Con Frankenweenie (2012) Tim Burton vuelve a los comienzos de su carrera, cuando entró a trabajar en Disney por haberse destacado como estudiante en Cal Arts. Es la nueva versión de una película archivada en 1984 porque el estudio no logró obtener la clasificación de apta para todo público para estrenarla con el relanzamiento de Pinocho (Pinocchio, 1940), cuenta el cineasta en el libro Tim Burton por Tim Burton de Mark Salisbury.
El mediometraje de 30 minutos, filmado en blanco y negro y con actores, es también una curiosidad en el currículo de Sofia Coppola, quien figura en los créditos con el apodo de Domino. Terminó yendo a parar al DVD de El extraño mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas, 1993), película que restableció el vínculo de Burton con la compañía en la que dice que en 1979 aprendió a dormir sentado, con el lápiz en la mano, antes de que lo convirtieran en artista conceptual. Allí hizo también otro corto, Vincent (1982), un homenaje a Vincent Price que tampoco supo comercializar el estudio. Hoy los dos están en Youtube.
Frankenweenie es una película en 3D, y de temática de terror, y por ende la carta de Disney para competir con Paranorman y Hotel Transylvania en el mercado de los largometrajes de animación para niños este año. Se distingue porque fue realizada en un blanco y negro que homenajea los clásicos del género de la Universal de los años treinta. Con la fotografía Burton retoma, además, la crítica de la clase media de los suburbios estadounidenses, una constante en sus filmes. Lo hace a través del contraste entre los exteriores soleados y las sombras de los interiores. El terror no viene en Frankenweenie de tan lejos como de otro planeta, como en los filmes de ciencia ficción de Estados Unidos en la época de la Guerra Fría. Es una atmósfera que se respira en los hogares y también en las aulas, además de en lugares de Nueva Holanda como el cementerio de mascotas y el molino abandonado.
El tema de Frankenstein, tratado a través de la historia de un niño que le devuelve la vida a su perro, se presta más a esta versión, hecha en stop motion, que al corto con actores. “Animar es dar vida”, reza la definición citada por numerosos realizadores de ese tipo de cine, y lo que hace el protagonista de Frankenweenie con Sparky no se diferencia en eso de lo que el equipo de animadores dirigidos por Trey Thomas llevó a cabo con los muñecos del perro, y de los demás personajes y criaturas del filme. Burton tiene el mérito de haber contribuido a rescatar esa técnica en el cine de Hollywood como alternativa a los gráficos de computadora. Lo hizo con El extraño mundo de Jack, basada en un poema suyo y producida por él, pero dirigida por Henry Selick, a la que siguió El cadáver de la novia (Corpse Bride, 2005).
El tema de la relación con la muerte de Fankenweenie es otro que se repite en las películas de Burton. No debe ser considerado solamente un tópico de su estética gótica. Es también característico de la actitud ante el vivir y el morir que se expresa en una obra de la cual la religión está ausente, cuando no es para criticar sus instituciones. Hay algo de educativo para los niños y adultos del mundo conservador de hoy en esa divertida familiaridad con la que el cineasta se ha dedicado a tratar a los muertos, luego de haber reconocido en Beetlejuice (1989) la dificultad que podrían tener los fantasmas de un filme suyo para causar miedo. No son propiamente muertos, además, los que mueren en las ficciones de Burton; si lo fueran, no volverían con tanta facilidad. También hay allí una ironía gótica: recuerda la incapacidad de la razón para entender los misterios del mundo y de la vida, como el dejar de existir al morir.
Otras dos características menos luminosas del cine de Tim Burton marcan también las dos versiones de Frankenweenie.Son su dificultad para construir historias, que contrasta con su genio para crear mundos imaginarios, y la ambigüedad constante entre lo que es arte y lo que no es más que intento fallido o claudicación ante las exigencias del espectáculo comercial. Hay partes de la película en las que a los personajes no parece moverlos sino la necesidad de agregar algo más en el guión o de burlarse de otros filmes, y cosas que surgen de manera aparatosa y amenazante se desvanecen rápidamente, sin mayores consecuencias en la historia. “¿Acaso Fellini es bueno narrando?”, pregunta para defenderse el realizador en Tim Burton por Tim Burton. Pero si bien el cineasta italiano es una referencia para todos aquellos a los que les interesa la fantasía y sus fronteras con la realidad, también parece ser demasiado amplia la distancia que separa al director de Batman (1998) del autor de 8 ½ (1963).
En cuanto a la ambigüedad, el cineasta trató de curarse en salud con Ed Wood (1994), su homenaje al que es considerado el peor director de cine de todos los tiempos. Allí está el problema que plantea lo que un artista considera auténtica expresión de su genio, cuando otra cosa piensan los críticos. Una dificultad como esa está presente en Frankenweenie por el hecho de que, si bien Burton trata de crear desde el principio una atmósfera inquietante con una secuencia de discusión entre sobre el origen de los rayos, no parece haber sido capaz de desarrollar detalles verdaderamente terroríficos, como la pérdida de los ojos en Coraline (2009), la obra maestra de Henry Selick. Su homenaje a los clásicos del género, que incluye también desde la La novia de Frankenstein (Bride of Frankenstein, 1935) hasta Godzilla (Gojira, 1954), es difícil de distinguir, por otra parte, del tipo de cita superficial que se cultiva en los productos de Dreamworks Animation, los cuales pretenden entretener al espectador adulto con una especie de trivia incesante sobre la llamada “cultura popular”.
Pero a pesar de todo eso la película de Tim Burton expresa también inquietudes características de un filme de arte que no subestima la sensibilidad e inteligencia de los niños del público, y tiene una estética en la que se reconoce un autor que nunca ha llegado a ser como el del clásico Plan 9 del espacio exterior (Plan 9 from Outer Space, 1959).
FRANKENWEENIE
Estados Unidos, 2012
Dirección: Tim Burton. Guión: John August, basado en la idea del cortometraje homónimo de Burton, con guión de Leonard Ripps. Producción: Tim Burton, Allison Abbate. Diseño de producción: Rick Hendrichs. Dirección de arte: Tim Browning. Dirección de animación: Trey Thomas. Fotografía: Peter Sorg. Montaje: Chris Lebenzon, Mark Solomon. Música: Danny Elfman. Voces: Catherine O’Hara, Martin Short, Winona Ryder. Duración: 87 minutos. Formato: animación en 3D en stop motion con fotos digitales en 5K e intermedio digital en 2K; exhibición D-Cinema en 3D o 35 mm en 2D, 1,85:1, blanco y negro; sonido Dolby Digital.
Debe estar conectado para enviar un comentario.