Horacio Convertini habla sobre New Pompey UNA NOVELA DE LA MEMORIA, por Alexandra Cariani

Horacio Convertini 1Periodista y escritor argentino, porteño para más señas, vino a Caracas a presentar su novela New Pompey, editada por Punto Cero, en el marco del Festival de la Lectura de Chacao. Premiado en su país y España, ha publicado la novela El refuerzo (2009; 2010), el libro de relatos Los que están afuera (2008) y las novelas infantiles La leyenda de Los Invencibles (SM, 2008) y La noche que salvé al Universo (2010). En la Cosecha Eñe 2008, su relato «El último fósforo» quedó entre los finalistas. Fue entrevistado por Alexandra Cariani sobre su trayectoria periodística y literaria para su programa radial Zonalibre.

Alexandra Cariani: Eres editor general del diario Muy, una publicación reciente del Grupo Clarín, gran grupo mediático. ¿Cómo es ese diario? Es un diario popular tengo entendido. ¿Qué perfil tiene?

Horacio Convertini: El diario cumplió dos años el dos de mayo. Es popular, pensado para la clase media baja y la clase baja. Es pequeño, ágil y muy colorido. Hace su foco no tanto en la noticia importante sino en la noticia interesante, eso implica que tiene mucho deporte, espectáculo, mucha farándula, mucho policial. Es un diario nuevo que ha ganado un lugar dentro de lo que es el paisaje de los diarios en Argentina y que si Dios quiere va a seguir por muchos años más.

A.C. Ha tenido mucho éxito por lo que veo.

H.C. Ha tenido éxito. Se instaló en un mercado muy competitivo, el segmento de los diarios populares en Argentina, encabezado por dos diarios muy buenos y fuertes como son el Diario Popular y Crónica, pero nosotros ya estamos ahí. El año pasado, por ejemplo, después de nueve años de ascenso ininterrumpido en las ventas, el Diario Popular por primera vez tuvo un descenso y todos los especialistas lo adjudican a la competencia de Muy, lo cual me pone muy contento.

A.C. Antes de eso fuiste por muchos años jefe de la sección de policiales del diario Clarín.

H.C. Sí. Fui tres años, no tanto, jefe de policiales del Clarín y la pasé muy bien. Aprendí mucho. La sección estaba compuesta por editores y redactores realmente muy duchos en el tema, el que menos sabía era yo pero era el jefe, qué se le va a hacer, son las decisiones editoriales. Aprendí mucho de los editores y redactores, tengo grandes amigos e incluso compañeros de cancha, tres éramos del mismo club entonces íbamos a la cancha.

A.C. ¿De cuál club?

H.C. De San Lorenzo.

A.C. Como el Papa ¿no?

H.C. El Papa también es de San Lorenzo, claro, por supuesto, vamos a conquistar el mundo. Obama está pensando hacerse de San Lorenzo también (risas).

A.C. Hablando de policiales quiero felicitarte porque acabas de ganar, recientemente, el concurso de novela negra de BAN el Festival Internacional de Novela Policial de Buenos Aires. Lo ganaste con una novela que se llama El último milagro, entre 350 manuscritos, felicitaciones.

H.C. Vengo de racha como decimos los porteños.

A.C. Estás, como decía Andy Warhol, en tu cuarto de hora, viviendo tus 15 minutos de fama.. Debe haber mucha producción de novela negra en Buenos Aires para que exista un festival. No sé si habrá más concursos.

H.C. Hay dos festivales de novela negra. Uno es el Azabache que tiene su concurso, yo lo gané el año pasado. Otro es el BAN que lo gané este año y se está sintiendo la posibilidad de que haya un tercero en la ciudad de Córdoba, porque hay una actividad muy fuerte con la literatura policial y negra.

A.C. Evidentemente tiene que haber una movida fuerte del policial allá. Tengo entendido que en la novela El último milagro pones el género policial en la cancha de fútbol. ¿De qué manera? ¿Nos puedes contar algo?

H.C. Sí, es una historia bastante loca y divertida. Hay un club en Argentina que existe, es real, se llama Racing. Es uno de los cinco clubes grandes de Argentina, siempre vive crisis casi terminales y mal que mal las capea todas. En la novela está a punto de perder la categoría, de irse a la B, la segunda categoría del fútbol argentino, que es prácticamente una desgracia económica e institucional. El presidente del club, un hombre que ha llegado desde fuera de la política interna y tiene la idea de hacer una cruzada moral y limpiarlo de ladrones, oportunistas y vivillos, se enfrenta con una inevitable sucesión de partidos perdidos y cheques rebotados, está con la soga al cuello y aparece una oportunidad media extraña que le ofrece una corporación japonesa, de insertarle un chip en el cerebro a su mejor jugador y transformarlo en una especie de Messi, Maradona al cuadrado, que será manejado por un japonés desde la platea sin que nadie lo sepa por supuesto. Entonces, pese a que tiene una gran resistencia de hacer eso porque implica traicionarse, va a intentar ese camino, que va a despertar una serie de profundas divergencias internamente. Como es una novela policial al fin y al cabo se va a dirimir todo a los tiros y con sangre.

Ganador Serial

A.C. Ese es El último milagro, pero hay otra novela negra con la que Horacio Convertini, ganó el año pasado el Premio Novela Azabache que se llama La soledad del mal.

H.C. Sí, exactamente. Ahora está nominada a uno de los premios de la Semana Negra de Gijón en España lo cual me da mucha felicidad. Es una historia más oscura que El último milagro que si bien es muy oscuro tiene pasos casi de comedia a lo largo de su trama. La soledad del mal es muy oscura, trata sobre un asesino serial que va a encontrar en algún momento de muertes y crímenes, absolutamente planificados, la horma de su zapato. Va a encontrar a alguien que le mueve la estantería como decimos los argentinos, una mujer que es la amante de una de sus víctimas. La soledad del mal es justamente la narración de este asesino profundamente infeliz, millonario pero profundamente infeliz, que debe matar para calmar muchas de sus angustias interiores, producto de una vida terriblemente desolada que va a ir siendo desglosada a lo largo de la novela. Encuentra en esta mujer la posibilidad de que su vida en torno al mal no sea tan solitaria y en ese encuentro va a estar la clave de la novela.

A.C. Usaste la palabra serial que es un perfecto vocablo para las novelas policiales y tú mismo te autocalificas como un concursante serial porque, además, has obtenido premios en España. Con El refuerzo obtuviste el accésit del XLVII Concurso Internacional de Cuentos Miguel de Unamuno. También hace pocos días obtuviste el Premio Sigmar de Literatura Infantil y Juvenil por Terror en Diablo Perdido. Estamos viniendo de la novela negra y ahora vamos a la literatura infantil, así que realmente eres un “ganador serial.”

H.C. Ahora me titulan ganador serial. Hace unos años un compañero, curiosamente de trabajo, me dio la pista de dónde encontrar por Internet bases de concursos literarios. Cuando empecé a ganar concursos y a participar yo lo alentaba porque él escribe también, escribe muy bien, es un buen escritor. Lo alentaba para que participara, él se ofendía mucho, decía que la literatura es otra cosa. En un blog hace referencia a mí, sin nombrarme, como un concursante serial. Yo me enteré de rebote y al principio me dolió un poco eso. Él dice que en realidad en ese blog había querido elogiar mi esfuerzo y capacidad de trabajo. Yo sospechaba que no pero al fin de cuentas esto es como en el judo. En el judo tenés que utilizar la fuerza de tu contrincante para hacerlo caer, entonces lo tomé como un elogio y lo tomé como una descripción mía, sí soy un concursante serial. Soy alguien que necesita concursar para obtener visibilidad dentro de un mercado editorial super competitivo en Argentina donde la narrativa no tiene el lugar de privilegio que uno puede suponer que tiene.

A.C. Uno se imaginaría que sí.

H.C. Pero no, no lo tiene. Hay un gran dinamismo, mucha gente que escribe literatura, gente de distintos estratos sociales, que puede venir del ramo de las letras pero también de otra actividad como yo que vengo del periodismo, jóvenes, viejos, mucha gente en talleres literarios, que produce obra y no sabe muy bien qué hacer con esa obra. Entonces mucha gente lo que hace es generar editoriales autogestionadas, que pueden publicar un, dos, tres títulos por año y más o menos tienen un pequeño rebote. Y otros como yo que han decidido el camino de los concursos para lograr lo que no obtienes tocando el timbre de una editorial.

A.C. Cosa que se puede aplicar a otros ámbitos de la vida. A veces no logras frontalmente las cosas sino por caminos laterales, tangenciales. Fíjate que con un concurso tú logras visibilidad, premio metálico que nunca está de más y publicación de la obra, es decir, es una estrategia muy inteligente, pero para concursar como tú lo has hecho, casi compulsivamente, tienes que tener obra, quiere decir que tú tenías muchas cosas escritas.

H.C. Absolutamente, sí, había escrito casi como un loco durante cinco o seis años, cuentos, novelas, además de escribir y corregir en una especie de sucesión casi psicopática. El resultado es esto que tú ves.

A.C. ¿Eran obras que ya estaban allí? ¿Que tú las propusiste a editoriales y no te las aceptaron? ¿Fue así?

H.C. Sí, exacto.

A.C. ¿Qué estarán pensando ahora los que te rechazaron?

H.C. No, nada, ni deben saber. Yo estoy pensando la venganza, va a ser muy dulce y terrible al mismo tiempo. A ver, me ha pasado lo siguiente, una respuesta típica, que te deja un sabor bastante amargo, es: leí tu novela, me gustó, la pasé muy bien, está buena, bien escrita, pero no la vamos a publicar porque estamos buscando otra cosa. ¿Qué cosa buscás? ¡Decímelo que te lo hago a medida! ¡Pero decímelo ! Así me ha pasado con varias editoriales. Yo entiendo, esas editoriales chicas que buscan escritores jóvenes, que vengan del lado de lo académico y cuyas obras se lean por sobre el hombro, es decir, no una escritura frontal, guerrera, atractiva, sino algo que esté bordeando la experimentación, la vanguardia, o cosas así que vos decís cuando terminás de leer: Pero ¿qué leí? Buscan eso, que el lector se pregunte qué leyó y no lo tenga muy claro, con mi literatura tienen claro qué leen.

A.C. ¿Y no buscan también los editores cosas facilitas? Bien potables, digeribles.

H.C. En las editoriales pequeñas, independientes, con muy buena prensa, me parece que buscan otra cosa, buscan lo sofisticado y mi literatura no es sofisticada.

A.C. Lo otro que tiene mucha pegada es el trabajo periodístico.

H.C. Eso sí se vende muchísimo.

A.C. Y siempre, por supuesto, los temas new age, de autoayuda.

H.C. Absolutamente.

Un policial lleno de sentimientos

La  primera obra  de Horacio Convertini  que se publicó en Venezuela fue El Refuerzo, una novela corta publicada por Ediciones Punto Cero en 2010. Donde sirviéndose de la elocuencia visual del thriller cinematográfico, el autor construye un extraordinario relato que recorre las entrañas de un mundo poblado por personajes sombríos para los cuales el fútbol no es más que un subterfugio del poder y la muerte, una infracción habitual. Ahora, dos años después, la editorial que dirige Ulises Milla apuesta por un nuevo título: New Pompey.

A.C  Podríamos decir que esta es una novela de la memoria, construida a base de recuerdos personales.

 H.C. Tiene una carga de gran melancolía, esa evocación triste del pasado, cuando el pasado se transforma en una cuenta no saldada. Yo digo que el personaje Cali carga consigo la peor de las infelicidades que es no haber sido del todo infeliz, no haber sido del todo desgraciado. Porque si vas en un avión, el avión se estrella en la cordillera, estás 30 días perdido y tenés que comer de la carne de tus amigos muertos, como pasó por ejemplo con los supervivientes de los Andes, bueno, ahí tenés una desgracia tan grande, tan abrumadora, que te releva de cualquier otra cuestión interna o repudio del alma que puedas tener. Pero Cali, el personaje principal de New Pompey, es una persona normal, tiene empleo, no pasa hambre, se ha peleado con su pareja de toda la vida pero tiene un lugar donde vivir, se ha muerto su madre a quien él no quería en el fondo y sin embargo, es profundamente infeliz, porque la vida lo ha llenado de pequeñas muescas, que son pequeñas heridas que no termina de suturar y que intentará suturar pero no va a lograrlo. Lo intentará, mejor dicho, en esa noche alocada y terrible en que su mejor amigo de la adolescencia toca el timbre de su casa y le propone un plan criminal, absurdo, insensato y hasta modesto porque ni siquiera es algo espectacular pero va a conmover un poco lo que es todo su presente.

A.C. Sí. Nueva Pompeya, así se llama el barrio, ¿está en las afueras de Buenos Aires o en la capital?

H.C. Está en la Capital Federal, en uno de los arrabales de la Capital Federal.

A.C. ¿Cerca de La Boca, no?

H.C. Cerca de La Boca, de Barracas, junto al riachuelo.

A.C. Sí, preciso esto porque creo que Nueva Pompeya es un gran protagonista. Es el barrio, es lo que fue y lo que es.

H.C. Exacto.

A.C. Son sus personajes, aquellos que se quedaron y los que salieron del barrio, que es la gran imagen, el que salió del barrio e hizo la vida afuera, en otras zonas de Buenos Aires.

H.C. Exacto.

A.C. Nueva Pompeya es ese barrio, es decir, yo me transporté y viví ese barrio como pueden ser otros tantos de Buenos Aires, no sé, el mismo ahora que está de moda, Flores, donde nació el Papa. Cómo marca la vida en las personas.

H.C. Un poco mi intención en la novela era que el barrio estuviera ahí. Esta novela es la que más tiene de mí. No es una novela autobiográfica desde luego, pero la casa de Cali es mi casa, está ubicada en la calle donde yo crecí, el club donde suceden las cosas es el club donde yo iba, a mi mejor amigo de la adolescencia también le decían El Chino y también tenía un apellido irlandés. Aparecen muchas cosas mías en esta novela y aparecen los escenarios en donde yo fui profundamente feliz, aunque no así el personaje, pero yo fui profundamente feliz en ese barrio. Barrio obrero, un barrio lleno de fábricas y de talleres, un barrio en donde todos se conocían y que fue brutalmente arrasado por las políticas neoliberales de los años noventa en Argentina. Las fábricas donde había miles de obreros hoy son carcasas con los vidrios rotos. Los talleres industriales han desaparecido, algunos han vuelto en los últimos tiempos pero estoy hablando de que la novela se desarrolla en el año 2001.

A.C. En plena crisis ¿no?

H.C. Cuando la crisis comienza a vislumbrarse. Todos estamos como en la cubierta del Titanic y no nos damos cuenta.

A.C. Claro, eso fue la época del corralito ¿no?

H.C. Todavía no había sido declarado el corralito, es el invierno del 2001, el corralito es en diciembre de 2001.

A.C. Hay una crisis en Cali, el personaje protagónico. Una crisis personal en medio del contexto de crisis de un país.

H.C. Exacto. La crisis de Argentina es como el escenario, la música de fondo. Él la ve venir, la ve incluso desde afuera, está más preocupado por su crisis interior. La crisis del país suele aparecer en diversos momentos en este relato. Aparece al comienzo cuando está solo en su casa, ve la televisión y al ministro de economía diciendo que el país se va a salvar, que hay un mega canje, que es la gran oportunidad para Argentina. Cuando su amigo viene a contarle una historia absurda de cómo Nueva Pompeya se va a transformar en New Pompey, esa vocación tan porteña de ponerle nombre inglés a las cosas, como está el Palermo Soho, Palermo Hollywood, barrios que han adoptado un nombre inglés.

A.C. Ellos sueñan con transformar a Nueva Pompeya en eso.

H.C. En eso, New Pompey, una especie de New York.

A.C. Sí. Es que son personajes que hasta dan ternura, realmente, y a la vez los sientes tan reales. Porque uno ha conocido chinos, rusos y además uno ha conocido, por cuestión de vivencia personal, el papel por ejemplo que jugaba un elemento clave de los barrios en Argentina que era el club. A mí me contaban que la vida transcurría en el club. Ahí había todo. No es la imagen del club que uno tiene acá en Venezuela, era otra cosa, el club era el centro vital, neurálgico, del barrio.

H.C. Eran clubes de barrio, aquí en Venezuela no logran entender cabalmente la idea porque los clubes significan otra cosa.

A.C. Igual que la palabra barrio, son diferentes acepciones.

H.C. Claro. Los clubes de barrio eran armados por los vecinos, generalmente muy pequeños, había una pileta de natación, una cancha de básquet, se enseñaba arte marcial o boxeo, folclore. Todo el mundo pasaba por el club. La fiesta de casamiento de mis padres fue en el Club Unidos de Pompeya donde sucede la trama. Entraba gente a la fiesta con el carné de socio, no con la invitación, con el carné de socio. En determinado momento no alcanzaba la comida. Uno de mis tíos que trabajaba en una confitería-panadería tuvo que salir corriendo en medio de la noche a buscar más alimento porque no alcanzaba, porque había muchos colados como decimos en Argentina, mucha gente había entrado con el carné de socio y no estaba invitada. Esa era la fuerza del club, te identificabas frente a los demás, vos eras del club.

A.C. ¿Existe todavía el Club Unidos de Pompeya?

H.C. Sí, pero está muy mal. Yo hice toda la novela de memoria, contando el club de memoria, porque no había vuelto desde los veinte y pico años. Un domingo de verano decido ir para ver si todo lo que recordaba estaba tal cual o no. Me digo: es un domingo de verano, tiene que estar la pileta abierta, entonces voy a ver la pileta y no estaba funcionando. El club estaba lleno de rejas, prácticamente no me dejaron entrar y el resultado fue desolador. Preferí dejar el club como lo imaginaba y no el club real porque era demasiado fuerte, es un club que está prácticamente fundido y duele porque lo que está fundido en realidad es el concepto de comunidad. La gente ya no va al club, no se reúnen entre ellos, las calles han dejado de ser lugares, hemos perdido sitios en común.

A.C. Bueno de hecho comienzas la novela con n epígrafe que dice así: Porque me lo llevan, mi barrio, mi todo, / yo, el hijo del lodo lo vengo a llorar… / Mi barrio es mi madre que ya no responde… / Que digan a dónde lo han ido a enterrar (Puente Alsina, tango de Benjamín Tagle Lara).

H.C. Sí, eso es un tango de los años treinta, hay una versión maravillosa de Edmundo Rivero. Puente Alsina es el puente que comunica Pompeya con Valentín Alsina, un barrio, una localidad, ya del Gran Buenos Aires no de la Capital Federal. Es un puente que está muy maltrecho ahora, en general siempre estuvo maltrecho, lo recuerdo bien, cruza el riachuelo. Sí, elegí ese párrafo del tango porque sintetiza un poco eso, cómo vivíamos nosotros el barrio, casi como una identificación nacional, tu primera nacionalidad está dada por esas calles.

A.C. Exacto y al eliminar eso estás rebanando una parte de la identidad de muchos argentinos, también cuando quieren tratar de imponer un cierto modo de vivir, una nueva dinámica en los barrios. Fíjate que tú contaste de memoria lo del barrio y aquí estuvo hace poco una amiga escritora que me decía que la memoria es una cuestión de oído. Me encantó esa frase. Esto viene a colación porque hay algo que me gustó mucho y creo que hay que destacar de New Pompey: el lenguaje, la jerga que usan. Casi se necesita un glosario, uno porque está muy familiarizado con la jerga porteña de los argentinos, pero hay un manejo y un trabajo del lenguaje increíbles.

H.C. Sí, me han rescatado eso como uno de los méritos de la novela. Me cuesta verlo como un mérito porque me ha salido naturalmente, yo hablo así, hablo con mis amigos así, entonces estoy más cerca de ser el narrador de la novela que el escritor. Esa es mi forma de hablar, no tengo un léxico académico en mi vida cotidiana.

A.C. Sí, pero digamos, independientemente de que el lenguaje sea muy localizado, es una novela sencilla de leer, con un lenguaje directo, sin  pretensiones  intelectuales pero elaborado, musical. Y por momentos poético. Como dice Ulises Milla: “una poesía del bajo fondo, una poesía arrabalera”. A propósito de música me comentabas que Chan Chan, uno de los temas de Buena Vista Social Club podría ser el soundtrack de una película sobre New Pompey.

H.C. Sí, me suena, tiene esa cadencia melancólica que le viene muy bien a la novela. Yo identifico a la novela con dos tangos, uno es Puente Alsina que figura en el acápite de la novela y otro es Ventarrón un tango que cantaba Gardel, te estoy hablando de principios de siglo XX, que cuenta la historia de un guapo, Ventarrón, que es de Pompeya y sale del barrio para conquistar el Centro. Vuelve derrotado y cuando regresa los que lo respetaban no lo respetan más. Es como una especie de fábula de la derrota que cae perfecto con el libro.

A.C. ¿Por eso dice Gabriela Cabezón que New Pompey es la nueva novela tango del siglo XXI? ¿Algo así?

H.C. Algo así, ella lo definió muy bien. No escribí la novela pensando escribir un tango. Ahora, cuando la terminé y ella encontró eso como lectora, digo: pero sí, tiene razón, esto es un tango.

A.C. Sí, es un tango. Yo considero que en el fondo es una gran herida, de principio a fin. Además, con una anécdota de alguna manera tan simple, pocos personajes, en una sola noche, te da para hablar de un montón de cosas. Eso también me gusta de la novela, con esa anécdota te da para hablar de todo, de la infancia, los padres, la derrota, la soledad, qué se yo, los sueños, los sueños alcanzados, los sueños rotos. Te da para mucho.

H.C. Sí, creo que en mi literatura busco además trabajar mucho los sentimientos y esta es una novela llena de sentimientos.

A.C. Es verdad.

H.C. Creo que te deja algo, te deja pensando, algo reverbera después de leerla y si bien hay espacios para la carcajada, hay también espacios para esa mirada amarga sobre las relaciones entre las personas, y un poco es eso, hay mucho sentimiento puesto también a la hora de escribirla. No es una novela que ha resultado inocua para mí. Yo me comprometo con todo lo que escribo pero cuando escribo la historia de un asesino serial, bueno, yo no soy un asesino serial, y lo escribo desde otro lugar, pongo conflictos humanos, densos, pero en los cuales no me siento tan comprometido como persona. En New Pompey sí, claramente, porque yo estoy ahí en esa novela.

A.C. Sí, es un gran flash-back también la novela ¿no? Una de las cosas importantes está en las relaciones entre amigos, entre el que vuelve, entre los que se quedaron en el barrio, los que nunca logran salir de ciertas limitaciones y el que sí salió de Nueva Pompeya, fue a vivir a Belgrano o Recoleta y cambió de vida. Pero en el fondo, ¿se cambia o no se cambia del todo?

H.C. Es raro, funciona como un mecanismo de identificación muy fuerte. Creo que no te lo sacás nunca del todo, el barrio encima, sobre todo un barrio tan específico, un barrio tan periférico que ha construido su propia mitología, donde nosotros desde chicos y en plena época del rock cantábamos el tango Sur cuando nombra a Pompeya y nos poníamos de pie porque eso es lo que nos identificaba. Nosotros éramos un barrio que teníamos tango, éramos un barrio distinto a los demás, era una personalidad.

A.C. New Pompey tiene un complemento policial importante, pero creo que tiene más corazón que otra cosa y tiene además un desenlace muy desconcertante. Yo más bien anticipaba que iba a terminar con algo trágico, terrible, y realmente el desenlace no tiene un happy end pero es una ventanita  esperanzadora que ventila  esa herida que corre de principio a fin en la novela.

H.C. Un escritor, periodista y amigo, Alejandro Cavallari, una vez dijo algo que me marcó cuando estaba trabajando en New Pompey. Dijo en referencia a El refuerzo y a los cuentos que tengo publicados en un libro que se llama Los que están afuera: “Che, como hacés sufrir a tus personajes, tratalos mejor”. En  New Pompey me propuse tratar mejor a mis personajes, sentía que sí, que era excesivamente riguroso y los exponía a cosas terribles. Y en ese final por lo menos deja abierta una mirada de esperanza para Cali, funcionó un poco este casi ruego para que tratara mejor a mis personajes.

A.C. Ya para finalizar se están cumpliendo los 50 años de Rayuela, quería preguntarte cómo fue tu lectura de esa novela, qué vínculo o no vínculo encuentras con Cortázar.

H.C. Nada. Rayuela no fue nada, no la leí. La tengo en casa y nunca le entré. Me pasó con Rayuela que la compré, había un deber ser, leerla. Estaba ese juego de que se podía entrar por cualquiera de los capítulos, lo que me generaba un gran desconcierto, la idea de poder entrar por cualquier lado me hacía sentir que podía cometer un error y no me gustan los laberintos. Me acuerdo que empecé a leer el primer capítulo, no me movió nada y la dejé. La tengo por ahí, nunca intenté retomarla.

A.C. Quizás ahora en el 50 aniversario la leas.

H.C. No, no creo. Ahora, qué significó Cortázar para mí, creo que le empecé a entrar por Torito un cuento que habla sobre Justo Suárez, un boxeador argentino maravilloso que vive una parábola extrañísima. Fue el primer ídolo popular del boxeo argentino y muere abandonado y tuberculoso, a los treinta y pico de años. A partir de Torito entré a los cuentos de Cortázar y los disfruté mucho, pero era una lectura de mis veinte años. Además, en mis veinte años buscaba cosas raras, literatura más testimonial y no ha sido para mí Cortázar una influencia por lo menos consciente. Sin embargo, uno de los cuentos que yo más quiero, que he escrito, se llama La Visita y es una reformulación en algún punto de Torito de Cortázar.

A.C. Horacio ya para finalizar, ¿anticipas de alguna manera cómo será recibida New Pompey en Argentina y en Nueva Pompeya?

H.C. Bueno, en Pompeya están organizando una presentación, con un grupo de tango. Hay un lugar donde quieren hacerla, es un instituto cultural que me sorprende, es bueno, de la dinámica del barrio, en la placita de Pompeya, y un grupo está preparando los tangos que identifican a la novela. Sí, creo que va a ser bien recibida.

New PompeyA diferencia de Convertini, a nosotros si nos gustó infinitamente Rayuela, así que para despedir estar conversación optamos por un tema de Charlie Parker, uno de los músicos que más le gustaba a Cortázar, tanto así que se basó en su vida para escribir su famoso cuento, El Perseguidor. Melómano empedernido, Cortázar decía algo que merece la pena repetir: en el jazz es posible toda imaginación.

* Esta entrevista fue  transmitida en el mes de abril  en Zonalibre, programa radial conducido y producido por la periodista Alexandra Cariani en la Emisora Cultural de Caracas 97. 7 FM

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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