La integración de las artes en esta era ciberdigital permite experiencias únicas, placenteras y sabias. Hoy día resulta imposible generar y recibir el arte segmentado en parcelas creativas pues música, imagen y letra forman un haz irrompible que puede sensibilizar a personas y masas, para bien o mal.
Escuchar sin ver a Bebo Valdés durante décadas en discos como Bebo Rides Again con Paquito de Rivera, de 1993, Lágrimas Negras con Diego de Cigala(2003) y Bebo de Cuba,(2006) aumentó la intensidad del amor al pueblo cubano desde su música. Mi padre Max, pobre judío polaco, bandolinista silvestre, inmigrante voluntario y escapado a tiempo del régimen nazi, obrero en fabrica de zapatería isleña por la década veinte, comentó siempre que no comprendía cómo gente capaz de inventar esos versos y melodías, sones y danzones soportó una cruel dictadura como la Gerando Machado, de quien huyó para salvarse en este generoso país. Aquel presidente sanguinario reelecto por ocho años, fue derrocado al fin por una coalición cìvico-militar impulsada por un pequeño grupo demócrata.
Fue en el año 2000 cuando un documental, Calle 54, del español Fernando Trueba, nos acercó tanto, en carne visual, en auditivo tacto, a esa comunidad numerosa de genios populares con algunas figuras que pudieron llegar por fin con su nombre propio al nuevo público mundial.
Luego fue privilegio especial, la sensación que une eso de oir-mirar-sentir–gustar-comprender a Ramón Emiro Valdés Amaro (1918- Marzo 22, 2013) en el documento fílmico Old Man Bebo (2008) del cineasta Carlos Carcas, norteamericano nacido en Cuba y en esta original joya de película titulada Chico y Rita, dirigida por el mismo Trueba, candidata al Oscar 2012, tejida por una banda sonora básicamente inspirada en el talentoso pianismo de Bebo imbricado en los delicados dibujos animados de Javier Mariscal.
Pero lo central. El arte auténtico tiene un continuo y renovado espacio-tiempo que le es otorgado por el entorno del receptor. En estos fantasmales días venezolanos, cuando asoma un justo pero peligroso reclamo (por su imprevisible efecto de xenofobia incontrolable) a la enorme importación obligada de cubanos esclavos utilizados como mercancía de canje petrolero por el chulocomunismo castrista y la revolución bolivariana que vende al país, conviene recordar que el alma genuina de los pueblos no radica en espías militaristas, discursos populachero y mucho menos en una artesanía por encargo (léase franelas Che y musiquita roja de pésima factura).
Pervive en su creación espontánea, natural. Hoy, esa Cuba Libre de doscientos años nos toca firme cada fibra, desde el tierno y sensual, hondo y sencillo, honesto y vibrátil, su y nuestro caballero Bebo.
Alicia Freilich
alifrei@hotmail.com
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