Bueno, Obama ganó con claridad el Colegio Electoral y con el voto popular en EEUU convirtiéndose de paso en apenas el segundo presidente demócrata en ser reelegido, Bill Clinton fue el primero, desde la época de Franklin D Roosevelt. Como suele suceder después de una derrota electoral, sobre todo si es inesperada, el partido republicano se encuentra sumido en la perplejidad y en plena etapa reflexiva tratando de explicarse qué pasó el 6 de noviembre. Tengan en consideración que en EEUU no hay un CNE ni rectoras tramposas, ni cadenas televisivas o ley Resorte, ni tampoco el ventajismo gubernamental que se observó en Venezuela, caracterizado por el uso y abuso ilegal de los recursos del Estado a favor del presidente a los que echarle la culpa de la derrota. Eso no quiere decir, por supuesto, que no hayan empezado a aparecer potenciales responsables de ese inesperado resultado. Pero tengo la impresión que los dirigentes republicanos tienen extraviada la brújula una vez más.
En lugar de responsabilizar de la derrota a las posiciones extremas que tomaron prestadas del Tea Party en la que se proponían destruir la reforma del sector salud aprobada por Obama, o en materia de inmigración (invocando la ley de Arizona como modelo a seguir y propiciando esa locura que denominaban «la auto-deportación» de los inmigrantes ilegales), o sobre el asunto del aborto (que en algunos casos llevó a ciertos congresantes republicanos a oponerse al aborto aún en casos de violaciones), o en materia fiscal (invocando como una especie de mantra la reducción del déficit fiscal exclusivamente a través de la reducción del gasto social -el gasto en defensa para ellos era intocable- y no por medio de una elevación en los impuestos que se combinara con una reducción en el gasto), y oponiéndose vehemente al matrimonio gay, en lugar de todo ello, digo, están responsabilizando de ese ominoso fracaso a la gente que votó a favor de Obama calificándolas más o menos de parásitas, o diciendo que este nuevo Estados Unidos no es hoy lo que solía ser (supongo que quieren decir blanco, anglosajón y protestante) sino que se ha convertido en otra cosa, un país en el que son los latinos y los negros los que deciden quién es el presidente. En fin, si ese es el diagnóstico de los republicanos, creo que seguirán desconectados de la nueva realidad americana y cediendo el terreno a favor del Partido Demócrata.
Estados Unidos necesita un Partido Republicano fuerte, moderado y de centro derecha que sirva de balance al Partido Demócrata y que esté dispuesto a negociar con él. Aquí, como en todas partes del mundo, la gente está cansada de ideología y clama por un gobierno que se avoque a las soluciones de sus problemas que son muchos y muy complejos. La pregunta entonces es ¿lograrán los republicanos reposicionarse en el centro del espectro político americano o seguirán jugando a la polarización en este país?