Hace unos días, Gustavo Díaz Solís hubiese cumplido 92 años de edad. Nació, en efecto, el 2 de febrero de 1920. Su fallecimiento se produjo el pasado 16 de enero. Díaz Solís es uno de los venezolanos de estos tiempos más valiosos e importantes. Sin embargo, su natural discreto y nada efectista impidieron que fuese más conocido, aunque gozó siempre del aprecio y la admiración de sus muchos alumnos, tenidos a lo largo de varias décadas en el ejercicio de la docencia, en las escuelas de Letras y de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela, y en el Instituto Pedagógico de Caracas. De la Escuela de Periodismo fue, además, uno de sus primeros directores, y posteriormente lo fue también de la de Letras.
Sus estudios iniciales fueron de Derecho, en la UCV. Allí se graduó de abogado en 1945, y al poco tiempo fue nombrado consultor jurídico del Ministerio de Educación Nacional por el ministro, Dr. Humberto García Arocha. Desde entonces se vinculó, para siempre, a la educación, lo cual lo llevó, en 1946, al Instituto Pedagógico Nacional a estudiar el profesorado en inglés. Más tarde ingresó a la docencia en la UCV, a la que se mantuvo vinculado también hasta su fallecimiento. En 1958, al caer la dictadura pérezjimenista, fue Director General del M. de E., bajo el ministerio del Dr. Rafael Pizani, cargo al que renunció en carta pública, estando como ministro encargado, por estar en desacuerdo con la política represiva antiestudiantil del gobierno de Rómulo Betancourt.
Su vínculo con la UCV lo llevó a ser su secretario, en una ocasión en que se le propuso la candidatura a rector, ofrecimiento que declinó porque prefería optar a la secretaría, posición en la cual alegaba que podría ser más útil.
Gustavo fue también dirigente gremial. En momentos muy difíciles, en el año final de la dictadura de Pérez Jiménez, aceptó presidir el Colegio de Profesores de Venezuela, cargo que desempeñó con gran eficacia y valentía, en momentos en que no era nada fácil ejercer la representación gremial de los profesores.
Díaz Solís es, además, uno de los más grandes cuentistas de la literatura venezolana. Su obra narrativa, no muy extensa pero de inmensa calidad, vino a ser, inmediatamente después de la de Guillermo Meneses, la consolidación del rompimiento que esta había representado frente a la influencia predominante que hasta entonces había ejercido Rómulo Gallegos, y con él la narrativa criollista, en el panorama de nuestras letras.
Gustavo Díaz Solís fue, en fin, uno de esos venezolanos que no deberían morir nunca, pues hacen siempre una inmensa falta, máxime en los fatídicos días que actualmente vivimos en nuestro país.
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