Argo LOS HÉROES ANÓNIMOS, por Alfonso Molina

Argo 1

Eran los tiempos de Jimmy Carter en la Casa Blanca. Hace treinta y un años el mundo asistió a un capítulo humanitario en el marco de la geopolítica de la Guerra Fría, cuando cincuenta y dos rehenes norteamericanos fueron liberados tras un cautiverio de cuatrocientos cuarenta y cuatro días en Teherán. Las fuerzas militares y policiales del recién inaugurado régimen del ayatolah Jomeini —quien había regresado a Irán después de la caída en 1979 de la sangrienta dictadura de Reza Pahlevi, el Shah o Rey, impulsada y sostenida por la diplomacia de EEUU desde 1953— reclamaban con furia la complicidad de Washington con un gobernante corrupto y asesino que durante casi tres décadas depredó y degradó la antigua nación persa. Este es el marco histórico donde se desarrolla la historia de Argo, tercer largometraje dirigido por el actor Ben Affleck que acaba de ganar cinco premios en los Globos de Oro de este año —incluidos los de mejor película y mejor director— y es firme postulada al Oscar en varias categorías. Creo que también será la más polémica de sus películas. Recrea la operación secreta de la CIA que permitió el insólito rescate de seis diplomáticos estadounidenses que el 4 de noviembre de 1979 se habían refugiado en la Embajada de Canadá, mientras los militantes iraníes ocupaban la de EE UU. Una historia que estuvo clasificada —es decir, secreta— por años y que ahora adquiere relieve público de una manera espectacular.

Ética y desencanto han sido los conceptos medulares en la obra autoral de Ben Affleck. La necesidad de alcanzar una conducta ética ante los grandes conflictos de ls vida  y la vivencia del desencanto ante la manipulación de la realidad costituyen los pilares sobre los que se han sustentado tanto en el guión que coescribió con Matt Demon para Good Willl Hunting (1997), de Gus Van Sant, por el cual ganaron el Oscar en 1998, como en sus dos primeras películas como director: Gone, baby, gone (2007) y The town (2010), ambas ambientadas en Boston, aunque muy lejos del estereotipo aristocrático de Nueva Inglaterra. Al contrario, la primera registra el sórdido secuestro de una niña en el ambiente del consumo de drogas y el dilema moral que se plantean dos investigadores ante la ley y la justicia, que como se sabe no siempre son lo mismo. La segunda narra una historia criminal y afectiva que se desarrolla entre la verdad y las apariencias, con personajes de los estratos más pobres de la ciudad.  Las dos desarrollan anécdotas intensas que atrapan la atención del espectador en torno a conflictos íntimos muy marcados. Este tratamiento parece corresponderse con la formación protestante de su creador. Un cierto sentido religioso se aprecia en sus dramas. Se caracterizan por puestas en escena muy efectivas y por excelentes actuaciones. Constituyen el típico caso de un actor dirigiendo actores.

Con Argo el actor y director de cuarenta años propone un giro significativo y trabaja una historia fuera de EE UU, inserta en el eterno conflicto del desconocimiento mutuo entre Oriente y Occidente y más particularmente en el enfrentamiento entre el universo estadounidense y el mundo islámico. En 1981 no hacían falta Osama Bin Laden ni los atentados del 11 de septiembre de 2001 para que EE UU llevara sobre sus hombros  el peso del intervencionismo y de la complicidad. Su gran rival de entonces, la Unión Soviética, también se hallaba empantanada en Afganistán y otras intervenciones militares. En ese marco complejo y nada cómodo interviene Tony Méndez, un oficial de la CIA especialista en «extracciones», vale decir, en rescate de personal estadounidense en situaciones de conflicto. Ese enigmático hombre que está a punto de divorciarse, que ve poco a su hijo, que no tiene vida privada, es quien inventa una peligrosa operación con la ayuda esencial de Canadá y, sobre todo, con la ayuda y la inspiración de la industria de Hollywood. La fantasía del cine se convierte en la manera de extraer a los seis diplomático. Esta anécdota corre de principio a fin de Argo con agilidad y coherencia sorprendentes.

Tanto la dirección de Affleck como el guión de Chris Terrio —a partir de un capítulo de El maestro del disfraz, libro del propio Antonio (Tony) J. Méndez; y en el artículo The great escape de la revista Wired, escrito por Joshuah Bearman— articulan situaciones en distintos lugares que se llevan a cabo simultáneamente. Desde la burocrática sede de la CIA en Langley, Virginia, hasta las populosas calles del gran bazar de Teherán, desde los estudios fílmicos de Burbanks, California, donde dos veteranos productores —interpretados por Alan Arkin y John Goodman— se burlan de la política y el cine, hasta los corredores internos del Aeropuerto Internacional de Mehrabad, donde está a punto de partir un avión de Swissair. Casi todo el relato transcurre durante el mismo tiempo. Esta compleja construcción dramática permite mantener el suspenso, por un parte, y presentar los rasgos fundamentales de cada personaje, por la otra. Son los rostros de héroes anónimos que adquieren dimensión en la medida en que la trama avanza hacia un final que todos esperan.

El punto flaco que encuentro en Argo se halla en cierto desequilibrio en la visión de Affleck y Terrio sobre el papel jugado por la CIA, el Departamento de Estado y el Pentágono en el mantenimiento de la dictadura del Sha Reza Phalevi, que originó la crisis política y religiosa desatada en Irán con su caída en 1979. Hay que recordar que el mismo organismo de inteligencia estadounidense había participado activamente en 1953 en el derrocamiento de Mohammad Mosaddeq, primer ministro elegido democráticamente, para instaurar a Phalevi. Al principio el film es muy crítico sobre esta participación de EE UU en el sostenimiento de un gobernante tan sangriento, pero luego esa misma CIA deviene en el ancla de una operación heroica. Es decir, un cine de visión histórica deviene en un cine de espectáculo. Con todo, la película está muy bien estructurada y revela la sensibilidad de un realizador que afianza su punto de vista.

ARGO («Argo»), EEUU, 2012. Dirección: Ben Affleck. Guión: Chris Terrio. Producción: George Clooney, Grant Heslov y Ben Affleck. Fotografía: Rodrigo Prieto. Montaje: William Goldenberg. Música: Alexandre Desplat. Director de Arte: Sharon Seymour. Elenco: Ben Affleck, Bryan Cranston, John Goodman, Alan Arkin, Victor Garber, Tate Donovan, Clea DuVall, Kyle Chandler. Distribución: Cinematográfica Blancica.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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