El premio al mejor corto venezolano de Chorts 2011 fue conferido a Buenas noches con Arianna Guédez de César Manzano (2011), y el de la competencia internacional lo compartieron la cinta argentina Luminaris de Juan Pablo Zaramella (2011) y la holandesa Azúcar (Suiker) de Jeronen Annokkée (2010). Pero el principal ganador este año fue el festival de cortometrajes organizado en Caracas por una empresa privada, Bajo la Manga, y que se realizó del 26 al 29 de septiembre. Dejó de ser un certamen exclusivamente nacional, expandió su selección oficial a 48 filmes y se trasladó de la Cinemateca Celarg a dos salas de Cines Unidos en el centro comercial Líder, lo que mejoró la calidad de proyección de las películas y aumentó el número de espectadores.
La de este año no fue la mejor edición para los cortos nacionales. Faltaron cintas artísticamente ambiciosas como Mar blindado de Gerard Uzcátegui (2009) y Soja de Gabriel La Cruz (2010). Buenas noches con Arianna Guédez es una película que promete contar una historia sobre la vida desenfrenada de una modelo convertida en actriz de telenovelas. Se destaca por la actuación de Claudia La Gatta, que le valió el galardón correspondiente, y por el manejo del tiempo a través del montaje, que es obra del director. Ganó ese premio también, así como los de mejor dirección y mejor cortometraje de ficción venezolano.
“¿Cómo son las noches de Arianna Guédez?”, le pregunta la presentadora del programa del que toma el título la cinta. Pero esa interrogante no tiene una respuesta satisfactoria en el filme. El desenfreno del personaje es apenas entrevisto en escenas breves y en secuencias de montaje. En ellas la degradación cristaliza terroríficas imágenes congeladas pero no hay propiamente un relato de esas noches. La cinta, además, transmite un mensaje aleccionador contra los excesos de la droga y el sexo. Repite la moral de la escuela, de iglesia y de la TV pacata sin plantear ningún problema al respecto. ¿Para qué insistir con eso en el cine?
El ex aequo del premio internacional dejó en el aire la interrogante de cómo comparar la animación con otros tipos de cine. También podría hacerse la pregunta en el caso de D (2011), un corto sobre letras y puntos escrito y dirigido por Rafael Velásquez Stanbury, con la participación de Chigüire Animation Studio, que ganó el premio a la mejor película de animación venezolana. Se trata de una cinta de realización impecable, presta para servir de abreboca a cualquier largo extranjero del género. Fue distinguida también con los premios al mejor guión, escrito por Velásquez, y al mejor diseño sonoro, realizado por Iván Urbina.
En Luminaris parece haber superioridad técnica con respecto a Azúcar. Juan Pablo Zaramella recurrió entre otros procedimientos a la pixilation, o animación cuadro a cuadro con personas. Rodó al aire libre, de manera que las sombras, en lugar de ser evitadas, se integran a la acción para establecer un juego con el tiempo. Azúcar se destaca por un guión de enredos en el que una situación común y corriente –una bella chica conversa por primera vez con su vecino al ir a pedirle algo– se convierte en un insólito desastre en alrededor de dos minutos. Quizás en eso es mejor que Luminaris, cuya manera de tratar el tema del escape de la alinenación del trabajo, a través de la historia de una fábrica imaginaria de bombillos hechos con vidrio masticado, no deja de ser un lugar común de la animación, pese al giro poético que logró darle el realizador. Las dos son, sin embargo, sobresalientes películas de corto metraje, que compensaron lo que el cine venezolano no alcanzó a aportar este año.
Difíciles de entender son, en cambio, los dos premios que le fueron conferidos a Rosas de piedra de Alfredo Zambrano (2010): mejor documental en los renglones nacional e internacional. Es un filme sobre mujeres cuya vida ha sido destruida por el consumo de heroína. Pero omite el trasfondo socioeconómico de los cambios en el tráfico que han hecho posible la difusión masiva de la droga, algo que está presente, por ejemplo, en Black Tar Heroin de Steven Okazaki (2000). Tampoco se profundiza en la vida de las consumidoras, como lo ha hecho recientemente la venezolana Andrea López en La 4ta gracia (2011).
Zambrano se quedó en la superficie del sensacionalismo, lo que incluye la confesión de su miseria moral por los personajes y una secuencia casi didáctica que muestra el proceso de preparación e inyección de la droga, y sus efectos inmediatos. Ocupa dos minutos y medio del total de trece de todo el documental, para deleite de los morbosos. Rosas de piedra, en síntesis, es un ejemplo característico de cómo la pornomiseria pasa por inquietud social.
El documental que recibió el premio anterior era muy superior: Absolución final: historia de una fotografía de Juan Carlos Solórzano (2009), sobre la foto del Porteñazo que hizo el reportero gráfico Héctor Rondón para el diario La República y que ganó el Premio Pulitzer. Ese y los filmes ganadores del premio principal en 2010 y 2009 dejan la certeza de que, si 2011 no fue el mejor año para las cintas venezolanas en Chorts, las cosas pueden cambiar probablemente en 2012, cuando se realice la cuarta edición del festival de cortos de Caracas.
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