La seguridad ante el 7 de octubre EL SECRETO DEL VOTO, por Trino Márquez

El régimen apostó de forma temeraria: sugirió durante mucho tiempo que podría violar el secreto del voto y descubrir quiénes habían votado en su contra. Los transgresores serían expulsados del Paraíso: saldrían de las misiones, no recibirían contratos del Gobierno, perderían sus becas, pensiones y canonjías. Alimentaron el terror con toda la parafernalia tecnológica que han montado. El Sistema de Autentificación Integrado (SAI), con las captahuellas al frente, fue el instrumento diseñado para urdir la conspiración. El mensaje implícito consistía en hacerles creer a los votantes incautos que la captahuellas estaría conectada, por un extraño artilugio, con la base de datos construida para beneficiar a los inscritos en las diferentes misiones. Al lado de este chantaje, el comandante y sus monaguillos han insistido en que de ganar el candidato de la oposición, se acabarán los programas sociales que benefician al pueblo. Accionaron las dos tenazas del alicate: tecnología sofisticada y mentiras desembozadas.

Pero ocurre que el ardid no han podido mantenerlo. Se les ha ido desmoronando. En la medida en que la campaña del candidato del continuismo no da pie con bola, que su mito de hombre invencible se ha desvanecido, que sufre derrotas como las de Guayana, pasa por trances bochornosos como los de El Valle, Petare y Valencia, surgen desencuentros graves entre sus colaboradores y los militantes de base se niegan a aceptar su autoritarismo decimonónico, mantener el acecho sobre el secreto del voto no les conviene. Y no le conviene porque esta treta se convirtió en un arma de doble filo: puede desmovilizar, en sus propias filas, a quienes vayan convenciéndose de que el caudillo sufrirá una derrota de pronóstico reservado. Esos sectores, no tan ingenuos, pensado en el futuro y no en el pasado, y jugando a ganador; podrán optar por inhibirse, para no traicionar a su viejo líder, o migrar sin rubor hacia quien aparece como indiscutible ganador, sin importarles si descubren o no por cuál opción sufragaron.

La preocupación del Gobierno la vemos en el giro tomado por la campaña institucional del CNE. Meses atrás el organismo insistía en las bondades del sistema automatizado, sin referirse a la protección que el dispositivo le brinda al sufragio. Desde hace algunas semanas hay una nueva propaganda en la que se insiste en que el SAI resguarda el secreto del voto. Pronto, probablemente, veremos al propio Hugo Chávez insistiendo en la transparencia de las elecciones y en la protección de ese secreto. No habrá más coqueteos con el cable submarino a Cuba, ni con el satélite Simón Bolívar, ni con Directv. El teniente coronel hará lo posible por ganar los comicios de la manera como se triunfa en las democracias: obteniendo el favor de la mayoría de los electores. Para esto cuenta con toda la maquinaria gubernamental y estatal, que no es poca cosa. Algunos agregarán: y la mayoría oficialista del CNE.

Esto último también es cierto, pero ocurre que las máquinas de votación emiten un comprobante que el ciudadano deposita en una urna. Estas papeletas luego se cuentan, y, posteriormente, con base en ese escrutinio, se levanta un acta, una de cuyas copias conserva el representante de la oposición. La suma total de votos registrados en el acta tiene que coincidir con el número de boletas depositadas. Estos son los números que se transmiten a la Sala de Totalización que se encuentra en el CNE. El número de votos en todo el país tiene que ajustarse a lo que dicen la totalidad de las actas levantadas. Este cotejo permitió que la oposición triunfara en elecciones nacionales y regionales a partir de 2007

El hecho de que el voto sea secreto no significa que el mandado esté hecho. Para asegurar la victoria de Capriles, además resulta esencial contar con testigos en todas las fases del proceso electoral, desde la apertura de las mesas de votación hasta su cierre final con la firma y transmisión del acta.

Conviene recordar que el chavismo, con todo lo sectario y prepotente que es, nunca ha castigado ni botado a nadie de su  trabajo por sufragar contra su comandante o alguno de sus candidatos en las múltiples elecciones habidas en catorce años. Ni siquiera en Fuerte Tiuna, donde el oficialismo ha recibido lo suyo, se han visto represalias. Ningún oficial o civil ha sido expulsado del establecimiento militar por haber sufragado por el o los candidatos opositores. La razón para que esta sea la experiencia es que el voto es secreto y no hay

A votar y a cuidar el voto.

@tmarquezc

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
Esta entrada fue publicada en Otras voces y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s