Paradojas de la coyuntura LA PRESENCIA DEL AUSENTE, por Alfonso Molina

Chavismo religiosoHoy, domingo 3 de marzo de 2013, sólo un puñado de personas sabe si Hugo Chávez está vivo o muerto. Ese elitesco grupo constituye la nomenklatura gobernante, al viejo estilo soviético. Ante la ausencia del presidente reelecto, ejerce las funciones de gobierno pero siempre nos dice que el caudillo está presente. Esa suerte de secta tiene el poder en sus manos. Nadie ha votado por sus integrantes. Nadie los ha elegido para conducir el país. Son los usurpadores del poder. Vivo o muerto, el devastador caudillo continúa dominando la vida venezolana y sus áreas de influencia geopolítica. La única certeza que tenemos es que —si está vivo— no volverá a ser el máximo conductor de su revolución. Es evidente que está incapacitado para ejercer el cargo de Presidente de la República. Entonces, no logro entender por que la élite gobernante no acelera el proceso, declara la ausencia permanente y convoca elecciones presidenciales que debería ganar con relativa facilidad. Tiene todo el poder del aparato del Estado —el CNE, el TSJ y la FANB, además del inmenso sistema nacional de medios oficiales— para volver a imponerse. Pero la nomenklatura vacila. ¿Por qué?

No conozco a ningún dirigente de oposición que sea optimista ante las paradojas de la coyuntura. Todos están conscientes de la debilidad organizativa de los sectores democráticos. Después de las derrotas del 7-O y el 16-D, comienzan a manifestar que no basta con desarrollar un trabajo en el campo electoral, sino que es necesario vincularse con las protestas ciudadanas que día a día se realizan en todo el territorio nacional. Como la defensa de la propiedad privada, el impulso a las reivindicaciones laborales, la lucha contra las expropiaciones —más bien confiscaciones— industriales, agrarias y habitacionales, el resguardo de la libertad de expresión, las protestas contra la violencia y la inseguridad personal. Una verdad de Perogrullo que han tardado en reconocer.

Hace poco más de una década la sociedad civil venezolana carecía de un liderazgo político pero gozaba de un liderazgo social expresado a través de distintas formas de organización de los ciudadanos: CTV, Fedecámaras, Asamblea de Educación, Gente del Petróleo, los diferentes colegios profesionales, las asociaciones de vecinos, varias organizaciones no gubernamentales, etcétera. Los ciudadanos creyeron en ellas. Once años después existe una dirigencia política —expresada en viejos y nuevos partidos— pero carece de un vínculo real y productivo con una dirigencia social que promueva los proyectos políticos con la ciudadanía. Hoy no tenemos CTV ni sindicatos independientes, los gremios son hostigados sistemáticamente y Fedecámaras ha sufrido la hostilidad del gobierno. Con todo, algunas asociaciones civiles continúan luchando sin descansar por los derechos de propiedad, la defensa del empleo y el salario, la transparencia de lo público, el control de la violencia en las cárceles, los derechos de los ciudadanos, la libertad de los presos del régimen y muchos frentes más.

Diez años atrás lo político tenía carácter de pecado, nadie confiaba en sus dirigentes. Hoy, en contraste, el espacio de las luchas sociales es considerado como expresión de la antipolítica y de lo naif. La explicación que encontramos a esta tonta e inútil dicotomía es que no se ha entendido que la lucha política va mucho más allá de lo electoral y se inscribe en el campo de los combates de los ciudadanos por sus derechos. En todos los terrenos. Como lo comprendieron y pusieron en práctica AD y Copei hace más de medio siglo, tras la caída de la dictadura de Pérez Jiménez. Como fue en los orígenes de la sociedad civil organizada en Venezuela, cuando surgieron a principios de siglo XX las primeras organizaciones estudiantiles, obreras y campesinas. Sobre todo porque el liderazgo de las distintas formas de organización social es lo que permite la movilización política de los ciudadanos en sus luchas.

Continúa la vigencia de la pregunta: ¿Por qué la élite gobernante no acelera el proceso, declara la ausencia permanente y convoca elecciones presidenciales que debería ganar con relativa facilidad? Tiene que existir una respuesta.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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