El 3 de diciembre de 2006 Chávez obtuvo más de 7 millones de votos. Ese día comenzó —paradójicamente— el proceso de erosión del chavismo, como consecuencia de la errónea interpretación que Chávez hizo de la victoria electoral: que ella significaba la aceptación mayoritaria de los venezolanos de su proyecto «socialista», hegemónico y totalitario y no, meramente una victoria electoral.Después de este clímax en diciembre de 2006, la base social y política del chavismo se ha venido erosionando en varias oleadas: la primera, con el anuncio de Chávez de creación del PSUV, que dio lugar a las negativas de sus partidos aliados —Podemos, PPT y PCV— de integrarse en el partido único, en una inesperada muestra de independencia. Luego, con el arbitrario retiro de la concesión a RCTV, que tuvo un importante impacto sobre amplios sectores populares. Por último, con la imposición de la mal llamada «reforma constitucional», que generó un gran malestar en el país, en particular, en sectores cercanos al chavismo, como el general Baduel, Maria Isabel Rodríguez y numerosas individualidades, que manifestaron su oposición a la «reforma», y la separación definitiva de PODEMOS del polo patriótico. En total, más de 3 millones de votantes no lo acompañaron en su propuesta y se abstuvieron, otros cientos de miles votaron No.
Con la derrota sufrida por Chávez el 2 de diciembre de 2007, las condiciones, y sobre todo las simbólicas, cambiaron radicalmente. Se trataba de su primera gran derrota electoral; se vino a menos el aura de infalibilidad e invulnerabilidad que gozaba el presidente. Dentro del chavismo muchos le perdieron el miedo a Chávez. El 2-D quedó demostrado que con una política inteligente, enfocada en las realidades de la gente y no en la polarización en torno a Chávez, este era derrotable. Amplios sectores opositores —al borde del abstencionismo crónico— se convencieron de que había que votar, pese a la cantaleta de que «el fraude ya está cantado».
Varios otros factores han venido cabalgando sobre la derrota del 2-D y abonan a la erosión indetenible de ese fenómeno aluvional que se ha llamado chavismo. ¿Por qué nos olvidamos que chavista no es una característica genética, inmodificable de un sector de la población? Para la gran mayoría, votar por Chávez fue y es una escogencia circunstancial, interesada —no siempre en el mal sentido de la palabra—, y no un compromiso a prueba de todo, ante la incapacidad e indolencia desplegada por los sectores que fueron desplazados en 1998. Hoy, sólo para una minoría, el chavismo es un fervor.
Después del 2-D las cosas no podían volver a ser como antes, aunque Chávez haya intentado minimizar la victoria del No. Sobre el piso ya fracturado, otros factores contribuyen a la profundización de la erosión chavista.
La economía ha sido un factor que durante estos años recientes ha jugado a favor del gobierno. Pero, en el 2008, el ambiente económico —y social— se ha complicado enormemente producto de las políticas erróneas y contradictorias que el ejecutivo ha desarrollado; inflación sin control, desabastecimiento y frenazo del crecimiento económico. Estos problemas están golpeando a los sectores más pobres. La crisis de los servicios públicos —seguridad, salud, energía, educación—, consecuencia de las pésimas gestiones públicas, está generando signos cada vez más visibles de molestia y de ansias de cambio, que se expresan en las incontables protestas populares que a diario tienen lugar en todo el país.
Con la selección de las candidaturas a alcaldes y gobernadores la erosión ha golpeado al mismo PSUV, aún en proceso de gestación. Una vez que el show de las primarias pasó —donde votaron menos de la mitad de los inscritos— y que se evidenció el montaje para «elegir» a los designados por Miraflores, ha comenzado una potente oleada erosiva que puede puede poner en peligro la hegemonía chavista en varios estados que han sido hasta ahora sus feudos. Las expulsiones de Tascón, Acosta Carlez, Giménez, Manuitt, Numa Rojas; el desafío que mantienen el PPT, PCV y otros grupos para que sean tomados en cuenta y las continuas protestas de militantes enfrentando las decisiones del PSUV, contribuirán a erosionar más aún la base social y política del chavismo.
Este proceso erosivo en el chavismo «profundo» tiene un componente adicional muy importante y que va a tener consecuencias serias. Chávez al imponer determinados candidatos, que no cuentan con el apoyo popular, no solo crea profundas enemistades internas, sino que, no bástandole con quitarles el apoyo, maltrata y humilla —frente a los medios de comunicación— a los desfavorecidos, creando un poderoso motivo de resentimiento que va mucho más allá de lo político; una fractura emocional muy difícil de subsanar para los afectados y sus seguidores.
En las elecciones regionales del 2004, apenas 10 semanas después del revocatorio que ganó Chávez con más de 5.800.000 votos, los votos chavistas alcanzaron a un poco más de 2,2 millones de votos. ¿Qué puede pasar en unas elecciones regionales, después de la formidable derrota del 2-D, en un ambiente inflacionario, de escasez y de caida del ingreso personal, con un PSUV fracturado, con indefendibles gestiones de la mayoría de sus alcaldes y gobernadores y con candidatos impuestos desde Caracas?
Aunque es de esperar que el gobierno ponga, una vez más, al servicio de sus candidaturas todo el aparato del Estado, y derroche miles de millones de bolívares para intentar convencer a los electores, nos atrevemos a pronosticar varios cambios a partir del 23 de noviembre:
- Es seguro que el número de alcaldías y de gobernaciones en manos de sectores francamente opositores aumente significativamente. De dos gobernaciones y treinta y tantas alcaldías ahora, es muy probable que la oposición alcance de 8 a 10 gobernaciones y más de 100 alcaldías.
- Veremos el fortalecimiento de los partidos políticos democráticos y el correspondiente debilitamiento del recien nacido PSUV y las consabidas retaliaciones internas consecuencia de la derrota.
- Se elegirán algunos gobernadores y alcaldes surgidos del chavismo, pero no del PSUV, como consecuencia de las divisiones que sufre el PSUV y los otros partidos, autoridades que sin ser de oposición representarán un sector no alineado con el oficialismo. Se elegirán también algunos alcaldes —y quizás gobernadores— independientes, en el sentido de no estar alineados a los polos en conflicto, fortaleciéndose así la despolarización.
- Un nuevo mapa político se conformaría así en Venezuela, menos polarizado, con una hegemonia menguada del chavismo, que favorecerá a mediano plazo un renacer de la democracia y del pluralismo.
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