Sobre todo si es negra. Aun menos si su autora acostumbra hurgar en el alma de sus personajes y en los laberintos más terrenales del entorno. Como podría hacerlo a través de un concurso de belleza abierto en sus entrañas para mostrar un crimen inesperado y amenazante, originado en un negocio turbio y convertido en atracción del morbo y los prejuicios. Lo que Sonia Chocrón indaga en su segunda novela, Sábanas negras, se revela un poco más allá del misterio del caso narrado. Se ubica esencialmente en las implicaciones de la muerte de una Señorita Belleza Venezuela en circunstancias extrañas la noche cuando debía entregar su corona a la nueva elegida. El cadáver de Margarita Latuff constituye el punto de partida de una trama oscura y sinuosa que involucra a Nina Medina, madre soltera y eficiente secretaria en el canal de televisión promotor del certamen, y a Cacho Rondón, nombrado Francisco Javier, fotógrafo desempleado buscador de la verdad, en una investigación con un objetivo inevitable. Detrás de los rostros hermosos y la fantasía de una noche surge la crueldad de un negocio que todo el mundo conoce pero del que nadie habla, como sugiere el vocablo mokita en lengua de Nueva Guinea que se convierte en pista conceptual de la trama. Se cumple un ciclo, se abre otro y los secretos brotan como la sangre. Curioso ejercicio de novela nada inocente con un poco de policial pero, sobre todo, con mucho de serie negra, a la manera clásica.
A partir de su anterior Las mujeres de Houdini (Ediciones B, Caracas, 2012), Chocrón se desplaza desde el drama de tres generaciones de mujeres en una misma familia, envueltas en un misterio del pasado, hasta la confrontación íntima de una luchadora cotidiana, con un niño a quien levantar con su trabajo y con la vaga ilusión de encontrar amor. Nina Medina abre la novela —en la soledad de cada día— y también la cierra —en la compañía de la noche— después de recorrer una trama marcada por personajes y situaciones que van deshojando roles, secretos, ausencias y voces contenidas. Ante el ajetreado mundo de la televisión, el deslumbrante ambiente de una gala de belleza y los oscuros espacios del periodismo de investigación, ella recorre una ruta desconocida hasta el sórdido negocio de la prostitución de alto nivel. Incorpora por azar a un perdedor como compañero de ruta y ambos irán desmontando los mecanismos de un negocio que involucra complicidades y silencios.
Una Caracas caótica, lluviosa, poco amable, sirve de marco urbano a la investigación que Nina y Cacho llevan adelante por el asesinato de Margarita Latuff. El significativo detalle de unas sábanas negras sobre la cama donde yace el cadáver de la chica y la misteriosa palabra escrita en una libreta de notas, los impulsan a emprender una indagación que chapotea en el pantano de la prostitución, las drogas, el sicariato y el crimen organizado. Los hechos se convierten en registro documentado de la muerte y luego devienen en ficción como la mejor forma de decir la verdad.
La poeta, guionista, cuentista y ahora novelista estructura su historia con la preceptiva de la serie negra, es decir, desentrañando un crimen que impulsa la trama pero que, en un momento dado, pasa a un segundo plano para abrir paso a una visión crítica sobre los intersticios del poder, ya sea político o económico. Especialmente en una sociedad donde la justicia es manipulada y no hay castigo para los culpables. En esta senda, Sábanas negras contempla no un asesinato sino dos, pero el principio dramático es el mismo. Se vale de un puñado de personajes ubicados en roles específicos para establecer la red de hechos y presunciones: la reina de belleza, el actor enamorado, el productor del espectáculo, el comisario policial, la coreógrafa, el diseñador de vestuario, el motorizado y su novia, el periodista veterano, el alto ejecutivo del canal de televisión, el hombre que controla el negocio, cada cual en sus funciones. Juntos componen los elementos humanos del rompecabezas que Nina y Cacho van armando con angustia en medio de la violencia y a hostilidad.
A diferencia de Las mujeres de Houdini, con un tono intimista y personal, construida hacia adentro, el estilo narrativo de Sábanas negras avanza hacia afuera, con narración en tercera persona. Busca la coordinación de hechos y personajes de manera incesante para construir un suspenso con elementos de cierto humor. La descripción de situaciones es rápida, precisa, sorprendente. Los hechos hablan, los personajes matizan, la historia cambia. Pero más allá de la anécdota se instala la visión de las organizaciones criminales que actúan en el país. legitimadas por el poder económico y las relaciones con el universo político y los medios de comunicación. Y algo muy importante: con el apoyo de la propia policía.
Una historia marcada, además, por la continuidad en el tiempo. Se trata de la Venezuela de hoy, de hace quince años, de mañana. De un país donde el poder cambia de rostro pero no de protagonistas. De un conglomerado nacional que sigue guardando muchas deudas con la justicia. Una novela que propone su propia continuidad. Porque no hay novela inocente.
SÁBANAS NEGRAS, de Sonia Chocrón. Ediciones B Venezuela, Caracas, 2013.
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