfoque dialéctico que ve a las personas y a los proceso en movimiento, es que Vargas Llosa podría concederle a Keiko al menos el beneficio de la duda, tal como se lo otorga a Humala. La salsa que es buena para el pato también es buena para la pata, dice el lugar común.

Keiko, lo ha dicho Jaime Bayly en varios artículos, en la época en que su papá, asociado con Vladimiro Montesinos, cometía toda clase de desafueros, era apenas una jovencita mucho más preocupada por andar con sus amigas que por participar o aprobar las tropelías de su ambicioso padre. Por lo tanto, no se le puede imputar la responsabilidad por tales desafueros. Además, los ha criticado pública y severamente.

Más importante aún es que la candidatura de Keiko no forma parte de ningún proyecto con vocación hegemónica continental. Los demócratas de América Latina tenemos que estar muy atentos y preocupados por lo que ocurra en los comicios peruanos, pues si gana Humala el poder de Hugo Chávez, del ALBA y de toda esa izquierda irredenta con un apetito insaciable de poder, aumentará. Vargas Llosa puede asumir una perspectiva básicamente peruana para examinar las elecciones de su país. Sin embargo, a un intelectual de sus dimensiones y de su proyección mundial, crítico demoledor de los nacionalismos, hay que exigirle que analice la cita de Perú en el marco del gran debate que se libra en Latinoamérica entre el neocomunismo totalitario y la democracia. En este tablero se dirimen las contiendas comiciales y los procesos políticos de cada país, desde que Chávez apareció en la escena continental con sus petrodólares.

Aunque Humala exhiba a Lula y al PT como sus nuevos aliados, y se haya distanciado –en apariencia- de Hugo Chávez y el esquema autoritario que este representa, existen suficientes motivos para sospechar que tal alejamiento representa un esguince táctico, y que una vez en el Gobierno actuará como lo hizo el caudillo criollo al llegar a Miraflores: echará mano de su popularidad y de los instrumentos proporcionados por la legalidad democrática para destruir la libertad y el Estado de Derecho. De este proyecto continental forman parte Rafael Correa, Daniel Ortega y Evo Morales. El presidente ecuatoriano utilizó todo el poder del Estado para promover la última reforma, que coarta los medios de comunicación, somete al Poder Judicial y le da al Gobierno un poder desmedido frente a una sociedad civil cada vez más frágil.

Podemos concederle a Vargas Llosa que Keiko Fujimori encarna una amenaza para el Perú por los nexos con su padre. Pero, si eso ocurriera, su gobierno sería mucho más susceptible a las presiones internacionales para que respete el marco democrático, que un posible gobierno de Humala. Este contaría con los petrodólares de Chávez y el respaldo del combo que a control remoto jefatura Fidel Castro.

Parafraseando al propio Mario Vargas Llosa, hoy el futuro de la democracia en el continente se juega en las elecciones en Perú. Allí hay que derrotar a Humala y a Chávez.

@tmarquezc

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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