Recientemente, el diario El Nacional (28-4-2013), jerarquizó en primera página, una noticio que no recibió la resonancia que merecía. Las disidentes cubanas Damas de Blanco, en gira internacional, pidieron a Venezuela que no regalara más petróleo a Cuba: ¡Estremecedor! La insólita noticia del audio de Silva, le dan más relevancia al tema de nuestra patética relación con el régimen castrista.
Inevitables beneficiarias de ese regalo, que permite que tengan más electricidad, movilidad de vehículos, etc., en su país, sin embargo optan por denunciar esa dadiva del gobierno chavista. Son contundentes en declarar que eso representa oxígeno para una dictadura, que impone dominación, y retraso para su país. Están privilegiando valores de vida, como los derechos humanos y la libertad, además de la confianza en el potencial de productividad y bienestar económico de la isla, en condiciones dignas y abiertas de iniciativa, esfuerzo y vínculo internacional.
Esto plantea considerar una ética del uso del petróleo, que también nos concierne profunda y sustancialmente. Los venezolanos también deberíamos reclamar y exigir, que no se regale el petróleo, ni afuera ni adentro del país. El petróleo no es para regalarlo sino para utilizarlo como palanca de desarrollo colectivo.
Muchos especialistas divagan cuando se discuten los perversos efectos de la renta petrolera y se distancian de la famosa sentencia de Juan Pablo Pérez Alfonso, al denominarlo “estiércol del diablo”. No estaba ajeno el fundador de la OPEP de la obvia palanca de desarrollo que el petróleo significó para Venezuela, pero tenía muy buenas razones para escandalizarse de los usos ajenos a su siembra generadora de progreso y modernidad.
Nunca como en estos 14 años, se había visto un uso más perverso y dañino de la renta petrolera. Hemos sido testigos de cómo ha sido utilizada para subordinar, chantajear y someter electoralmente a una gran parte del país, sin interés en hacerlos parte de una entidad trabajadora y productiva, sino indigentes crónicos, dependientes de una misión de subsistencia.
Cada día, la renta petrolera es menos una palanca de desarrollo y mas una palanca de manipulación para perpetuarse en el poder. Se regala la gasolina, se relega la construcción y mantenimiento de infraestructura, pero además, se asfixia a los restantes sectores productivos y empleadores del país. Lo que denuncian las Damas de Blanco, es escandaloso. Se concede una parte de la producción petrolera para uso de la oligarquía de los Castro, subordine económicamente a su país y a países que le habían dado la espalda a la propuesta conflictiva, sangrienta y retrograda de la revolución del siglo XIX.
El regalo petrolero a Cuba, es un caso insólito de seducción política, en razón de retorcidas condiciones de la personalidad de Chávez (requerido de instrumental de omnipotencia, que Fidel le proveia), que además del costo económico, ha lesionado la soberanía nacional, dejándonos en un vergonzoso capítulo histórico de colonialismo “revolucionario”.
Para los venezolanos todos, a nivel de cada ciudadano, así como son sencillas ciudadanas las Damas de Blanco, está planteado concientizar y exigir un uso ético del petróleo, que diferencie la manipulación politiquera de los afectados de pobreza y la persecución de todo aquel que tenga algo, pues de esa manera, se degrada la convivencia, el trabajo, los servicios sociales en manos del estado, el desarrollo y la democracia.
Para las aspiraciones de este gobierno populista salvaje, es suficiente con que solo exista el dominio de la renta petrolera que percibe (muy disminuida por la ineficiencia técnica y reparto “estratégico”). Lo demás, le estorba. Para lograr este propósito, se generan otros fuertes eventos perversos, como el control de cambio permanente y la terrible cadena de corrupción que lo acompaña.
Tenemos el reto de desarrollar colectivamente, un código ético del uso del petróleo, con el cual confrontar y medir a la dirigencia política que esté en escena, pues del ejercicio de este buen sentido común, dependerá que esa inevitable y determinante realidad que es ser un país petrolero, nos conduzca a progresar tras su buena siembra, o corrompernos y dañarlos en el uso político y de borrachera asistencialista de charlatanes simpaticones que manipulan la necesidad.
Quizás este sea el punto crucial de nuestras diferencias, hoy en día tan polarizadas: como disponer y usar la renta petrolera; el voraz saqueo manipulador y demagógico, ajeno e ignorante al desarrollo, pero con rentabilidad electoral o la inversión en infraestructura, capacitación y aliento a la productividad. El bochinche petrolero o la ética sensata del desarrollo. Ya basta de tanta locura.
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