No recuerdo haberme referido nunca al “cine europeo» ni siquiera hoy con la presencia del euro y su comunidad de intereses. Nombramos a Wajda y decimos cine polaco y recordamos a Carné o a Bresson y surge de inmediato el cine francés. Si se trata de España aparecen Berlanga o Almodóvar y si aparecen los Studios Ealing es porque se trata del cine británico de los años cuarenta y cincuenta. No existe un «cine europeo”: existen cinematografías nacionales cada una con sus caraterísticas, aciertos, errores, historias y mitologías. En cambio escuchamos decir: cine africano, cine asiatico o cine latinoamericano como si se tratara de bloques, de una unidad de lenguajes que incluye abusivamente al cinematográfico.
Estoy por creer que se trata de uno de los últimos vestigios del viejo colonialismo europeo que tanto maltrato causó en los continentes mencionados: vernos y considerarnos arropados en un manto de perversa homogeneidad, despojados de nuestras particularidades e idiosincrasias, sin presencia individual ni soberanía es un ultraje. Lo grave es que también lo decíamos y aceptábamos nosotros mismos, pero por otras razones. Cuando se acuñó el término Nuevo Cine Latinoamericano pesaba mucho la utopía de una revolución marxista que impulsada desde Cuba abarcaría el continente. Se vivían instantes eufóricos que en modo alguno atendían las verdaderas realidades continentales y, mucho menos, las cinematográficas en cada país. Se pensaba en un Nuevo Cine Latinoamericano exclusivamente desde la ideología porque no existe un cine latinoamericano de la misma manera que no existe el europeo.
Terminó el tiempo en el que las cinematografías se determinaban por el volumen de su producción y no por las presencias culturales que las hacen posibles. Independientemente de la cuantía de su producción anual tan cinematografía es la de Ecuador como la de México, la deVenezuela como la de Colombia o Brasil o la de Corea del Sur o Irán. Además, no es posible una cinematografía“latinoamericana” en una región políticamente inestable, de economías dispares y procesos culturales de incuestionable riqueza pero que avanzan impulsados por dinámicas desiguales… y obstáculos notorios.
El término Nuevo Cine Latinoamericano ha envejecido porque envejeció también el soporte ideológico que lo sostuvo artificialmente durante algún tiempo. Nació viejo y sucumbió con el socialismo real y la decrepitud del sistema político cubano y no creo que el régimen militar venezolano tenga la fuerza y capacidad ideológica para recuperarlo. Habría que proponer, en todo caso, un término que muestre o traduzca la creatividad de nuestras cinematografías y su derecho a participar en términos de igualdad con las demás cinematografías del mundo. O mejor aún, !no hacerlo¡
Siempre tan elocuente y preciso el Sr. izaguirre. Nunca mejor dicho y totalmente de acuerdo.
Estoy de acuerdo con usted, mi estimado Rodolfo. Sólo permítame añadir un detalle. En Europa sí se habla de cine europeo, se discute su consistencia, su pluralidad y mutabilidad. Y se habla sobre todo desde las oficinas de la Comunidad Europea. Hace unos años se reunieron los ministros de cultura europeos para discutir y fijar políticas exclusivamente destinadas a promover y proteger la industria europea. Hay un uso político, en el mejor de los sentidos. Y aunque antes de la llegada del euro se presumió de cierta homogeneidad en bloque, hoy por hoy apuntan a respetar las diferencias y las pluralidad como signo de ese cine europeo. No todos los cineastas están de acuerdo, pero hoy por hoy es una expresión más llevadera que hace unos diez años. Saludos muy cordiales.