Una aventura extraordinaria EL VIAJE HACIA LA VIDA POR LA FE, por Alfonso Molina

  

Piscine Molitor Patel es el joven hijo de un campeón de natación que «colecciona piscinas» en la zona francesa de Pondicherry, en India, a finales de los años setenta del siglo pasado. Su padre le puso ese nombre en honor a una piscina francesa. El muchacho prefiere llamarse Pi —como el número π— para evitar el ridículo de llamarse como una piscina. Lleva una vida muy particular. Hindú y vegetariano como sus padres, ansía llegar a Dios también con otras religiones como el islam, el cristianismo y el judaísmo. Vive prácticamente en el zoológico de la familia, rodeado de animales. Le llama mucho la atención un tigre llamado Robert Parker. Por razones impuestas por una historia muy particular la embarcación japonesa donde viaja la familia y sus animales hacia Canadá zozobra y mueren seres humanos y bestias, salvo Pi, Richard Parker, una hiena y una cebra, que deben sobrevivir en medio del océano y sobre un bote salvavidas. Comienza entonces una epopeya personal que ha sido recogida en la célebre novela del canadiense Yann Martel, Life of Pi, ahora convertida en film por un Ang Lee muy imaginativo que ha realizado una puesta en escena espectacular en 3-D.  Obra insólita e inesperada que aquí ha recibido el vago título de Una aventura extraordinaria.

Ang Lee es un director no solo particular sino muy diverso. Más allá de ciertos tópicos de sus primeras películas, el realizador taiwanés ha sido capaz de enfrentar filmes tan diversos como El banquete de bodas y Comer, beber, amar (1994), ambas sobre las tradiciones familiares chinas y la sexualidad de sus personajes; El secreto de la montaña (2005), sobre la relación homosexual entre dos vaqueros en EE.UU.; El tigre y el dragón (2000), hermoso homenaje a las artes marciales chinas; la muy inglesa Sensatez y sentimiento (1995), sobre la famosa novela de Jane Austen; la recreación de un héroe de Marvel Comics en Hulk (2003); un magnífico drama de erotismo y espionaje en Deseo, peligro (2007); una reflexión nostálgica en Bienvenidos a Woodstock (2009); y ahora Vida de Pi (2012). Es decir, este cineasta ha derivado en un verdadero realizador globalizado que puede filmar en Taiwan y China de la misma forma como lo hace en EE.UU., Inglaterra e India.

En esta oportunidad Lee se aleja de todo lo que ha hecho anteriormente y construye un film que se debate entre el gran espectáculo visual y el drama místico, pero no como en El tigre y el dragón —pleno de coreografías, acciones y espiritualidad— sino con un profundo sentido religioso. De la grandiosidad del cielo y el mar a la intimidad de la lucha por la vida. Un tigre de bengala con mucha hambre —dispuesto a comer lo que encuentre— y un muchacho de dieciséis años que cree en la bondad de Dios y en sus enseñanzas se establece una extraña relación marcada por la necesidad de supervivencia. Suceden muchas cosas en esos 227 días en el mar. Algunas incluso se internan en el terreno de la imaginación. Pero lo importante es que al final del camino las verdades pueden tener muchas versiones y cada cual puede escoger la suya. La ficción es fundamental para comprender la realidad.

En Vida de Pi la fe adquiere una importancia capital. Constituye el sustento de toda la historia. Solo con fe ese ser humano puede superar los obstáculos. Es lo que trata de explicar el Pi ya adulto, quien vive con su esposa e hijos en una localidad canadiense, cuando un escritor se le acerca para conocer su historia y para convertirla en novela. La memoria también se nutre de la imaginación para tratar de comprender lo que sucedió. Por eso Pi cuenta dos versiones: la suya y la que necesita la compañía de seguros que investiga el hundimiento del barco. Pero en ambas los resultados son los mismos. Lo que las diferencia es que el muchacho identifica las conductas animales que presenció y las corresponde con las conductas humanas probables. Pero esencialmente la historia es la misma.

La primera parte de Una aventura extraordinaria es bastante convencional, incluso yo diría que aburrida, pero hay una escena que levanta el tono de la película,  cuando Lee presenta al otro personaje esencial del film: el tigre Richard Parker. Ese momento marca la naturaleza de toda la película. Lo que sobreviene después es arrollador, con esa extraña combinación de tragedia y belleza. En el principio y el final la figura del escritor —el propio Yann Martel supuestamente— determina el tono testimonial de los recuerdos de Pi.

Un film espectacular con un manejo de la imagen de grandes valores plásticos e intenso dramatismo, a cargo del director de fotografía de origen chileno Claudio Miranda, habitual colaborador de David Fincher. La vi en 3-D y ahora quiero verla en pantalla normal, sin trucos. Como el cine de siempre.

UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA (Life of Pi), EE.UU., 2012. Dirección: Ang Lee. Guión: David Magee, sobre la novela homónima de Yann Martel. Producción: David Womark, Gil Netter y Ang Lee. Fotografía: Claudio Miranda. Montaje: Tim Squyres. Música: Mychael Danna. Dirección de arte: David Gropman. Elenco: Suraj Sharma, Irrfan Khan, Tabu, Rafe Spall y Gérard Depardieu, entre otros. Distribución: Cines Unidos.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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Una respuesta a Una aventura extraordinaria EL VIAJE HACIA LA VIDA POR LA FE, por Alfonso Molina

  1. El tigre se llamaba Richard Parker, no Robert. Y el nadador era el padrino de Piscine, no su papá. Su papá era el comerciante dueño del zoológico.

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