J. Edgar LA OBSESIÓN DEL PODER, por Alfonso Molina

Leonardo DiCaprio desarrolla un personaje contradictorio y complejo.

Si en Invictus Clint Eastwood exploró la intensa personalidad de Nelson Mandela, un auténtico héroe del siglo XX y un  luchador de largo aliento que supo sobreponerse a la injusticia y la represión, en J. Edgar el director norteamericano se sumerge en las turbias aguas de la vida de un hombre ubicado en el otro extremo, John Edgar Hoover, para expresar los alcances de una obsesión que lo convirtió en el hombre más temido de EEUU, a lo largo de casi medio siglo, gracias a sus oscuros oficios al frente de la Oficina Federal de Investigaciones, conocida por todos como el FBI. El ojo que todo lo sabía y todo lo juzgaba. Desde 1924 su poderío fue creciendo a pesar de las resistencias de los gobiernos, los medios de comunicación y el sistema de justicia, hasta alcanzar cotas que ningún otro funcionario ha tenido en su país. Ese controvertido personaje constituye el eje central de un film dedicado a reconstruir una vida tormentosa y desconcertante a través de una estructura multitenporal que desde sus últimos tiempos se remonta a los inicios de su causa personal. El resultado es una obra compleja, poco complaciente, tan oscura como la enajenación de John Edgar, el hombre que buscaba la aprobación de su madre en todo lo que hacía.

¿Qué cosa nueva se puede decir de Clint Eastwood? Dueño de una filmografía extraordinaria, esgrime un estilo narrativo que rescata lo mejor del realismo norteamericano. Con J. Edgar vuelve a sus personajes contradictorios y en conflicto permanente —como en Birdie, Los imperdonables o Río Místico— pero esta vez desde una perspectiva más gris, definitivamente piadosa, como forma de comprender y hasta perdonar a un hombre que fue muy cuestionado.  Abogado conservador, antisemita, anticomunista, antiliberal, anti cualquier cosa, Hoover personificó el puritanismo religioso en lucha contra el crimen organizado y las conspiraciones bolcheviques, No fue un personaje simpático ni Eastwood pretende reivindicarlo.

Muestra a un Hoover que sobrevivió a ocho presidentes y tres guerras, peleando contra peligros reales e ficticios y rompiendo las normas éticas para proteger a su patria. Porque se consideraba un patriota. Sus métodos de investigación fueron implacables pero lograban sus objetivos. De cierta manera sombría, Eastwood presenta a un hombre exitoso. Logró lo que quiso, pasando por encima de todo y todos. Sabía los secretos de todo el mundo pero casi nadie sabía los secretos de Hoover. Comprendió que el conocimiento es poder y que el miedo define la oportunidad para ganar. Utilizó el conocimiento y el miedo para ganar una influencia demoledora y construirse una reputación despiadada. Preservaba su vida privada igual que la pública, permitiendo solo a unos cuantos formar parte de su pequeño y custodiado círculo de confianza.

El guión de Dustin Lance prioriza las relaciones afectivas de Hoover. No sólo la que mantuvo con su madre sino la que desarrollo con su compañero más cercano, Clyde Tolson, su secretaria, Helen Gandy, la persona que mejor lo conocía, y su madre Annie Hoover. A través de los ojos del propio director del FBI, el guionista indagó en las relaciones públicas y privadas de un hombre que podía falsear la verdad con la misma facilidad con la que defendió su propia idea de la justicia. Pero sobre todo expuso su ambigüedad afectiva y sexual, tanto con Tolson como con Gandy.

El otro aspecto central del film se halla en la dimensión del poder político. Hoover odió a todos los presidentes, ya republicanos como demócratas, a quienes investigó con saña. En tiempos en que Robert Kennedy era el Fiscal General de EEUU, el policía es quien le informa, de la manera más fría y escueta, la muerte de su hermano en Dallas en 1962. Poco tiempo antes de morir en 1972, Richard Nixon le había cuestionado sus métodos de indagación ilegal. Los mismos métodos que el Presidente utilizó en el caso Watergate y que lo hizo dimitir.

La película encuentra su sustento más expresivo en la impresionante actuación de Leonardo DiCaprio, quien recorre con sus miradas, sus gestos y sus palabras cinco décadas en la trayectoria del policía más temido y odiado de EEUU. Su metamorfosis cronológica va de la mano de la transformación del joven abogado de Washington en un ser frío e implacable. A su lado, Noemi Watts como Helen Gandy, Judy Dench como la madre Annie y Armie Hammer como Tolson, conforman un cuadro actoral muy eficiente.

J. Edgar no es la mejor película de Eastwood, pero sí define el punto de vista de un creador que le tiene sin cuidado la opinión de los demás. Hace cine a su manera. Un hombre de 82 años que filma para sí mismo.

J. EDGAR (J. Edgar), EEUU, 2011. Dirección: Clint Eastwood. Guion: Dustin Lance Black. Producción: Clint Eastwood, Brian Grazer y Robert Lorenz. Música: Clint Eastwood. Fotografía: Tom Stern. Montaje: Joel Cox y Gary Roach. Diseño de producción: James J. Murakami. Vestuario: Deborah Hopper. Elenco: Leonardo DiCaprio, Naomi Watts, Armie Hammer, Josh Lucas, Ed Westwick, Judi Dench.  Distribución: Cinematográfica Blancica.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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