A juzgar por los erráticos movimientos de Maduro desde el mismo 14-A podría anticiparse que su gobierno será breve. Es muy difícil explicar, y más difícil entender, cómo es que después de haber aceptado públicamente auditar el 100 % de los votos al día siguiente ignore olímpicamente ese compromiso. No hay que ser demasiado suspicaz pare sospechar las razones de ese insólito cambio de opinión ¿Será que en verdad no pueden probar que ganaron en las urnas? ¿Será que fue desautorizado por Cabello? ¿Por los cubanos? ¿Qué pasó ahí?
Así le será muy difícil gobernar. No hay luna de miel.
Su gobierno está amenazado por una grave situación económica que ya se ha extendido por muchos meses. La inflación de marzo de 2.8% mete miedo, la escasez de productos de primera necesidad parece ser crónica, los empresarios no se atreven a invertir, la salida de capitales no se detiene, el dolar paralelo sigue cuadruplicando la cotización oficial, la construcción continúa paralizada por falta de insumos, no hay empleos nuevos, no hay plata en los bolsillos de la gente.
Maduro carece del apoyo popular y entusiasta de su predecesor. Votos del chavismo se desplazaron hacia Capriles el pasado domingo en un significativo número. Ese movimiento en las preferencia políticas que ya había sido detectado por algunos tracking polls es probable que se haya intensificado con la acumulación de errores políticos de su propia autoría. La opacidad de Maduro contrasta nítidamente con el carisma del difunto. Lo mismo puede decirse de su liderazgo y auctoritas.
Del otro lado de la acera se encuentra un líder que a pesar de la derrota electoral luce victorioso en lo político Un caso muy curioso en los anales de este tipo de evento. Capriles es el hombre del momento, le recuerda a uno a la imagen del comandante del 4-F pronunciando su famoso “por ahora” que lo catapultó al poder años después. Ha administrado magistralmente la frustración de más de 7.3 millones de venezolanos quienes han respondido a su llamado de paz alejándolos de las posiciones más radicales que acechan en su propio bando. Y, acaso lo más importante, ha galvanizado el respaldo de los partidos políticos y líderes independientes del país.
La impericia de Maduro amenazando con radicalizar su gobierno ha sido detectada por José Vicente Rangel. Esta vía, nos dice JVR, no conduce sino a la negación de la política, al arrinconamiento, un territorio donde solo campea la fuerza bruta. Hay que dialogar, buscar un entendimiento pacífico antes de que sea muy tarde. Ojalá encuentre eco este llamado.
Los diablos andan sueltos.
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