En esta vida frágil y azarosa, cada quien se aferra con ahinco a certezas, no precisamente dogmas pero si sanadoras convicciones. Una de ellas, que la actualidad nacional revela. es que donde quiera un venezolano se encuentre, por o contra su voluntad, y necesite reconectarse con su originario cordon umbilical geográfico y espiritual, en proyección moderna y de calidad universal, tiene cable resistente y directo en la música del maestro Aldemaro Romero. Lo mismo sucede con Armando Reverón para las artes plásticas y en litertura con Guillermo Meneses. Son artistas-país, puntos referenciales.
Venezuela es hoy dia un imperio musical en expansion, quizá por su privilegiado lugar en el mapamundi, su ancestro étnico y cultural facilitador de rapidas mezclas, su pasional instinto creador y talento estructural. Y esas mismas características que motivan sus cíclicos colapsos socio-políticos con lenta recuperación por una via renovadora, son las que también provocan una potente energía creativa, revelada en su producción artística, mayormente en la musical.
A medida que Aldemaro crece -actualizado en tantos músicos de todas las edades y estilos que lo resucitan desde sus propias inventos, lo mismo en sonatas que en rap, aquellos arreglos y composiciones de hace décadas que Aldemaro generó en plena dictadura perezjimenista hoy pueden llamarse pop-académicas para una mejor comprensión por parte de la gigantesca y prometedora juventud del país- también despierta nuestra sociedad aletargada como fea y maldurmiente durante una década por obra y desgracia de una fascio-gerencia militarmente uniformada en su cerebro, intenciones y ropaje.
El príncipe que la regenera para una existencia normalizada desde errores y aciertos, no debería ser sacralizado pues no viene de dioses ni reyes. ni deja herederos de sangre, ni es héroe patético de mil batallas ficticias, mucho menos un delirante devenido en líder imprescindible, tampoco -cuidado- un ambicioso y taimado empresario de mil caretas a veces mas peligroso que el dictador convicto y confeso.
No. Es corporizado y perceptible como nuestra excelentísima genética músical que Aldemaro lleva al mundo. Un sano espíritu levantisco, rebelde, libertario, en actualización continua, del que vive tropezando y emerge nuevecito.
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