En el marco de la sorprendente exposición Psicomecánicos y otras proposiciones, de Asdrúbal Colmenares, en Los Galpones de Los Chorros, tuvo lugar la noche del 9 de mayo la proyección de Metrópolis, obra magna de Fritz Lang que ocupa destacado lugar en el altar del artista. Rodolfo Izaguirre hizo el presente análisis de esta película considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Metrópolis, del realizador vienés Fritz Lang es apenas mayor que yo cinco años: tiene ochenta y seis y si se me permite decirlo, ella y yo ¡nos vemos estupendos! A ella la han operado y restaurado y a mí no, ¡todavía! Es como Lila Morillo que, por las operaciones a las que se ha sometido, llegó a decir que la han abierto más que a un libro. ¡Lo único que me diferencia de Metrópolis es que es… eterna! ¡Es una obra maestra de la cinematografía y yo apenas soy un simple mortal! Es, además, una de las películas más importantes del expresionismo alemán, aquel movimiento estético que se inició en el teatro opuesto al impresionismo. Lotte Eisner, gran historiadora del cine alemán, declaró que los alemanes tienen predisposición al expresionismo porque sienten atracción hacia lo mágico, lo onírico, lo simbólico y lo místico; pero también hacia lo excesivo, lo desmesurado, lo patológico, lo demoníaco. Afirmó que las constates el arte alemán son el subjetivismo, lo visionario, la fascinación ante el desencadenamiento de las fuerzas telúricas, las tempestades dentro de los cráneos, las tormentas del alma. Pero también lo dijo Nietzsche: el arte alemán es esencialmente dionisíaco mientras que el francés es apolíneo.
Ustedes conocen El Gabinete del Doctor Caligari, de 1919, y recuerdan su anormalidad escenográfica, casi cubista, su iluminación, el maquillaje casi desorbitado de unos personajes concebidos así para expresar los delirantes crímenes que comete Césare, el sonámbulo hipnotizado por el viejo doctor Caligari. Se trataba de expresar a través de los decorados, la iluminación y el juego de los actores valores psicológicos y dramáticos. Simbolizar plásticamente estados de alma. ¡Es la primera vez que se intentaba en el cine! Después surgió el Kammerspiel un cine de cámara que expresaba dramas más íntimos o cerrados.
Pero nada surge por azar y todo tiene un orígen. Novalis, Holderlin, Jerónimo Bosch, Goya, Van Gogh, Munch, Kokoschka son sus antecedentes. En la vocación cinematográfica de un hombre como Luís Buñuel está Dermüde Tod, conocida como Las tres luces, otra película de Fritz Lang que impactó sobremanera a Luís Buñuel. A lo mejor, sin esta película alemana Buñuel habría tardado en hacer lo que hizo o lo habría hecho de otra manera. ¿Qué sabe uno? Buena parte del cine negro americano de los años cuarenta se debe a Fritz Lang (La mujer del cuadro, es un film magistralmente expresionista).
Los cineastas vieneses y alemanes que huyeron del nazismo y se refugiaron en los Estados Unidos inocularon a Hollyywood los bacilos del realismo, del expresionismo y del humor alemanes para enseñarle que la vida es sólo un sueño poblado de mitos elegantes, visiones y sensaciones que ansiamos repetir hasta el fin de nuestras vidas.
Los primeros films de Lang ejercieron, además, considerable influencia en realizadores como Alfred Hitchcock y Orson Welles. ¡Es mucho lo que se le debe a este hombre!
¡Metrópolis, de 1926, es la obra definitiva de Fritz Lang! Más que expresionista es ecléctica. El mundo subterráneo, las escaleras, el laboratorio del inventor, la luz y la sombra son expresionistas. Es un film silente pero la visualización del sonido da la impresión de sentir uno el ruido de las máquinas y las sirenas de la fábrica. ¡Esto en la ciudad subterránea! Pero las arquitecturas urbanas, el racionalismo muy Bauhaus del despacho del Dictador no son expresionistas y el film desde luego es muy futurista.
Fritz Lang juega con espacios, volúmenes, claroscuros y construirá una arquitectura hasta entonces nunca vista antes en el cine. Él mismo declaró haber quedado impresionado cuando vio los rascacielos de Nueva York. Metrópolis es una aproximación sociológica que algunos consideran muy básica y una trama a veces confusa, pero, a pesar de eso, Lang obtuvo imágenes que no sólo cruzaron los horizontes estéticos del cine de su tiempo sino que mantienen el vigor que hoy estamos constatando acá en Los Galpones de Los Chorros a propósito de la fascinante exposición de Asdrúbal Colmenares titulada Psicomecánicos y otras proposiciones que todos los niños que la visitan estamos disfrutando plenamente.
Metrópolis es una obra maestra porque a medida que pasa el tiempo y se suceden transformaciones científicas, sociales, morales, políticas, económicas y surgen nuevas tecnologías, ella sigue ofreciendo lecturas que se van ajustando a esas transformaciones siempre con mirada profética. Es una película seminal en el sentido de que ha procreado muchas otras películas. El autómata, el robot, las máquinas serán a partir de Metrópolis los protagonistas de centenares de películas. La ciudad subterránea en la que viven esclavizados los obreros que dan vida a la ciudad de arriba, opulenta y dictatorial es la que vimos en Mad Max, para citar un título archiconocido. Me refiero a aquella película australiana post-apocalíptica con Mel Gibson y Tina Turner.
Para no ir muy lejos, en 1966 en el documental La ciudad que nos ve, Jesús Enrique Guédez (Barinas 1930 – Caracas, 2007) hizo lo mismo pero invirtió las locaciones: la ciudad marginal, desfavorecida no vive en las profundidades sino que vive en los cerros de Caracas y es la ciudad que nos ve a nosotros los que vivimos, abajo, en la ciudad sana que corre a lo largo del valle. ¡Pero la relación es casi la misma de Metrópolis!
Johan Fredersen, el amo de Metrópolis, el dictador, Yo el supremo aparecerá igualmente en millares de películas. Es el Gran Hermano. Y la trama de Metrópolis también se ha reiterado en numerosas películas incluyendo las de Arnold Schwarzenegger. María es la líder de la organización que desde la ciudad subterránea conspira contra el Poder y es ayudada por Freder, el hijo del Dictador que se ha enamorado de ella; pero lo inesperado que siempre acude para que los guionistas del cine (Thea von Harbour, en este caso, la mujer de Fritz Lang y futura colaboracionista nazi), enriquezcan sus historias permite que Rottwang, el perverso y maléfico científico dispuesto a cultivar el mal construya, un robot con la figura de María con el propósito de confundir a los conspiradores y sembrar el caos en la ciudad subterránea lo que permitiría al Dictador iniciar una feroz represión. ¡Una argucia típica de los Autócratas!
Durante un tiempo se acusó injustamente a esta película de pronazi. ¡Pero no es asi! No es un reflejo del fascismo alemán; tampoco es una obra maestra del nacional socialismo. Los conocedores del cine alemán de aquellos años veinte dicen que guarda relación más bien con la cosmovisión germana del siglo XIX y que, más que una película propagandística de la extrema derecha nacionalista o de la socialdemocracia o del cristianismo expresionista, es una “leyenda romántica” en la que el Amor triunfa sobre la tiranía del capitalismo radicalizado y el Sentimiento romántico triunfa sobre la inteligencia que ordena y legisla.
Todo esto que vemos en Metrópolis volverá, como hemos dicho, a ser visto a través del cristal de las nuevas técnicas, sintáxis fílmicas y ángulos de percepción que van ofreciendo las nuevas películas a través de los años. Pero las imágenes de Metrópolis quedaron fijas ya en la historia del cine y el que las ve ya no podrá olvidarlas y las secuencias del mundo subterráneo, el cambio de turno de los obreros, la inundación, el pánico en la ciudad no se borrarán nunca más de nuestra memoria.
¡No sólo las imágenes! Están las reflexiones que ¡todavia hoy! esta película suscita en nosotros. La división de la sociedad en clases, la burguesía y el proletariado, es vista aquí como la aberración dictatorial que llevó ala Rusiabolchevique a las purgas, exilios siberianos y progromos estalinistas; es la que conducirá al nazismo y al exterminio de judíos y de todos los que fuesen seres distintos: disidentes, gitanos, inválidos, discapacitados. ¡Es Metrópolis! La misma aberración que determinará que las revoluciones socialistas cubana, coreana o bolivariana lo primero que hacen es borrar las organizaciónes y estructuras culturales establecidas y acabar con tradiciones enaltecedoras. Borrar la memoria anterior. Contar la historia desde el punto de vista del Sátrapa. ¡Revoluciones que niegan la vida, hoy, para hacerla posible mañana!
En Metrópolis se destruyen las máquinas sin que nadie alcance a considerar que tal vez algunas de ellas son útiles y beneficiosas. Es como acabar con las instituciones sin detenernos a considerar cuáles han sido sus resultados, sus logros sociales. Se eliminan sin que en su lugar se levanten otras. Lo primero que hicieron los bolcheviques cuando asaltaron el palacio del zar fue acribillar los toneles de vino cuando han podido habérselos tomado y repartido a la multitud vociferante. Destruir y expropiar. ¡Y terminan arruinando al país!
La fórmula creada por Thea von Harbour es la conciliación entre la masa trabajadora esclavizada y el cerebro organizativo. Las dos entidades hasta entonces enemigas acérrimas, obreros y burgueses se dan la mano ahora gracias a la presencia del Amor que ha cristalizado entre Maria y el hijo del tirano. ¡De nuevo aparecen Tristán e Isolda! También se ha dicho que la presencia del Amor es una idea propia del corporativismo alemán que condujo al nazismo. Pero eso no quiere decir que Metrópolis sea una exaltación del nazismo hitleriano. Hay quienes ven en María al redentor cristiano y en María Robot al falso profeta enviado por Yo el Supremo con la misión de confundir y neutralizar a esas larvas que sobreviven en la ciudad subterránea.
En cualquier caso, la clave de Metrópolis sigue siendo la de que el hombre en cualquier tiempo y en cualquier sociedad tiende a esclavizar al otro; que el abuso del poder político o económico es el sórdido y oscuro instrumento o mecanismo de sujeción, subordinación y control de quienes se encuentran bajo su dominio. Son las dos ciudades. Es la herida y el cuchillo. La víctima y el victimario. El Bien y el Mal.La Libertad yla Esclavitud.
La ciudad subterránea en la que se mueven sujetos condenados a la esclavitud es la metáfora del país sometido a un Autócrata, al pensamiento único; a la confiscación de la justicia y del poder legislativo enajenado a la voluntad del Caudillo; es la erosión y el aniquilamiento de la libertad de expresión y la ausencia del derecho a disentir. ¡La penalización de la disidencia! El azote del militarismo.
El periódico único; la radio única, el único canal de televisión. Una ciudad, un país así, tiende a ser oscuro y subterráneo, sin luces; con las ventanas cerradas y las puertas clausuradas. Pero, siempre habrá una salida, la luz de una excepción: en nuestro caso, las máquinas que Asdrúbal Colmenares instaló en Los Galpones son también la metáfora del país que persiste, que aun respira; el país que no hemos perdido; que no se nos ha extraviado porque ellas pintan, iluminan, diseñan ilusiones, trazan líneas de colores que dan nueva vida; nos invitan a la aventura del pensamiento y de la imaginación y contribuyen a alegrar y complacer al niño que vive en todos nosotros.