Faltando pocos días para el domingo 7 de octubre, Venezuela se impregna de esperanzas e ilusiones hasta hace poco perdidas. Es el revivir de un sentimiento enterrado por el alud de la barbarie: nuestro amor por la patria.
Cuando intentaba escribir sobre algún tema relacionado con la política de mi país, la hoja quedaba en blanco. El dolor y la tristeza hacían que refugiara mis furias en otros temas de interés. Era escapar momentáneamente de una realidad, de circunstancias terribles que me tocó vivir. La delincuencia, el odio, la maldad humana que nunca comprenderé.
Pero hoy es diferente. Después de una ausencia temporal de dos meses en otras tierras, regresé con ganas de vivir una de las situaciones más emocionantes de mi vida. Veo con orgullo a mi candidato presidencial. Un joven venezolano, con una energía tal, que ha logrado exaltar la esperanza de recuperar nuestra patria. “El flaco” ha demostrado no ser un mesías, un redentor indestructible, un milagro del Todopoderoso. No. “El flaco” ha demostrado ser un luchador capaz de sacar a flote un país sumido en una profunda crisis e inestabilidad. Un luchador que ha sabido rodearse de un equipo de alto desempeño, cuyo único objetivo es devolvernos una Venezuela libre, generadora de riqueza y con gran responsabilidad social. La Venezuela que tanto soñamos. La que merecemos tener.
Capriles Radonski, con dignidad y su frente en alto, ha sabido mantener el silencio ante la agresión del contrincante. Un contrincante, que a causa de su vulgaridad y miedo a la derrota, lo ve como su enemigo, y ha mantenido una campaña política basada en el artilugio de la humillación. La postura de Capriles es ejemplo de inteligencia y cordura. Su calidad humana, sus valores, sus principios, vienen de casa. Es cuestión de familia. De familia honorable. Sus ancestros judíos, víctimas del Holocausto, se encargaron de sembrar en él la semilla del heroísmo dentro de un entorno hostil.
La unión, la tolerancia y el trabajo en equipo es el camino. Un camino que nos conducirá al progreso. Volvamos a ser aquel país que atrajo a miles de inmigrantes que buscaban nuevas oportunidades y vivir en un lugar mejor.
Mis padres salieron de España cuando aún sufría los estragos de la guerra civil. Un país destruido por la lucha sangrienta entre hermanos que dejó miles de muertos, exiliados cuantiosas pérdidas materiales y un profundo estancamiento en la economía. Venezuela les abrió sus puertas y los acogió con un fuerte abrazo de hermandad. Aquí nacimos sus hijos; aquí, con mucho esfuerzo y sacrificio, mi padre cumplió sus sueños y contribuyó al desarrollo de este país.
Hoy en día, con sus 81 años de edad, me sigue enseñando el dolor del inmigrante, pero con más ahínco, me enseña cómo querer a Venezuela. Y la quiero. Por mis venas corren las notas del “Alma Llanera” mientras observo con orgullo el verdor del Ávila al amanecer.
Quiero un país de oportunidades, que seamos capaces de innovar, con ética y sostenibilidad, que actuemos como verdaderos agentes de cambio y crecimiento aportando valor a la sociedad. Quiero darle a Henrique Capriles Radonski la oportunidad de ser el próximo presidente de los venezolanos. Quiero la fuerza de este hombre, su trabajo, su pasión.
La reconstrucción de Venezuela no será tarea fácil, y para esto necesitamos un buen líder. Él existe, y de nosotros depende que tome el poder. Salgamos todos el próximo 7 de octubre a ejercer nuestro derecho al voto. Demos ejemplo de democracia. Qué el esfuerzo de este gran hombre no quede en vano. Entreguemos nuestra fuerza de trabajo al país, nuestro amor, ese amor que todo lo puede; y les aseguro que el sol devolverá la claridad a nuestros días, y en la noche contaremos de nuevo las estrellas.
Excelente reflexión, pienso que en estos momentos muchos Venezolanos estamos sintiendo esa sensación de esperanza, de que si se puede, de que hay un camino!!!!!!!!!