“No hay nada mas práctico que una buena teoría”, reza una sabia expresión. Efectivamente, cuando se tiene una buena teoría es como cuando se cuenta con un buen manual para comenzar a operar un nuevo aparato. Se va lento, pero seguro. Se sabe qué terreno se está pisando. Por oposición a eso, cuando se experimenta en cualquier terreno sin contar con ninguna teoría, los riesgos de fracaso, de derivar en los resultados menos esperados, son todos. Eso pasa con el llamado Socialismo del Siglo XXI que, en tono de fuga, quiere ahora devenir en Estado Comunal. A los dirigentes y formuladores de política del régimen, a sus contados intelectuales, se les debería preguntar una y otra vez por la teoría que los guía. ¿Dónde está? ¿Cómo se aplica en Venezuela? ¿Cuál es su modelo económico? ¿Cómo es que se superan, en esta supuesta nueva versión tropical, los vicios y errores de las experiencias socialistas que la humanidad ha conocido, todas ellas fracasadas? Esa teoría, que no sean las mismas elaboraciones de siglos pasados, no existe por ninguna parte. Ni balbuceos, ni intentos de elaboración. Lo que constatamos es que el país ha sido lanzado a una gigantesca, costosísima e irresponsable experimentación, que combina la mayoría de las veces viejas prácticas y políticas de estatismo, centralismo, autoritarismo, en fin, los peores “ismos”, con propuestas y modelos que no se han visto funcionar en ninguna parte como las del Estado Comunal, e iniciativas que corresponden totalmente a otros patrones de desarrollo, como las de la integración del país a Mercosur, que demandan una economía eficiente, competitiva, conceptos éstos muy alejados de los parámetros socialistas. No son pues accidentes los nudos y cuellos de botella que van ahogando progresivamente al régimen. Demasiadas contradicciones e inconsistencias; más de las que puede aguantar el país. Todas ellas eran, sin embargo, previsibles.
Si la infraestructura del país está colapsada, es porque ya antes estaba colapsado el modelo bajo el cual se desarrollaría. Si el aparato productivo no arranca, es porque nunca fue creíble ni consistente la teoría bajo la cual supuestamente prosperaría. Si la democracia se apaga, si las libertades se restringen es porque nunca fueron piezas integrales de la conceptualización socialista. Como bien lo sabe cualquier ingeniero, lo que no está bien resuelto en el plano, no estará bien resuelto en la obra. Los arquitectos, los teóricos del socialismo del siglo XXI, del Estado comunal, de las empresas de producción social, de las zonas de desarrollo comunal, de los fondos zamoranos, nunca hicieron su trabajo, más bien nunca lo intentaron. En verdad, nunca lo hubieran podido hacer bien tampoco. Esos modelos son totalmente incongruentes ya en el diseño. Pero al menos, uno hubiera querido ver el esfuerzo intelectual. Si lo hubieran intentado, tal vez hubieran descubierto ya en el papel algunas graves inconsistencias e imposibilidades y le hubieran ahorrado al país tantos y tan costosos extravíos.
El resultado de toda esta experimentación ha sido la pérdida de más de una década para el país. Una década en la que han ocurrido dos cosas muy importantes que agigantan esa pérdida. Una, que la región de la que formamos parte ha hecho progresos muy notables, al punto de que vamos a contar pronto con el primer país desarrollado en nuestra región, Chile y; dos, que hemos disfrutado de unos ingresos en divisas excepcionalmente altos que nos hubiesen permitido avances notables en muchos campos. Definitivamente, el socialismo del siglo XXI nunca tuvo teoría y sus resultados prácticos han sido y continúan siendo desastrosos. La visión de país y de sociedad que lo sustentaban era y sigue siendo una gran estafa intelectual.
gerver@liderazgoyvision.org
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