Un reto de la política EL VALOR DEL LIDERAZGO SOCIAL, por Alfonso Molina

Liderazgo socialUna consideración que se deriva del sistemático y ascendente dominio del régimen ilegítimo de Nicolás Maduro sobre todas las instancias de la vida pública —incluidos los medios masivos de comunicación— indica que las fuerzas políticas democráticas no pueden limitarse a desarrollar su trabajo en el campo electoral, sino que deben vincularse más con las protestas ciudadanas que día a día se han realizado, se realizan y se seguirán realizando en todo el territorio nacional. Como la lucha de los universitarios por un presupuesto justo, el derecho a la alimentación hoy limitada por la escasez y la improductividad, la defensa de la propiedad privada, el impulso a las reivindicaciones laborales y la discusión de seiscientas convenciones colectivas paralizadas, la lucha contra las expropiaciones —más bien confiscaciones— industriales, agrarias y habitacionales, el resguardo de la libertad de expresión cada día más amenazada, las múltiple protestas contra la violencia, el acoso permanente y trágico de la inseguridad personal y otras más. Son luchas que se libran en el seno de la sociedad venezolana y que no pueden ser obviadas.

Hace poco más de una década la sociedad civil venezolana carecía de un liderazgo político pero gozaba de un liderazgo social expresado a través de distintas formas de organización de los ciudadanos: Confederación de Trabajadores de Venezuela, Fedecámaras, Asamblea de Educación, Gente del Petróleo, diferentes colegios profesionales, asociaciones de vecinos, varias organizaciones no gubernamentales, etcétera. Los ciudadanos creyeron en ellas, siguieron su liderazgo y libraron históricas batallas por la democracia, aunque sin la necesaria e imprescindible dirigencia política que pudo haber convertido esas mismas batallas en victorias.

Hoy existe un liderazgo político —expresado en nuevas figuras de los nuevos partidos y también de los viejos— pero éste necesita crear un vínculo real y productivo con una dirigencia social que promueva y ejecute las luchas junto con la ciudadanía. Hoy no tenemos CTV ni sindicatos independientes, los gremios son hostigados sistemáticamente y Fedecámaras ha sufrido la hostilidad del gobierno. Con todo, algunas asociaciones civiles continúan luchando sin descansar por los derechos de propiedad, la defensa del empleo y el salario, la transparencia de lo público, el control de la violencia en las cárceles, los derechos de los ciudadanos, la libertad de los presos del régimen y muchos frentes más.

A principios de la década pasada la política tenía carácter de pecado, nadie confiaba en sus dirigentes. Hoy, en contraste, el espacio de las luchas sociales es considerado como una expresión de la ‘antipolítica’ y de lo naif. La explicación que encontramos a esta inútil dicotomía es que no se ha entendido que la lucha política va mucho más allá de lo electoral y se inscribe en el campo de los combates cotidianos de los ciudadanos por sus derechos. En todos los terrenos. Como lo comprendieron y pusieron en práctica los partidos políticos y sus dirigentes hace más de medio siglo, antes y después de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez. Como fue en los orígenes de la sociedad civil organizada en Venezuela, a principios de siglo XX, cuando surgieron las primeras organizaciones estudiantiles, obreras y campesinas, núcleos originarios de partidos políticos históricos como Acción Democrática y Copei. Organizaciones que trabajaron las bases sociales venezolanas. Sobre todo porque el liderazgo de las distintas formas de organización social es lo que permitía —y hoy exige— la movilización política de los ciudadanos en sus luchas… y sus victorias.

Para decirlo en términos directos e inequívocos: no puede existir dirigencia política si no hay dirigencia social.

Hoy la política no se puede hacer en cenáculos ni medios de comunicación. Hay que hacerla en los sindicatos, los centros de estudiantes, los consejos de vecinos, los gremios. Con la gente en las calles.

Acerca de Alfonso Molina

Alfonso Molina. Venezolano, periodista, publicista y crítico de cine. Fundador de Ideas de Babel. Miembro de Liderazgo y Visión. Ha publicado "2002, el año que vivimos en las calles". Conversaciones con Carlos Ortega (Editorial Libros Marcados, 2013), "Salvador de la Plaza" (Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y Bancaribe, 2011), "Cine, democracia y melodrama: el país de Román Chalbaud" (Planeta, 2001) y 'Memoria personal del largometraje venezolano' en "Panorama histórico del cine en Venezuela" (Fundación Cinemateca Nacional, 1998), de varios autores. Ver todo mi perfil
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