El documental de Wim Wenders PINA BAUSCH AL AIRE LIBRE, por Pablo Gamba

Pina, el documental en 3D de Wim Wenders (2011), es un homenaje a Pina Bausch y a la danza-teatro. En el arte de Bausch la voz es principalmente una prolongación de la expresión corporal y el realizador pone de relieve el valor de esa forma de comunicarse mediante una ironía, haciendo sentir lo limitadas que pueden resultar las palabras de los miembros de la compañía para recordar a la difunta coreógrafa. La grabación de cada parlamento está montada sobre un primer plano del personaje sin hablar, e incluso hay varios que simplemente no dicen nada. Los que hablan lo hacen en por lo menos siete idiomas –a lo largo del filme se pierde la cuenta y los subtítulos que intentan traducir todo eso al español comienzan a parecer una extraña broma–. Las enseñanzas que se recuerdan son las características de una gurú: frases como “baila, baila, o estaremos perdidos” sólo son significativas para quien necesite escuchar algo como eso en un momento particular de su vida, como ocurre con el que cree hallar una clave en la lectura de un horóscopo. Es probable que a otros no les digan nada.

La premisa del documental pareciera ser, por tanto, que no hay mucho que decir acerca del arte de Pina Bausch que pueda ser comparable con la experiencia de crearlo o presenciarlo. Con arreglo a eso la película se desarrolla en dos vertientes. La primera, y la mejor lograda cinematográficamente por el trabajo con el 3D, es aquella en la que Pina es una obra de cine-danza, en secuencias que aprovechan el monorriel colgante de Wuppertal, sede de la compañía, en Alemania, por ejemplo, o las calles de la ciudad para escenificar piezas breves. Otras se desarrollan en una mina de carbón a cielo abierto y en una planta industrial, al igual que en lugares de una belleza convencional. Hay en eso un homenaje al maestro de Wim Wenders, Michelangelo Antonioni, y quizás también una invitación a imaginar cómo hubiera sido el cine del realizador de El desierto rojo (Il deserto roso, 1964) y Zabriskie Point (1970) si hubiera tenido a su alcance el actual 3D para representar el espacio en sus películas.

La otra vertiente del documental es más convencional y consiste en el registro de partes de piezas del repertorio de la compañía. Son de cuatro coreografías de Bausch: su versión de La consagración de la primavera (1975), Café Müller (1978), Kontakthof (1978) y Luna llena (Vollmond, 2006). Para hilvanar todo eso Wenders recurrió a una estructura de cajas chinas. Un desfile de los integrantes de la compañía sirve de presentación, se repite como leitmotiv y cierre del filme. Es el marco. Introduce un programa que comienza con la preparación del escenario, vista en un encuadre que permite ver las primeras filas de sillas. Las partes de las piezas son presentadas yendo de planos en los que puede verse el público a otros más cerrados, en los que la compañía parece actuar sólo para la cámara. El concepto de unas partes que contienen otras es redondeado en una secuencia en la que dos intérpretes conversan frente a una maqueta del escenario de Café Müller, en la que se desarrolla la obra con figuras en miniatura. Se de la maqueta a ellos y luego al revés, para volver a la pieza.

La idea parece ser la de la ir de afuera hacia adentro, y en ello podría verse un correlato de la manera como Bausch procuraba que sus intérpretes buscaran la verdad y la manea de expresarla mediante la danza-teatro. El problema es que en el montaje el cineasta inserta unos pocos registros de los ensayos con la coreógrafa, al igual que las entrevistas, interrumpiendo incluso de forma abrupta el desarrollo de los fragmentos. Lo agregado, además, no aporta nada realmente significativo. Ya se comentó el problema de las breves intervenciones en voice over, y a eso puede añadirse que las imágenes de los ensayos tampoco son reveladoras, ni los escasos planos con Bausch que Wenders usó. El intento de mostrar los entretelones o el trasfondo del trabajo de la danza-teatro no está del todo bien logrado, en síntesis, sobre todo en comparación con la parte de cine-danza, que se destaca por la belleza del color y el 3D.

Para los venezolanos Pina tiene además el atractivo de la participación de Fernando Suels, uno de los bailarines de la compañía, y el uso de Luna de Margarita de Simón Díaz en una de las secuencias. Podría servir también para llamar la atención sobre el cine-danza nacional, entre cuyas obras recientes se destaca Conexiones de Lídice Abreu (2007).

PINA

Alemania-Francia-Gran Bretaña, 2011

Dirección y guión: Wim Wenders. Producción: Wim Wenders, Gian-Piero Ringel. Fotogerafía: Hélène Louvart. Montaje: Toni Froschhammer. Sonido: Alexander Buck. Música original: Thom. Interpretación: integrantes de la compañía Danzateatro Wuppertal Pina Bausch. Duración: 103 minutos. Formato: D-Cinema en 3D o 35 mm, 1,85:1, color, sonido Dolby Digital.

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Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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