La Ley AMORES ENTRE DOS ORILLAS, por Alfonso Molina

La ley 2

Vanessa Mendoza, Lucas Fuica y Nacho Huett en «La ley», de Pablo de la Barra.

Primera película venezolana que se estrena este año, La ley opta por el camino de la comedia para poner de relieve la necesidad de la tolerancia y la convivencia en un mundo acostumbrado a la exclusión y la discriminación. El cuarto largometraje de Pablo de la Barra —chileno de nacimiento y formación pero venezolano por voluntad y trabajo desde hace muchos años— desarrolla el tema «del otro», del distinto, aquel que no pertenece a determinada realidad pero que tiene que vivir en ella, a través de una anécdota que parte de los problemas de inmigración que padece España para celebrar el encuentro y la aceptación de universos diferentes. El humor le permite articular una historia muy divertida, a ratos absurda, por momentos ingenua, en torno a un madrileño muy formal que de buenas  a primera aterriza en la desconcertante realidad caraqueña para vivir un conjunto de situaciones que le cambiarán la vida.

Pedro (Lucas Fuica) es un joven juez que trabaja en Madrid deportando a los indocumentados e inmigrantes ilegales, entre ellos un malandro venezolano. Está casado con la hija de Rafael Castillo (Javier Vidal), un rico empresario español que ha fraguado la carrera de su yerno en el sistema judicial de España hasta ubicarlo como magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Su suegro lo quiere allí para impulsar la aprobación de una ley que penalice aún más la inmigración ilegal. En cierta forma Pedro es un pelele del poder de su padre político. De pronto, tiene que viajar a Caracas para recibir la herencia de una abuela que no conoció. Aquí comienza el conflicto de un hombre que cree en las instituciones y el estado de Derecho y se encuentra con el desorden y el caos de una sociedad contradictoria y compleja, donde la ley la establece el malandro y la justicia es apenas una mera referencia para el «operador jurídico» que maneja la herencia. Pero sobre todo conocerá a Fedora (Vanessa Mendoza), una hermosa mujer criada por su abuela, quien le enseñará los rincones del amor y la pasión. Palabra más, palabra menos, tal es la trama de La ley.

De la Barra maneja las claves de la comedia de enredos gracias a un buen guión urdido por Henry Herrera, Rubén Darío Gil y el propio director, quienes priorizan el encuentro de dos personas de realidades distintas como médula de una anécdota que va un poco más allá. Sin pretender ser un film de tesis o de «mensaje» ni mucho menos, La ley contrasta el rigor con que tratan al inmigrante en España con la alegría y la informalidad que reciben los extranjeros en Venezuela, aunque no evade la acción de la delincuencia y las incoherencias de nuestras tierras. Esto tiene algo de verdad pero también de estereotipo. En este sentido, la película peca de ingenua y llega a extremos poco creíbles en la conducta de un hombre que tiene varios doctorados, como se insiste en sus diálogos. Con todo, los guionistas y el realizador logran construir un arquetipo que es atraído con su polo opuesto en el juego del inconsciente colectivo.

Los personajes y las situaciones se articulan coherentemente en una médula narrativa que evoluciona con rapidez sobre la base de acciones directas, diálogos inmediatos y la confirmación de lo que suponemos en esta realidad, gracias también al montaje de Jonathan Pellicer. A veces se confunde las verdades con las apariencias, pero en definitiva Pedro sigue siendo un hombre correcto y Fedora una muchacha honesta. En un plano secundario, una galería de personajes se mueve a su alrededor conformando un cuadro humano heterogéneo y disfuncional, en particular Onaki, de día funcionario de la Embajada de España y de noche Gladiola, cantante travesti del bar El Bombillo Rojo; el malandro Juan de Dios, eterno obsesionado con Fedora y recién deportado por Pedro desde Madrid; el divertido dúo conformado por el Bachaco (Yugui López) y el Maracucho (Alejandro Corona), que le hacen la vida imposible al juez español; el abominable Sánchez (última actuación de Julio César Mármol), estafador de baja ralea que manipula la herencia; y el oscuro Fontanera (Armando Gota), fotógrafo de sucesos que maquilla los cadáveres y crea sus macabras obras de arte. Es un “zoológico” que a menudo roza el concepto del absurdo pero que representa el claroscuro de una ciudad sin orden. En esta caracterización se tornan fundamentales la fotografía de Francisco Gózon y Álvaro de la Barra, el sonido de Frank Rojas, la música de Daniel Espinoza y la dirección de arte de Matías Tikas.

Además de Pedro y Fedora, muy bien interpretados por el español Fuica y la venezolana Mendoza, otros dos personajes se destacan con mucha fuerza: Juan de Dios y Oneki. El primero porque alberga el sentido del amor en su conducta patológica y violenta, una mezcla de obsesión con necesidad afectiva, gracias a la aguda actuación de Márquez. El segundo porque representa a un homosexual víctima de sus propio amor y de la homofobia generalizada, con la inteligente caracterización de Huett.

La ley es definitivamente una comedia —a juzgar por las inequívocas risas de los espectadores— pero posee elementos de la tragedia que conducen a resoluciones muy dramáticas, incluso a la muerte. Hay, en este sentido, cierta teatralidad que se aprecia en el entorno elegido por el director para representar su trama: una Caracas muy popular, del Oeste, con sus rasgos propios y sus miserias y virtudes. Cierto, De la Barra idealiza la felicidad en el barrio. En cambio, Pedro nunca descubre la otra mitad de Caracas, la del Este, de la clase media, tal vez con los mismos o peores problemas. En ambos lados existe la violencia, la inseguridad y la intolerancia. En una y otra zona se viven las verdades y las apariencias. En ambas hace falta la ley.

LA LEY, Venezuela y España, 2013. Dirección: Pablo de la Barra. Guión: Henry Herrera, Pablo Barra y Rubén Darío Gil. Producción: Gerson Duque. Fotografía: Francisco Gózon y Álvaro de la Barra. Montaje: Jonathan Pellicer. Sonido: Frank Rojas. Música: Daniel Espinoza. Elenco: Vanessa Mendoza, Lucas Fuica, Nacho Huett, Ignacio Márquez, Javier Vidal, Armando Gota, Julio César Mármol, Yugui López, Alejandro Corona, Sandra Villanueva. Distribución: Cinematográfica Blancica.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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Una respuesta a La Ley AMORES ENTRE DOS ORILLAS, por Alfonso Molina

  1. Me gustó mucho la película, es fresca y habla de la naturaleza humana del venezolano, de sus virtudes y defectos

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