Teatro EL ENGAÑO PERENNE

El quinteto del engaño y la estafa en "Fuga".

El teatro de Jordi Galcerán ha transitado los caminos del drama y la comedia con un signo terriblemente mordaz que no sólo le ha permitido ironizar sobre las angustias de los seres humanos de nuestros tiempos sino explorar a la vez las villanías de personajes devenidos en monstruos. El autor catalán de cuarenta y siete años ha disfrutado de un notable éxito de público y también de crítica y su piezas han sido montadas dentro y fuera de España. En nuestro país Daniel Uribe ha dirigido Palabras encadenadas, El método Grönholm y Conversaciones con mamá y desde finales de julio presenta Fuga, que Galcerán escribió a mediados de los noventa, en torno al eterno tema del engaño perenne, como parte de la celebración de los veinticinco años del Centro de Directores del Nuevo Teatro, fundado por Carlos Giménez. Esta adaptación al ámbito venezolano presenta varios puntos de interés.

El primero se ubica en el campo del texto y aunque desconozco la pieza original de Galcerán puedo suponer que su significación en la escena española de los noventa —tanto en la teatral como en la política— fue notable. La corrupción de un ministro de Industria y Energía constituye la manifestación de una sociedad con dolencias graves. Pero esta patología social no es la única y, en muchas ocasiones, tampoco la peor. Otros seres se mueven en la red del delito y del engaño, de la estafa y la traición.  La clave de Fuga se halla en que todos visten su propio disfraz en una especie de guerra de todos contra todos. Presumo que fue Uribe quien la adaptó a nuestro medio y salvo uno o dos detalles actuales la trama transcurre en un momento político indefinido pero ubicado en una Venezuela donde un periodista puede denunciar la corrupción de un ministro y propiciar su renuncia. Es decir, una sociedad democrática con fallas notables pero también con instituciones que funcionan, lo cual no es nuestro caso actual.

Pero más allá de esta circunstancia, la pieza relaciona a un puñado de personajes que van representando sus papeles como actores en un escenario. Una especie de teatro dentro del teatro que desmonta los mecanismos personales de cada personaje. Isidro, el ministro de marras, intenta suicidarse y confiesa que su mujer lo ha abandonado por el periodista que lo denunció. Entra en escena Carmen, la vendedora ambulante, y conduce la trama hacia una relación improbable pero muy risible. Aparece entonces Yolanda «la reina de la parranda», una profesional del sexo, para alterar la relación entre Carmen e Isidro. Finalmente aparecen Manolo, el matón, y Mariano, el paralítico suegro de Carmen. Este quinteto va despojándose de sus ropajes ficticios y crea una situación absurda, propia de las buenas comedias. En cuestión de minutos el público comienza a reír. Al final uno se pregunta quién es peor: el ministro, la muchacha del barrio, la puta, el asesino o el estafador.

La dirección de Uribe es dinámica y eficiente. Rápidamente coloca cada personaje en su situación personal y lo vincula con los demás, al tiempo que imprime un giro a cada cual. Maneja las claves de la comedia con extrema comodidad. Con pocos elementos escénicos edifica esta inmensa mentira compartida por cinco seres humanos. El ritmo nunca decae y en hora y media el director cierra el círclo de la trama. No en balde había montado ya tres piezas de Galcerán, amén de una trayectoria que incluye montajes y adaptaciones de obras de Juan Rulfo, August Strinbergh, William Shakespeare, Elio Palencia, Indira Páez, José Gabriel Núñez, Javier Vidal, Marcos Purroy y otros autores.

¿Qué puedo reprocharle a este montaje? El haber hecho concesiones a la risa fácil para ganarse al público. Sobre todo porque no lo necesitaba. Recursos como «un beso para papá» es risible en la primera oportunidad, aceptable en la segunda, pero no en seis o siete veces. La pieza tiene suficiente fuerza en sí misma para atraer la atención del espectador.

Uribe contó con los aportes de un elenco que combina la experiencia con los nuevos rostros. La flexibilidad con que Jorge Palacios asume a Isidro y lo despoja de su disfraz de burócrata correcto sobresale en el plano interpretativo, secundado por Gonzalo Velutini y Antonio Cuevas, dos actores de trayectoria, y los aportes de Ana Karina Casanova y Juliet Lima, jóvenes intérpretes que comprenden y expresan bien sus personajes femeninos.

Bajo la producción general de Marcos Purroy, Fuga cumple con los requerimientos de una buena comedia que impulsa la risa con inteligencia. Algo que comenzamos a extrañar en una escena teatral muy nutrida y de muy variada oferta, pero también marcada por el espectáculo fácil o groseramente comercial.

FUGA, de Jordi Galcerán. Centro de Directores para el Nuevo Teatro. Dirección: Daniel Uribe. Producción general: Marcos Purroy. Elenco: Jorge Palacios, Ana Karina Casanova, Juliet Lima, Gonzalo Velutini y Antonio Cuevas. Teatro Trasnocho. Viernes y sábado a las 10:00 pm y los domingos a las 8:00 pm.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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