Piedra, papel o tijera UNA UTOPÍA DE LA RESPONSABILIDAD, por Pablo Gamba

En Piedra, papel o tijera (2012) convergen la vertiente social de películas sobre el hampa, cuya obra emblemática en el cine venezolano es Soy un delincuente de Clemente de la Cerda (1975), y la problemática moral de El enemigo de Luis Alberto Lamata (2008). La tragedia en este filme de historias cruzadas se desata como consecuencia de los errores que cometen los personajes al dejarse arrastrar por las pasiones y los intereses inmediatos en una ciudad que es como la selva, en la que cualquier equivocación puede costar la vida propia y la de otros. Hernán Jabes logra construir sobre esa base un mundo en el que la responsabilidad individual, problema del que se ocupa El enemigo, está irónicamente vinculada con la mecánica del devenir de la sociedad en su conjunto, que es representada a través de la red de acontecimientos que va atrapando a los personajes. La metáfora social es la cadena alimenticia, en la que unos y otros se devoran entre sí, y hay un poder superior que se los traga a todos. No se trata de un enfrentamiento de delincuentes y policías, a través del cual se expresa el conflicto entre las clases sociales, como ocurre en Soy un delincuente.

La incapacidad de la gente de escapar de ese azar es el trasfondo de los sucesos que conducen a la muerte a los personajes principales. Eso plantea una pregunta acerca del problema de la violencia cuya respuesta es aterradoramente difícil. Los errores realmente no son tales en mundo como ese, porque actuar individualmente de la manera correcta y con conciencia de las situaciones tampoco es garantía de sobrevivir. Ni la forma de ser amorosa y atenta de Valentina (Scarlett Jaimes), la novia de Christian (Leandro Arvelo), el joven a quien un accidente y la desesperación convierten en autor de un secuestro, ni la racionalidad ni la experiencia de Mario (Ernesto Campos), el jefe de la banda de delincuentes, pueden evitar el desenlace trágico. Y si el actuar bien o mal de cada individuo es en el fondo indiferente con respecto a los resultados, se caen también los discursos que esgrime la gente común para “arreglar el mundo”, que en el filme son traídos a colación en una encuesta de la televisión.

De esa manera la película cuestiona el anarquismo ingenuo de Soy un delincuente y a la vez el planteamiento de responsabilidad en relación con la criminalidad violenta de El enemigo. “En una guerra moral, si piensas como el enemigo, te conviertes en el enemigo”, decía la protagonista del filme de Lamata, pero en el mundo de Piedra, papel o tijera la forma individual de actuar es impotente frente a acontecimientos cuya dinámica escapa de las manos de cada quien. Está descartada, además, la posibilidad de que el poder de una justicia trascendente actúe para poner fin al caos. La metáfora del león perdido en la maqueta que hace el niño secuestrado como trabajo escolar es gráfica al respecto: si alguien es capaz de establecer el “orden”, es porque representa el último eslabón en la cadena alimenticia.

La manera como los planteamientos sobre la sociedad son expresados a través de la narrativa es el mayor acierto de la película. Si Héctor (Leónidas Urbina) y Mariana (Gloria Montoya), los padres del niño secuestrado, pierden la noción de la situación en la que están metidos por los celos y la desesperación, al igual que ocurre con Christian, eso tiene como correlato la abundancia de planos cerrados que representan lo limitado de la perspectiva individual de cada personaje con referencia al conjunto. En relación con eso hay que considerar el uso de las canciones como comentario de la acción. La pericia de Jabes como director de videoclips, ejemplo de lo cual es “Rotten Town” de Onechot, se pone de manifiesto en ese empleo de la música como recurso análogo al coro de una tragedia griega. Evoca la voz del colectivo capaz de actuar orgánicamente, que debería bajar del lugar infinitamente lejano de las ideas platónicas para que la sociedad representada en filme fuera diferente. Al que crea que “utopía” puede significar una cosa diferente, habría que remitirlo a la etimología.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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3 respuestas a Piedra, papel o tijera UNA UTOPÍA DE LA RESPONSABILIDAD, por Pablo Gamba

  1. Como siempre interesante su reseña, lastima que devele el final de la película para aquellos que an no la hemos visto. Hay que tener cuidado con eso para una próxima vez.. por favor. Generalmente se suele poner una advertencia o simplemente el critico se las ingenia para hacer la critica sin dar ese tipo información.

  2. Muy certero tu análisis crítico Pablo, si creo que es una historia platónica y utópica de principio a fin.

  3. Excelente película. Tan dramática la trama como el crudo retrato de mi querida ciudad presa del hampa, la violencia, el miedo, que fluye entre calles asfixiadas por el humo y el tráfico. Notable el protagonismo de la música y acertadas las actuaciones.
    La recomiendo, aunque al salir cueste un poquito respirar.

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