Los chicos están bien, DOS MUJERES Y UN DONANTE, por Robert Gómez

Los chicos están bien (The kids are all right) fue una bocanada de aire fresco dentro del cine estadounidense de 2010. Comedia con brochazos de melodrama amargo, la cinta de Lisa Cholodenko consiguió colarse entre las diez nominadas a mejor película en los premios de la Academia de ese momento y sumar un total de cuatro nominaciones, una de ellas para Annette Bening.

La obsesión de un joven —y su hermana, aunque tanto menos—, por conocer a su padre biológico es el punto de partida de esta historia que, en su desarrollo se complica un tanto más. Para comenzar es hijo de una pareja de mujeres quienes han conseguido ser madres gracias a la inseminación artificial. El padre es un donante desconocido, que aparece en el cuadro familiar casi a la fuerza. La llegada de este extraño va a enredarlo todo bastante más.

Cholodenko explora ya no solo el tema de la paternidad, sino especialmente, el tema de la fidelidad/infidelidad. La (in)madurez y la intención de materializar una quimera, convierten el sueño del par de jóvenes en una suerte de explosión atómica de emociones, donde los adultos llevan la peor parte.

Por un momento, los personajes de esta historia, se engañan a sí mismos. De un lado hay quien quiere abrazar un derrotero nunca recorrido, más bien eludido a conciencia. Del otro, los deseos y conflictos de pareja sirven cierta embriaguez y extravío.

La realizadora lo cuenta con naturalidad, y menos solemnidad que aquella que arropaba el tono de Lauren Canyon (2002), película coral para nada desdeñable con los dilemas y expectativas sexuales como eje.

Aunque los puntos de atención en esta historia son cuatro, el triángulo que se establece entre los personajes de Mark Ruffalo (el padre/donante), y la pareja de lesbianas (Bening y Julianne Moore) domina casi por entero el relato.

Los tres quedan atrapados en una suerte de extrañamiento seductor e incómodo. Y cada uno de los intérpretes se sumerge en ese dilema con soltura y a ratos en un auténtico recital emocional. Especialmente Bening, quien soporta en sus ojos el peso de la secuencia más importante de todo el film.

Divertida, sí; sensual, otro tanto; la película termina por desinflarse un poco ante ese tono oscuro y melodramático que adquiere ya hacia el final. Esa frescura y naturalidad que tan bien le iban a lo largo del metraje, desaparece, a tono con aquello que termina estallando ante los ojos de la pareja y toda la familia.  Probablemente sea lo que corresponde, aunque también es cierto que le resta parte de la agudeza que la realizadora venia explorando.

Frente a este incómodo triángulo, los jóvenes (Josh Hutcherson y Mia Wasikowska) se convierten en el dique de cordura.

La necesidad de restaurar el orden de las cosas parece una contención de último minuto, especialmente para un relato que en cada vuelta de espiral se definía de todas todas como rompedor, aunque sin mayor alarde militante.

La película de Cholodenko se exhibe en el marco de la edición 2012 del Festival de Cine Independiente de EEUU en Venezuela.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
Esta entrada fue publicada en Cine y etiquetada , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario