Según la revista británica Decanter, Alejandro Vigil es una de las 50 personas más influyentes del medio vinícola que no hay que perder de vista. En su corta visita por Caracas dejó un grato sabor en boca y ganas de seguir descorchando botellas procedentes de Argentina bajo su sello personal.
Es un sujeto macanudo. No tiene la pinta del enólogo convencional. Amante del rock y de la literatura (escribe cuentos) tiene un paladar con memoria de ajedrecista. Locuaz y con sentido práctico de las cosas, cuando habla sobre vinos va al grano. Al pan, pan… el mejor vino es el que te gusta. Punto.
En una cata para un grupo de líderes de opinión donde compartió el micrófono con Susy Sánchez, sommelier asesora de Di Vino Comercializadora, empresa anfitriona, desnudó en este orden cuatro vinos que son como hijos suyos: Catena Alta Chardonnay (2009), Catena Alta Malbec (2.009), Catena Alta Cabernet Sauvignon (2009) y Nicolás Catena Zapata (2005). Todos se consiguen actualmente en los anaqueles de licorerías y cadenas de supermercados, aunque con el desbastecimiento generalizado, adquiéralo, cuando lo encuentre.
Alejandro Vigil hizo un recuento de la historia de la saga familiar de la propietarios de la marca, que generación tras generación, apostaron en la modernización. Otra prueba de ello es la arquitectura de la bodega que se sale de los parámetros convencionales. Por fuera se inspira en una pirámide maya de Tikal, mientras que el interior es ultra contemporánea. La edificación fue concebida por el arquitecto Patricio Cueto Rua, ubicada en Agrelo a 940 metros sobre el nivel del mar.
Con verbo generoso y fluido la introducción que realizó el experto fue un viaje virtual a la región de Mendoza, donde la cordillera andina, desde la época que arrulló a dinosaurios, fue creando condiciones privilegiadas para que la malbec, uva plebeya proveniente de Europa, adquiriera en este lado del planeta estatus aristocrático. Hay otras uvas que se desarrollan estupendamente bien y con personalidad de terroir, pero fue malbec la cepa que abrió el nicho de las exportaciones y se convirtió en marca país, lo que Gardel es al tango. Tiene incluso en el calendario un día que a la uva de marras, se le rinde homenaje y hay explosiones de fiesta por doquier.
Vigil llama eufemísticamente al malbec “arma nuclear”, incluso lleva la palabra tatuada en un brazo, aunque su favorita sea la cabernet franc de la región de Pomerol, Francia. En cuanto al fenómeno de la popularidad dijo en una entrevista reciente para el diario colombiano El Tiempo: “las bodegas argentinas no creíamos en el malbec, apostábamos más por el cabernet, pero cuando la gente lo descubrió nos lo impuso y por eso está hoy donde está”.
“Se impone cada vez más la diversidad, la frescura, la complejidad y el origen. Siguen existiendo, desde luego, esos malbec densos, corpulentos, de mucha fruta madura, pero la realidad es que mientras vendes una botella de ese tipo de malbec, de los más frescos y livianos puedes vender tres”.
Otra una revelación hecha por el enólogo fue señalar una evolución en cuanto a la vinificación. “Pasamos de un estilo muy americano, con mucha madera, a un estilo más francés, más Borgoña”.
Fabricio Portelli, importante crítico en Argentina, ha reconocido que esta bodega lleva la delantera en su apuesta por hacer grandes vinos. No se duerme en los laureles con el malbec, es por ello que paralelamente desarrolla con buen tino chardonnay y en particular, el cabernet sauvignon, monarca de los tintos y no cesa en la búsqueda de hacer el mejor. Aunque Portelli considera que están aún lejos del nivel de los de Napa Valley y un poco más de los de Burdeos, en Catena siguen convencidos y obsesionados en lograrlo.
Ángela Oráa
@angelaoraa
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