El Lincoln de Steven Spielberg se ha convertido en una de las diez mejores películas de 2012 en Estados Unidos. Siete nominaciones a los Globos de Oro, 13 a los Critic’s Choice Awards, ocho a los Satellite Awards y reconocimientos por parte del American Film Institute, el National Board of Review, el Círculo de Críticos de Nueva York y en el futuro, por lo que se podría intuir, no pocas nominaciones al Oscar. Lincoln subraya esa tendencia histórica política que ha terminado por marcarse en esta temporada de premios cinematográficos. Junto a Argo de Ben Affleck y Zero Dark Thirty de Kathryn Bigelow, marca un amplio arco narrativo sobre el derrotero de una nación considerada hoy la más poderosa del mundo. En ese camino, el film de Spielberg resulta “alumbrador” de las otras dos. Como si el realizador, una década después del 11-S y poco más de dos siglos de su fundación, y casi 150 años de la Guerra Civil, hubiese querido mostrar los principios inspiradores que han alentado el espíritu de ese país, más de una vez glorificado por Hollywood, pero que acá perece retomar su justa medida.
Con guión de Tony Kushner (Ángeles en America, Múnich) sobre el libro de la ganadora del Pulitzer Doris Kearns Goodwin (Team of Rivals: the Political Genius of Abraham Lincoln, 2005); Spielberg no realiza un biopic (película biográfica) al uso, sino un retrato complejo de este político y estadista, así como de los sucesos que marcaron sus últimos cuatro meses de vida.
El encendido y controvertido debate sobre la abolición de la esclavitud plena el recorrido del film. Desde el campo de batalla a la legendaria sala del Congreso. En medio de un país “casi” medieval, a las puertas de su futuro.
En plena Guerra Civil, con soldados muriendo de bando y bando, el Norte y el Sur, en el campo de batalla, el Lincoln de Spielberg/Kushner/Lewis emerge casi como una presencia sosegadora, cálida, pacifista y sólida.
La presentación del personaje es casi una declaración de principios, la de un realizador que ha terminado siendo uno de los últimos grandes maestros del cine contemporáneo. La imagen de Lincoln entronizado en su monumento en Washington cobra vida, pero no pierde majestad. Literalmente se humaniza con impecable belleza, en medio de la tragedia.
El Spielberg de Lincoln ha sabido renunciar al espectáculo físico y atrapado lo mejor de su mirada en este espectáculo emocional que no da tregua pese a lo difícil que podría ser para el espectador.
El film apela al discurso, al debate intenso de ideas, apela a la palabra, sobre la imagen. Los narración resulta austera, casi tanto como los escenarios y la contención de su actor protagonista. En Lincoln las batallas son un eco y la diatriba de los congresistas se torna encendida. Pese a la tentación, el realizador no se regodea en las prodigiosas imágenes que podrían resultar de los soldados intentando salvar la vida y ganar la guerra (que también las hay).
El espacio del film es Washington y sus guerreros principales, estos hombres de gastadas pelucas, enfrascados en una lucha moral y política por conseguir o detener la aprobación de la célebre Enmienda 13 que dio la libertad a los esclavos.
El Lincoln perfecto
Cuando Spielberg terminó de rodar Indiana Jones y la calavera de cristal (2008), su siguiente proyecto parecía ser este film sobre la figura del más venerado de todos los presidentes de Estados Unidos. La producción se retrasó y Liam Neeson debió abandonar las filas del mismo para suerte de Daniel Day-Lewis.
Sally Field, 11 años mayor que el intérprete británico, y una de las primeras convidadas del elenco original, recibió una llamada del director y su compañero de reparto preguntando si aun quería ser la “esposa del Presidente”. En adelante, Lewis se dirigiría a ella de esa manera. Le escribiría cartas y un tanto más, en ese arduo proceso por construir un personaje de quien existen muy pocos registros.
Contra todo pronóstico, el Lincoln de Lewis no es producto de una interpretación arrolladora. Como Spielberg, el intérprete británico, ganador de dos premios Oscar, ha huido de ese polvo de estrellas. La suya es una interpretación humilde. Prodigiosa, pero humilde. Un trabajo a base de claroscuros, que subraya aún más Janusz Kaminski desde la cinematografía del film. El maquillaje también suma, pero una vez más, el actor consigue apropiarse del alma de un hombre sometido a los rigores de su tiempo y a las encrucijadas morales de entonces.
Field, de su lado, no desmerece. Esta, sin duda es su mejor actuación desde que interpretara a la madre de Forrest Gump. No hay un espacio vacío en su trabajo, ni un solo desliz. Se impone como la gran actriz que siempre ha sido, extraviada a ratos en proyectos que no valoran su verdadera estatura. Brutal.
A su lado, todo parece estar en su justa medida: Tommy Lee Jones, Lee Pace, Hal Holbrook, John Hawkes, James Spader, Joseph Gordon-Levitt, Jackie Earle Harley y un amplio y contundente etcétera.
* Pubicado originalmente en Cinemathon. http://cinemathon.wordpress.com/2013/01/04/lincoln-de-steven-spielberg/#more-2123
Saludos desde Trujillo. Le escribe un tesista de periodismo de ULA, este blog me lo recomendó un célebre profesor de teoría y crítica cinematográfica de mi escuela de Comunicación Social. Sin ni si quiera pensar hace un año que en este momento estaría buscando referencias para mi trabajo especial de grado: «Análisis semiótico de la película Francisco de Miranda (2006) de Diego Risquez»… Citaré uno de sus artículos que habla de dicho file del «Americano Más Universal».
Saludos
José Silva
josegsilvacs@gmail.com