Siento que el presidente Chávez cree genuinamente en los atentados que ve venir por todas partes: misiles, bombas, nubes negras, venenos. Lo angustian terriblemente y ello es muy comprensible. Nadie que se sienta amenazado de muerte, día y noche, puede mantenerse en calma. Me imagino el escalofrió que le corre con frecuencia por toda la espina dorsal, cuando se encuentra en lugares abiertos o cuando viaja en avión. Me lo imagino allí, cerrando los ojos, esperando el estallido de una bomba o el impacto de una bala asesina.
Creo en la hipótesis de que esos atentados el presidente los vive como muy reales porque son montajes muy bien hechos por el aparato de inteligencia cubano para mantener al presidente Chávez preso de sus servicios y del gobierno de ese país. En la medida en que aumenta su temor, se entrega más ciegamente a la seguridad cubana. Según se dice, cada vez más, prefiere los aviones cubanos al Airbus que se compró, y en su entorno más intimo de seguridad, predominan igualmente los cubanos. El miedo debe ser tan fuerte que tal vez lo haga hasta pensar en gobernar a la distancia, desde la isla. Me imagino también, que cada vez que el gobierno cubano necesita algo especial de Chávez, le administran una dosis adicional de susto.
Pero el miedo que siente Chávez de que lo maten en cualquier momento es el mismo que sienten a diario millones de venezolanos quienes no saben en qué momento una puñalada o una bala asesina les quitará la vida a ellos o a alguno de sus familiares. Un ejército de delincuentes anda por el país ejecutando impunemente a muchos compatriotas, no para arrebatarles algún poder que no tienen, sino muchas veces, hasta por un simple par de zapatos. El miedo a ser asesinado en cualquier momento es lo que realmente se ha democratizado en el país; lo sentimos todos los venezolanos, desde el Presidente hasta el último pelagato. Es la democratización del pánico.
gerver@liderazgoyvision.org
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