Junto a sus cualidades artísticas y técnicas que la llevan a competir por el Oscar y al margen de los resultados de este premio tan sujeto circunstancias extra-fílmicas, desde ya es una pieza clásica para abordajes de lectura política en cualquier escenario político de nuestro tiempo.
La CIA con su nombre original o sinónimos ha sido protagonista predilecta dentro y fuera de los Estados Unidos de Norteamérica. Su carácter de organismo central de Inteligencia destinado a preserva la seguridad y naturaleza constitucional de ese país con los más eficaces recursos humanos y científicos de espionaje y sus contras, permiten que sus miembros aliados, admiradores y detractores la mantengan viva para la acción ideológica como sucediò con el endógeno y cruel macartismo o frente a las delictivas purgas grupales y masivas ejecutadas por sus adversarios, entre muchos, la nazi Gestapo, la soviética KGB y la castrocubana G2 hasta proyectarse en ficciones literarias y fílmicas que van de lo burdo, esquemático y sofisticado a lo difícil propiamente artìstico. Argo pertenece a este sector.
Su exitosa aceptación por igual del gran público académico y selecto, ya son analizados por los exigentes críticos especilistas. Pero las respuestas serán sorpresivas y aleccionadoras si cada espectador común se pregunta dónde radica el secreto de una cinta que logra abstraernos con pasional interés hasta la toma final, tratándose de un hecho histórico de 1978 de conocido o previsto desenlace que sólo ahora, como documento desclasificado deriva en talentosa y seductora libertad creativa.
Obviando las escenas persecutorias de suspenso, típicas del género el filme logra su principal autenticidad al retratar sin miedo el efecto psicológico del pánico que en víctimas y rescatistas produce todo secuestro, muy especialmente el activado desde mentes fanatizadas por modelos autoritarios al mando. Aquí ahora, la enfermedad criminal de los «cco-secos», «pranes», «bandas rivales» y supuestos «guardias de la naciòn» de facto, fusionan delincuentes civiles y militares. Allá desde la cinta, el heroísmo radica en el duro proceso que transforma la energía debilitada y paralizante de los sufrientes en potente fuerza unida de salvación.
En pantalla, lo auténtico positivo se refuerza con calidad desde la conducta personalizada de viejos y confiables funcionarios públicos atados a un régimen corporativo de reglas en apariencia inviolables para resguardar el buen nombre y eficacia total de su institución. Pero en el momento crucial se obligan a cuestionar una tradición escrita a veces con sangre inocente y están dispuestos a confrontarla para aplicar a todo riesgo el otro deber básico inscrito en las sagradas escrituras de su conciencia individual:la importancia de cada vida humana. Eso que aquí ahora, son llamadas necedades dela burguesía capitalista-imperialista-derechista y se sustituyen por la norma superior de la muerte feliz emanada de una monarquía populachera, hereditaria y mágico religiosa.
En el gran cine, lo trágico se soluciona a través de un humorismo punzante que al disolver lo negativo sacraliza el principio de la libertad. Aquí , los dramas terribles de la represión persisten por ahora con duelo bastante silencioso y pasivo mientras el cuerpo aguante y puedan emerger las reacciones a lo Argo, aquella localidad griega, la más antigua, donde en cierta famosa ocasión, soldados y residentes se rebelaron para juzgar el nefasto, injusto proceder de sus jefes y mandatarios.
Me parece un excelente análisis.